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11-S

20 años de guerra contra el terror en 20 cifras

Las cifras por sí solas nunca pueden dar una imagen completa de lo sucedido y lo que significa, pero pueden ayudar a poner la guerra de Afganistán en perspectiva

Un miembro de la policía afgana y soldados estadounidenses cerca del aeródromo de Kandahar. / Brendan Smialowski/AFP via Getty Images

Un miembro de la policía afgana y soldados estadounidenses cerca del aeródromo de Kandahar.

Estados Unidos invadió Afganistán a finales de 2001 para destruir a Al Qaeda, apartar a los talibanes del poder y rehacer la nación. El 30 de agosto de 2021, Estados Unidos completó la retirada de sus tropas de Afganistán, poniendo un incierto punto final a dos décadas de conflicto.

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Durante los últimos 11 años he seguido de cerca los conflictos posteriores al 11-S para el Proyecto sobre los Costes de la Guerra, una iniciativa que reúne a más de 50 académicos, médicos y expertos en derecho y derechos humanos para dar cuenta de los costes y consecuencias humanas, económicas, presupuestarias y políticas de las guerras de Irak y Afganistán.

Por supuesto, las cifras por sí solas nunca pueden dar una imagen completa de lo sucedido y lo que significa, pero pueden ayudar a poner esta guerra en perspectiva.

Las 20 cifras que se destacan a continuación ayudan a contar la historia de la guerra de Afganistán.

De 2001 a 2021

El 18 de septiembre de 2001, la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó 420-1 y el Senado 98-0 para autorizar que Estados Unidos entrara en guerra, no solo en Afganistán, sino en un compromiso abierto contra “los responsables de los recientes ataques lanzados contra Estados Unidos”. La diputada estadounidense Barbara Lee, de California, emitió el único voto contrario a la guerra.

En otras palabras, el Congreso estadounidense tardó 7 días, tras los atentados del 11-S, en deliberar y autorizar la guerra.

Con 7 262 días desde el primer ataque a Afganistán hasta la retirada final de las tropas, se dice que esta es la guerra más larga de Estados Unidos. Pero no lo es: Estados Unidos no ha terminado oficialmente la Guerra de Corea. Y las operaciones estadounidenses en Vietnam, que comenzaron a mediados de la década de 1950 e incluyeron la guerra declarada de 1965 a 1975, también rivalizan con Afganistán en cuanto a longevidad.

El presidente de Estados Unidos George W. Bush dijo a los miembros del Congreso en una sesión conjunta el 20 de septiembre de 2001 que la guerra sería global, abierta y podría durar mucho tiempo:

“Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no termina ahí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance global haya sido encontrado, detenido y derrotado (…) Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una larga campaña, como ninguna otra que hayamos visto”.

Estados Unidos comenzó a bombardear Afganistán unas semanas después. Los talibanes se rindieron en Kandahar el 9 de diciembre de 2001. Estados Unidos comenzó a combatirlos de nuevo en serio en marzo de 2002. En abril de 2002, el presidente Bush prometió ayudar a traer “la verdadera paz” a Afganistán:

“La paz se logrará ayudando a Afganistán a desarrollar su propio gobierno estable. La paz se logrará ayudando a Afganistán a entrenar y desarrollar su propio ejército nacional. Y la paz se logrará con un sistema de educación para niños y niñas que funcione”.

La guerra global contra el terrorismo no se limita a las operaciones en Irak y Afganistán. Estados Unidos tiene ahora operaciones antiterroristas en 85 países.

El coste humano de la guerra

La mayoría de los afganos que viven hoy en día no había nacido cuando comenzó la guerra de Estados Unidos. La edad media en Afganistán es de apenas 18,4 años. Incluyendo la guerra de su país con la Unión Soviética de 1979 a 1989 y la guerra civil de la década de 1990, la mayoría de los afganos han vivido bajo una guerra casi continua.

Hay, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, 980 000 veteranos de la guerra de Afganistán. De estos hombres y mujeres, 507 000 sirvieron tanto en Afganistán como en Irak.

