El vino tomado con filosofía
Sócrates solo sabía que no sabía nada y no quería saber nada de lo que sentía antes de beber, ni cuando se bebió la cicuta. Eso sí, iba preguntando a todos según su método mayéutico: ¿te resulta agradable o desagradable? ¿Huele más a flores o a frutas? Su discípulo Platón escribió todo lo que el maestro dijo pero no lo quiso plasmar en puntuaciones. Formó las primeras academias y dejó en el mundo de las ideas el aroma más perfecto de la rosa, casi tanto como la de Antoine de Saint-Exupéry: “Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre millones y millones de estrellas es bastante para que sea feliz cuando mira las estrellas". Se dice: "Mi flor está allí, en alguna parte" [sacado del célebre cuento de la ciudad de Bocuse d’Or, El Principito].