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Trastornos alimenticios

Más allá del espejo

La historia de Carla y Jessica, un ejemplo más de la influencia de los Trastornos de Conducta Alimentaria en la era digital

Cerca de 400.000 personas entre 14 y 24 años padecen trastornos alimenticios en España, un desorden que va más allá de lo físico y es clasificado como una enfermedad mental

Una chica mide su cintura con una cinta métrica. / Cadena SER

Una chica mide su cintura con una cinta métrica.

Madrid

"Mi perfil no era como el de esas chicas de las películas, con una infancia complicada o problemas familiares. Era una chica normal con una vida feliz, un perfecto ejemplo de cómo todo se puede torcer de un momento a otro cuando menos te lo esperas", explica Carla, víctima de anorexia y bulimia nerviosa que ha preferido no dar su verdadero nombre por miedo a que puedan reconocerla.

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Carla tenía tan solo 13 años cuando comenzó a mostrar síntomas derivados del Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA). Era una chica tímida e influenciable con una infancia ejemplar. Siempre fue feliz, no le faltó nunca de nada, no tenía problemas ni en el colegio ni en casa, le iba bien tanto en clase como en su núcleo social.

Cuando se habla de este tipo de enfermedades, se tienden a relacionar con perfiles de familias desestructuradas, casos de bullying o acoso e incluso situaciones de abusos sexuales derivados en problemas de autoestima. El caso de Carla es el de una chica normal con una vida normal, a la que el uso indebido de las redes sociales a una edad tan temprana, le hizo verse involucrada en una enfermedad tan complicada como es la anorexia. Todo empezó con una invitación a un grupo de WhatsApp sobre su banda musical favorita, fue su primera toma de contacto con gente que no conocía y que se fueron convirtiendo en parte de su rutina diaria. Nunca llegó a pensar que algo tan inocente le llevara por tan mal camino.

Dentro de aquel grupo, empezó a entablar especial amistad con otras tres chicas: Ruth, Laura y Manuela. El contacto era diario, ella misma se consideraba en total confianza cuando hablaba con ellas hasta el punto de llegar a considerar amigas a tres personas que nunca llegaría a conocer realmente. Laura era la típica graciosa del grupo, siempre estaba haciendo bromas y tenía una gran personalidad que desprendía alegría con cada uno de sus mensajes. Quizás por ello cuando comenzó a mostrar una actitud diferente, pasiva y reservada, se dieron cuenta enseguida. Algo pasaba y todas lo notaban, pero Laura evitaba siempre hablar de ello. El punto de inflexión llegó el día que, en medio de un ataque de ansiedad, no pudo evitar sincerarse con el resto de chicas del grupo a las que ya consideraba amigas.

"Formamos un grupo a parte solo nosotras cuatro para poder hablar con Laura, teníamos 13 años y todos los dramas nos parecían un mundo, pero jamás pensamos que el problema de Laura tuviera la gravedad que realmente tenía", recuerda Carla. Laura padecía bulimia nerviosa desde hacía unos meses, hasta el punto de cambiar completamente su forma de ser. Se había convertido en una chica apagada y distante, sin esa chispa que tanto le caracterizaba. Todas le intentaron hacer ver que estaba bien físicamente y no había motivos para preocuparse por su aspecto.

"Recuerdo que por aquel entonces le dije que no le entendía, su respuesta aún la llevo grabada a fuego a día de hoy: 'Es una enfermedad mental, no hay nada que entender'", recuerda Carla con la voz entrecortada. "Entonces la conversación comenzó a adquirir un tinte diferente, alejado de esa fase inicial de consolación para convertirse un intento por comprender qué era lo que pasaba por la cabeza de Laura, intentábamos comprenderle y acabó por arrastrarnos con ella", añade Carla. Las preocupaciones de Laura por su físico comenzaron a ser las preocupaciones del resto de chicas del grupo, según el relato de Carla. Aquellos insalubres consejos para adelgazar se convirtieron primero en retos y, después, en toda una forma de vida.

