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Patrimonio emocional: "El hombre que vino 'a morir' a la Alhambra"

Blanca Espigares, arquitecta y usuaria de Twitter, publicó un hilo en la red social donde cuenta uno de los recuerdos más emotivos que vivió en una visita a la Alhambra de Granada

La Alhambra de Granada, complejo monumental sobre una ciudad palatina andalusí. / NurPhoto (Getty Images)

La Alhambra de Granada, complejo monumental sobre una ciudad palatina andalusí.

Madrid

Hay monumentos que albergan historias más allá de su propia arquitectura, un patrimonio por encima de lo histórico: un patrimonio emocional. Así es como lo ha definido una usuaria de Twitter que ha querido compartir una de las historias más emotivas que ha vivido como guía en uno de los monumentos más importantes de la historia de España, nada menos que la Alhambra de Granada.

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La historia tuvo lugar hace 4 años, cuando Blanca se disponía a recoger a una pareja en el Parador de la Alhambra. La mujer le explicó que su marido apenas podía caminar y rechazó la opción de ir en silla de ruedas porque "él quería hacerlo caminando". Tras la introducción en el claustro del Parador, el hombre le hacía muchas preguntas y Blanca podía ver la ilusión en sus ojos: "sonreía como un niño".

Durante el recorrido y ante la dificultad del hombre para caminar, iban despacio y necesitaban hacer pausas cada 30 o 40 metros para que pudiera sentarse. Él siguió rechazando la opción de la silla de ruedas. "Quería hacerlo andando, quería recordarla así, no sentado", explica Blanca en el hilo.

Llegaron al Palacio de Carlos V, él con tanta ilusión como cansancio. "Apenas 100 metros lo habían dejado exhausto", comenta Blanca. La mujer fue por un café y ambos se quedaros a solas. El hombre le contó que ese era el último viaje de su vida, que antes de morir quería visitar la Alhambra. "Había estado 20 años atrás. Le había enamorado. Y sabiendo que le quedaba poco organizó todo para venir. Volaron de Zurich a Málaga", relata en el hilo.

La pareja estuvo 5 días en un hotel para que él pudiera recuperarse del viaje y después cogieron un chófer para poder ir a Granada. Tras un descanso de dos días en el Parador, aquel 24 de septiembre era su cumpleaños: "el último que él creía que viviría". Blanca apenas podía contener las lágrimas, el hombre le daba las gracias reiteradas veces mientras le cogía de la mano.

Entraron por fin en palacios, en Arrayanes. "Su cara era indescriptible. Iba sentándose en cada silla que encontrábamos. No podía más. Se le veía agotado. Pero se reía. Me abrazaba. Se le saltaban las lágrimas", comenta Blanca aún emocionada. Tras asomarse al patio de los leones, el hombre estaba completamente agotado y Blanca comenzó a preocuparse.

Salieron por la Puerta del Príncipe y, tras múltiples descansos, consiguieron llegar a una parada de taxis para poder recorrer los últimos 60-70 metros. "Antes de montarse, un suizo enorme como él era, me dio uno de los abrazos más emotivos que jamás me han dado", recuerda Blanca.

"Me susurró que le había hecho el hombre más feliz del mundo y que me agradecía mi ayuda visitando la Alhambra conmigo, una hija de la Alhambra. Que era el mejor regalo de cumpleaños que jamás había recibido", explica Blanca. Se despidieron entre lágrimas. "Me parecía lo más triste del mundo y a la vez lo más hermoso. Este hombre había venido 'a morir' a la Alhambra", añade.

Blanca consiguió cumplir el sueño de aquel hombre antes de morir y es una historia que lleva dentro. Eso es lo que denomina como patrimonio emocional, algo que albergan muchos monumentos y lugares y la Alhambra es uno de ellos. "Gracias señores Engels por este maravilloso recuerdo y por enseñarme a comprender el patrimonio emocional en primera persona", concluye Blanca, emocionada por el recuerdo.

 
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