Arancel
Hoy lo tenemos asociado al comercio internacional, a las cargas que impone un país a los productos que se importan, que han de pagar quienes quieren exportarlos y que, al final, acabamos pagando los de siempre

Madrid
En estos días hablamos mucho de aranceles y de guerra y es curioso que ambos conceptos converjan en los informativos y en la lengua. Porque la palabra arancel proviene del árabe andalusí "al-inzál", en donde inzál significa alojamiento. Y es que, en origen, con ese término se nombraba el impuesto que se cobraba a los ciudadanos para librarse de la obligación de tener que alojar a las tropas en sus domicilios.
Hoy lo tenemos asociado al comercio internacional, a las cargas que impone un país a los productos que se importan, que han de pagar quienes quieren exportarlos y que, al final, acabamos pagando los de siempre.
Porque esta es una palabra de las muchas con las que nombramos "la cosa", la obligación de pagar a quien está capacitado para recaudar. Y así tenemos hoy tributos, tasas, contribuciones, tarifas, cánones, gravámenes, arbitrios y todo tipo de impuestos, en sus diferentes variantes y con sus diferentes nombres.
Como antes tuvieron gabelas, palabra que también nos llegó del árabe, o diezmos, que es una palabra que ya encontramos en la Biblia y que significa lo que parece: una décima parte de la riqueza que el individuo daba, primero por agradecimiento y más tarde por obligación, primero a la Iglesia y más tarde a los reyes y nobles, hasta que la Revolución Francesa acabó con él y con otros derechos feudales que hoy, algunos, parecen añorar.