"Ella nos enseñó todo, nos contaba cómo se sentía culpable por comer dulces y cómo tomaba laxantes cuando se daba atracones de comida provocados por la ansiedad", cuenta Carla con la mirada baja. "Nos enseñaba fotos de chicas preocupantemente delgadas y pasamos de ver una delgadez extrema a llamarles 'thinspo'", añade la joven. 'Thinspo' es el nombre con el que las chicas con este tipo de trastornos alimenticios denominan a sus metas o referentes. Se trata de fotografías de personas con una delgadez extrema, con las piernas finas y arqueadas o con una cintura marcada por la sombra de sus costillas. "Laura no se daba cuenta, pero poco a poco nos estaba convirtiendo en aquello de lo que queríamos alejarla. No solo llegamos a comprenderle, sino que empezamos a pensar como ella", recuerda Carla.

El proceso fue tan lento que no supieron verlo venir, se estaban metiendo de lleno en un callejón sin salida del que les costaría años salir, según asegura Carla. Y lo sorprendente es que todo empezó por un grupo de WhatsApp de su grupo de música favorito. Ese grupo de apoyo hacia Laura pasó a llamarse 'Bones', que se traduce como 'Huesos', ese se convirtió en su lema. Eran cuatro chicas con un mismo problema que no hacían más que retroalimentar.

"Queríamos ayudarle pero a la vez algo en nuestra cabeza hizo click y nos dimos cuenta de que si esas fotos que nos mostraba realmente eran 'bello', nosotras no cumplíamos ni de lejos con esos estándares de belleza. Comenzó nuestra frustración por no tener esas piernas delgadas o esos huesos salientes, comenzamos a pensar como Laura y eso era peligroso", explica la joven víctima de la anorexia.

Ruth era, según Carla, "la fuerte del grupo". A veces era quien aportaba ese punto de cordura e intentaba hacer entender a las demás que lo que estaban haciendo no estaba bien. "Quizá por ello también fue la primera en salirse", susurra Carla. "Manu y yo éramos más influenciables, Laura se había convertido de alguna manera en nuestro referente. Cuando Ruth salió del grupo todo fue a peor, Laura metió a otras dos chicas que había conocido por páginas pro-Ana y pro-Mía que querían unirse a 'nuestro reto' de adelgazar. Se llamaban Tere y Jess", añade Carla, entonces integrante del grupo.

"Nunca tuve una vida normal, vivo de psiquiatra en psiquiatra y nadie me puede ayudar. Tuve un total 22 intentos de suicidio", explica Jessica con cierto tono de desolación. Con tan solo ocho años fue víctima de abusos sexuales y desde entonces, no fue capaz de recuperar su inocencia. Ella también conoce a Carla, fue una de las dos últimas chicas que entraron en el grupo. Diez años después, tras muchas terapias e ingresos, aún no ha conseguido superarlo. "De alguna manera estoy negada a recibir ayuda, esta es la vida que siempre viví, no conozco otra y esa idea me aterra", explica Jessica con un gesto resignado.

Persona se pesa en una báscula.

Persona se pesa en una báscula. / Olena Ruban

Persona se pesa en una báscula.

Persona se pesa en una báscula. / Olena Ruban

"Recuerdo que nos dábamos consejos, motivaciones para no comer, tips para vomitar con más facilidad o dietas de un muy bajo componente calórico. Un día de la semana nos pesábamos y lo compartíamos por el grupo para ver si habíamos avanzado. Recuerdo que nos escribíamos una 'B' de 'Bones' con boli en nuestras muñecas en honor al nombre del grupo, para poder mirarla cada vez que nos llevásemos algo a la boca, sentirnos mal e intentar no comerlo o incluso vomitarlo. Compartíamos fotos de nuestras piernas, 'hip bones' o la marca de nuestras costillas y nos animábamos unas a otras a conseguir que nuestros huesos se notaran más y más", relata Carla recordando aquellos primeros meses tras la creación del grupo de WhatsApp. "Estábamos sumidas en un bucle infinito y llegadas a ese punto, ya no sabíamos cómo salir", añade Jessica al relato.

