Borrasca
La borrasca, en días como estos, suele ser tema preferente para una charla de ascensor y excusa perfecta para los impuntuales

Madrid
Mirad que desde que hacemos La palabra del día hemos vivido muchas jornadas borrascosas, pero nunca nos habíamos detenido en esta palabra. Un término que nos llegó del este, del griego y del latín, pero que hacía referencia, no al fenómeno, sino a su procedencia, al norte. Porque 'bóreas', una palabra que permanece intacta en nuestro diccionario, nombra un "viento que procede del norte". Quizás porque lo boreal quedó identificado con la hermosa aurora que se suele registrar en el norte del planeta, la otra es austral, los primeros castellanos construyeron la palabra borrasca, con ese sufijo que en algunos sustantivos tiene valor aumentativo. Es lo que los romanos llamaban 'procella', con doble ele, que quedó en castellano, con una sola ele, para nombrar poéticamente lo mismo: una borrasca.
En su tercera acepción, borrasca es "una perturbación atmosférica caracterizada por fuertes vientos, abundantes precipitaciones y, a veces, fenómenos eléctricos". Una palabra que pasó de los mapas del tiempo a la lengua coloquial, como muchos de sus sinónimos, para nombrar relaciones tormentosas, vendavales informativos, sesiones parlamentarias tempestuosas, trombas de personas, asuntos procelosos, o a niños moviditos de quienes decimos que son un auténtico torbellino. La borrasca, en días como estos, suele ser tema preferente para una charla de ascensor y excusa perfecta para los impuntuales que, en cuanto caen cuatro gotas, justifican su retraso porque les ha pillado la borrasca. Se ve que no han leído el diccionario, porque borrasca, en su sexta acepción, es una orgía.