Huevos
La palabra no requiere mucha explicación, ni en su sentido recto ni en el figurado, como eufemismo de testículo, pequeño testigo, o cojón, que hoy suena fatal, pero que en latín era coelus y nombraba una bolsa de cuero

Madrid
La palabra huevo es interesantísima porque nos muestra cómo los primeros castellanos manipularon la lengua madre a su conveniencia. Unas veces simplificaron, y así el aurum pasó a oro, otras, aparentemente, complicaron, y de esta forma la porta pasó a ser puerta y el ovum llegó a huevo, aunque quedó la raíz clásica para nombrar los animales que los ponen y son ovíparos.
La palabra no requiere mucha explicación, ni en su sentido recto ni en el figurado, como eufemismo de testículo, pequeño testigo, o cojón, que hoy suena fatal, pero que en latín era coelus y nombraba una bolsa de cuero.
Los huevos han dado mucho de sí en la lengua coloquial. Cuando una cosa es muy cara decimos que "cuesta un huevo"; cuando algo se hace con gran esfuerzo afirmamos que se hace "a puro huevo". Por contra, cuando algo es o nos lo hacen fácil decimos que "está a huevo" o que "nos lo ponen a huevo".
Al lento le reprochamos que va “pisando huevos”, del dubitativo esperamos que “ponga el huevo” de una vez, y de quien afronta algo con valentía afirmamos que le "echa huevos" a la vida. Al niño que quiere crecer deprisa le frenamos con un "cuando seas mayor comerás dos huevos".
Tenemos también locuciones para manifestar el hartazgo cuando soltamos un "no me toques..." o "me tienes hasta..." los susodichos. Y otra con la que expresamos nuestra estupefacción, "¡manda huevos!", que es lo que debió de pensar Biden, en inglés, al escuchar a Trump anoche. En fin, nos lo ha puesto este hombre tan a huevo que hemos tenido que hacer esta palabra "por uebos", sin hache y con b, es decir, por necesidad.