"Es triste, me duele. Mi madre llora todos los días a los pies de mi cama pidiéndome perdón, porque por culpa de ella soy lo que soy y viví todo lo que viví. Se pudo haber evitado, pero nunca estuvieron lo suficientemente pendientes de mi", comenta Jessica, que se autodefine como una chica tímida y vulnerable. Le costaba abrirse con la gente y tenía fobia a hablar de sus sentimientos, algo que su familia no fue capaz de ver. "Intentaron abusar de mí tres veces tres personas distintas, sabían que no diría nada. Una de esas personas lo consiguió, era el hermano de mi madre", narra Jessica entre lágrimas.

Aunque no siempre sea así, la situación familiar es muchas veces el detonante de este tipo de trastornos. Experiencias traumáticas, depresión o ansiedad son factores que muchas veces van de la mano con los trastornos alimenticios. Lo confirma la psicóloga Borrero: "El ambiente familiar es indispensable para evitar o solucionar este problema. Los vínculos familiares son mucho más fuertes, en ocasiones, que cualquier otro estímulo como la delgadez".

"De alguna manera u otra mi anorexia es lo que me mantiene viva; no sé cómo, pero lo hace", declara Jessica con la voz entrecortada. "Vimos como Jessica se lo tomaba muy en serio, incluso llegamos a sentir envidia porque por aquel entonces pesaba menos de 50 kilos y para nosotras era perfecta. Es algo que hablé alguna vez con Manu. De hecho, ese recelo nos llevó a sentirnos aún peor con nosotras mismas, pero eso nunca llegamos a hablarlo con Jess", comenta Carla. Después de una pequeña pausa acompañada por un suspiro, añade: "Nunca imaginé que poco tiempo después de eliminar el grupo, acabarían ingresándole".

Pasaron los años, Carla tuvo rachas mejores y rachas peores pero la enfermedad siempre estuvo ahí, cada vez que comía de más o cada vez que se miraba al espejo. Laura, causa principal de la creación del grupo, sí que llegó a pedir ayuda y llegado el momento decidió cortar el contacto con las demás para tratar de curarse. No fue el caso de Jessica, ella sí que pidió ayuda en varias ocasiones, pero aún a día de hoy no ha sido capaz de superarlo. 'Bones' se acabó disolviendo, pero aparecieron otros grupos, otra gente. "Era increíblemente fácil conocer a otras personas con trastornos alimenticios dispuestas a formar este tipo de comunidades. Estuve durante 8 años en grupos de este tipo, con rachas más intensas y otras más suaves, pero siempre seguía ahí", confiesa Carla.

"Nunca llegué a quererme del todo, seguí llorando cada vez que me miraba en un espejo y tenía pánico a subirme a una báscula. Llegué a pensar que la anorexia no era una enfermedad de la que realmente se pudiera llegar a salir, simplemente aprendes a vivir con ello", añade la joven Carla, a pesar de que ya considera haber superado la enfermedad.

"A día de hoy todo ha cambiado mucho, porque una persona llegó a mi vida para darme esa luz que necesitaba. Literalmente me devolvió la autoestima y las ganas de vivir. Podría decir que fue mi salvavidas en medio de un mar sin salida", explica Carla con una pequeña sonrisa. Ella tardó casi 9 años en pedir ayuda y nadie a su alrededor supo ver el problema. Como ella, miles de jóvenes son víctimas en silencio de algún tipo de trastorno alimenticio y no todos llegan a pedir ayuda. Sin embargo, al igual que Carla, muchos consiguen ver la luz al final del camino y salir de ese bucle infinito que suponía para ellos la enfermedad.