A mediados de agosto de 2021, 20 722 miembros del ejército estadounidense habían resultado heridos en acción en Afganistán, sin incluir a los 18 que resultaron heridos en el ataque del ISIS-K frente al aeropuerto de Kabul el 26 de agosto de 2021.

De los veteranos que resultaron heridos y mutilados en las guerras posteriores al 11-S, muchos perdieron más de un miembro. Entre el 40 % y el 60 % también sufrieron una lesión cerebral.

De hecho, gracias a los avances en la atención traumatológica, más del 90 % de todos los soldados de Afganistán e Irak que resultaron heridos en el campo de batalla sobrevivieron. Muchos de los heridos graves sobrevivieron a heridas que en el pasado podrían haberlos matado.

En total, 2 455 miembros del servicio estadounidense murieron en la guerra de Afganistán. La cifra incluye a 13 soldados estadounidenses que murieron a manos del ISIS-K en el ataque al aeropuerto de Kabul el 26 de agosto de 2021.

Entre los muertos estadounidenses en la Operación Libertad Duradera figuran también 130 miembros del servicio que murieron en otros lugares además de Afganistán, como la Bahía de Guantánamo en Cuba, Yibuti, Eritrea, Etiopía, Jordania, Kenia, Kirguistán, Pakistán, Filipinas, Seychelles, Sudán, Tayikistán, Turquía, Uzbekistán y Yemen.

Estados Unidos ha pagado 100 000 dólares en concepto de “gratificación por fallecimiento a los familiares de cada uno de los miembros del servicio muertos en la guerra de Afganistán, por un total de 245 500 millones de dólares.

Más de 46 000 civiles han sido asesinados por todos los bandos en el conflicto de Afganistán. Fueron muertes directas por bombas, balas, explosiones y fuego. Otros miles han resultado heridos, según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán.

Y aunque el número de afganos que abandonan el país ha aumentado en las últimas semanas, más de 2,2 millones de afganos desplazados vivían en Irán y Pakistán a finales de 2020. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados informó a finales de agosto de 2021 que, desde el comienzo de ese año, más de 558 000 personas han sido desplazadas internamente, habiendo huido de sus hogares para escapar de la violencia.

Según las Naciones Unidas, en 2021 cerca de un tercio de las personas que permanecen en Afganistán están desnutridas. Cerca de la mitad de los niños menores de 5 años sufren desnutrición.

El número de víctimas también incluye a los cientos de civiles paquistaníes que murieron en más de 400 ataques estadounidenses con aviones no tripulados desde 2004. Esos ataques se produjeron cuando Estados Unidos trataba de matar a los líderes talibanes y de Al Qaeda que huyeron y se refugiaron allí a finales de 2001 tras la invasión estadounidense de Afganistán. También han muerto civiles pakistaníes en el fuego cruzado durante los combates entre los militantes y el ejército pakistaní.

El coste financiero

En términos del presupuesto federal, el Congreso ha asignado un poco más de 1 billón de dólares al Departamento de Defensa para la guerra de Afganistán. Pero en conjunto, la guerra de Afganistán ha costado mucho más que eso. Incluyendo el gasto del Departamento de Defensa, hasta ahora se han gastado más de 2,3 billones de dólares, incluyendo los aumentos del presupuesto militar básico del Pentágono debido a los combates, el gasto del Departamento de Estado para reconstruir y democratizar Afganistán y entrenar a sus militares, los intereses de los préstamos para pagar la guerra y el gasto para los veteranos en el sistema de Asuntos de Veteranos.

Los costes totales hasta ahora de todos los costes de discapacidad y atención médica de los veteranos de guerra posteriores al 11-S son de unos 465 000 millones de dólares hasta el año fiscal 2022. Y esto no incluye los costes futuros de toda la atención médica y de discapacidad de los veteranos posteriores al 11-S, que la académica de la Universidad de Harvard Linda Bilmes estima probablemente añadirá unos 2 billones de dólares al coste global de la atención a los veteranos de las guerras de Irak y Afganistán de aquí a 2050.

Neta C. Crawford, Professor of Political Science and Department Chair, Boston University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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