"Emilio, el lechero de Azadinos, llegaba en cuatro latas"
LA FIRMA
León
Se llamaba Emilio, venía desde de Azadinos con un cuatro latas del que sacaba el cántaro y la medida, llenaba la cazuela de leche y apuntaba el suministro en un papel de estraza con un lápiz que sacaba de la oreja. Había que hervirla, claro, y día sí, día no, se derramaba sobre las arandelas de la cocina de carbón dejando una plasta color ronchito. Luego llegó la esterilización, la "desnatación", el tetra brik; en fin, la industria, el oligopolio, el dumping. "Laissez faire, laissez passer".
El mercado libre y sus mágicas propiedades de distribución de bienes y servicios acabó con la cocina, el carbón, el lechero y la vaca. Nuestros ganaderos desesperan, como ya lo hicieran los mineros. Derraman su leche en la fachada del "edificio inteligente" de la Junta y se acuerdan de la familia de la Consejera. ¡Inútil porfía! Si manda el mercado, quienes gobiernan e imponen sus leyes son sus poderosos operadores, no los representantes que elegimos. Éstos sólo distraen, entretienen, son el señuelo perfecto para permitir que el tragaldabas industrial o financiero devore a sus anchas las vidas, familias, granjas y escuelas de una comarca.
El sociólogo Carlos Manzano, comentando el libro de Daniel Bell "Las Contradicciones Culturales del Capitalismo", dice que es imposible comprender los importantes cambios que se han producido y se están produciendo en la sociedad moderna sin tener en cuenta la inquieta autoconciencia del capitalismo, que no es una mera superestructura ideológica, sino una significativa realidad del sistema y que esos cambios son fundamentales porque afectan a la naturaleza de la voluntad y al carácter de un pueblo, a la legitimidad y a las justificaciones morales del sistema. Bueno, les dejo, que se me va la leche.