Una enfermedad que afecta a miles de jóvenes en España

Una enfermedad más allá de una simple llamada de atención. Miles de jóvenes en España se enfrentan a enfermedades relacionadas con Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), especialmente mujeres entre los 12 y los 36 años, que ocupan un porcentaje de prevalencia del 4,6% al 6,4% según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Un golpe a la autoestima en plena etapa de desarrollo, una tendencia demasiado común en una sociedad que trata de minimizar la importancia de estos síntomas tan tempranos.

El titánico esfuerzo por adelgazar, la percepción desfasada de la imagen corporal o el miedo a la obesidad son algunas de las señales, agravadas en muchas ocasiones por las redes sociales. El 70% de los adolescentes no se siente a gusto con su cuerpo. Una tendencia derivada en una enfermedad que en España es la tercera enfermedad crónica más frecuente entre adolescentes según la Fundación Fita y la Asociación Española para el estudio de estos trastornos.

Los únicos datos actualizados y fiables vienen de la mano del estudio científico realizado por la revista Nature Genetics, donde señalan que es muy difícil calcular el número de personas con Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) en España, que cifran en unas 400.000, y cuya población es dos veces mayor en mujeres que en hombres, la mayoría mujeres entre 12 y 24 años. En porcentaje, representan el 1% de la población total. Además, el 70% de personas que lo padecen acaba recuperándose, un 4,2% lo padece durante toda la vida y un 5% acaba muriendo.

Por lo que, polarizando en datos, este tipo de trastornos los sufren en un 90% la población femenina. Cuanto menor es la edad, mayor es el número de hombres con estos trastornos alimenticios. Anorexia nerviosa y bulimia son los más frecuentes y, además, presentan otras patologías psiquiátricas como depresiones, ansiedades o abuso de drogas.

El confinamiento fue una etapa dura en lo que respecta al aumento de casos de este tipo de enfermedades. Desde la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) explican que la demanda de ayuda psicológica aumentó considerablemente: "En 2019 atendimos a unas 2000 personas… A finales de 2020 eran unas 5.000, para que te hagas la idea". Según apuntan desde la asociación, uno de cada veinte adolescentes padece problemas relacionados con los TCA.

Judit López, nutricionista especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria y colaboradora de la Asociación de Anorexia y Bulimia, señala que el riesgo de comenzar dietas estrictas o con una ingesta calórica por debajo de lo recomendado, puede derivar en "el riesgo de debutar con un TCA o dejar ciertas secuelas como no haber aprendido a comer correctamente o adquirir hábitos insanos. Esto lleva a tener una mayor obsesión con la comida y el peso, mayor ansiedad, darle demasiada importancia a una dieta de una determinada manera o acentuar mitos".

Pero, ¿qué es la anorexia?

Es el ámbito de la psicología clínica la que se encarga de tratar este tipo de trastornos. De esta rama forma parte la psicóloga Alba Borrero, que ha profundizado en este tipo de trastornos y explica que, para entender la enfermedad, hay que tener en cuenta una serie de factores: "Pueden ser bien sociales, como el reforzamiento positivo de tu conducta, en el que te dan buenos comentarios acerca de tu físico. Luego están los psicológicos, como tener previamente ansiedad o depresión y también están los factores biológicos".

"Es un tema bastante amplio pero, en resumidas cuentas, el cerebro, cuando estás privada de ingesta durante un largo periodo de tiempo, va a liberar endorfinas y encefalinas, lo que va hacer que tú te sientas bien, alegre, activa incluso. Por tanto, esto va a servir de reforzamiento positivo. Va a llegar un momento en el que el cerebro va a dejar de liberar estas sustancias y lo que van a hacer es todavía pasar más tiempo sin ingerir para volver a tener esa sensación", narra la psicóloga.

En este tipo de situaciones, la ayuda de profesionales como médicos y psicólogos es un gran salvavidas, pero no siempre es fácil pedirla: "Una persona que tiene algún tipo de TCA siempre debe pedir apoyo profesional. Lo primero sería con un psicólogo y después ya se iría valorando en qué momento puede entrar un nutricionista, un psiquiatra y luego siempre, a ser posible, profesionales expertos en TCA", señala Judit López.

Estas declaraciones concuerdan con las de la psicóloga Alba Borrero: "Es de vital importancia acudir a un profesional cuando se detecte el mínimo indicio de cualquier trastorno. Los psicólogos se encargarán, primero de hacer evaluaciones exhaustivas sobre la historia clínica previa y también de elaborar estrategias para ayudar a la persona a alejar esos comportamientos negativos".

La bulimia o la anorexia también influyen en las relaciones sociales. Para Borrero, las personas en un avanzado estado de la enfermedad suelen perder todo el apoyo social que tienen, y es ahí cuando entra en juego el papel de apoyo de los psicólogos, por lo que considera indispensable pedir ayuda profesional.

Para comprender cómo funciona la enfermedad, lo primero es saber de qué trata. "La dismorfofobia es la obsesión desmesurada con el cuerpo o con alguna zona en particular del cuerpo y suele ir acompañada de una distorsión de la imagen corporal y/o con un fuerte rechazo al cuerpo, es decir, que la persona no acepta el cuerpo que tiene", explica la nutricionista López.

Así mismo, comenta que el proceso de aumento de la ingesta de calorías en desórdenes derivados en desnutrición debe ser lento, aunque con excepciones en función de la gravedad del caso. "En los TCA tipo anorexia, que van con desnutrición, debe ir poco a poco y adaptado en la medida de lo posible a la persona. En casos de desnutrición grave, hay más urgencia y debemos ir más rápido y además se suele marcar un objetivo de IMC en un plazo de tiempo corto y si no se consiguiera alcanzar ningún tipo de avance, se recomendaría un ingreso hospitalario, siempre obviamente hablando con el terapeuta o la terapeuta que tenga el paciente", comenta la nutricionista.

En el cuadro de la psicología y una vez analizados varios casos, Borrero señala los principales síntomas que presentan los pacientes: "Lo más común es que se vayan alternando entre una sintomatología restrictiva y otra purgativa. La restrictiva son dietas hipocalóricas y ejercicio físico exagerado; la purgativa son atracones y conductas purgativas como el vómito".

"Es importante saber que tanto la anorexia como la bulimia pueden o bien derivar de otros trastornos, o dar lugar a otros como serían la depresión o la ansiedad, conociéndose estos trastornos como trastornos emocionales de la evitación de la comida", añade la psicóloga Borrero.

A pesar de ello, hay una salida para esta enfermedad y lo conveniente es acudir a profesionales, primero a nivel psicológico y después, a nivel nutricional. "Al tratarse de una enfermedad a nivel mental, el tratamiento psicológico es fundamental para avanzar a todos los niveles, porque en este espacio la persona empezará a escucharse y a poner nombre a lo que le ocurre. Muchas veces no entienden lo que les pasa, de esta forma comprenderán por qué hay un rechazo al cuerpo o a la comida, todo esto es más complejo de lo que se puede pensar a priori. Además, también aprenderán que los síntomas ocurren por algo, tienen una función", explica Judit.

Por otro lado, también es importante el seguimiento a nivel nutricional para reaprender a adquirir hábitos saludables de alimentación. "Se trata de romper con mitos y que la persona poco a poco se vaya haciendo cargo de su alimentación y sea responsable. Además, el nutricionista también valorará si es necesario en cierto momento pruebas físicas como analíticas o si hay que recomendar algún tipo de ingreso hospitalario o centro de día porque su vida está en riesgo", añade la nutricionista López.

En cuanto a lo que a psicología se refiere, Borrero menciona la utilización del manual DSM-5 para paliar este tipo de enfermedades, además de la terapia. "En él recogen los síntomas, la gravedad y los criterios de gravedad que se siguen para este tipo de trastornos, van a depender de si se trata de bulimia, anorexia o cualquier otra TCA. La evaluación va a depender fundamentalmente de la historia clínica previa de la paciente, si tiene algún otro trastorno asociado, como la depresión o la ansiedad y la evolución que ha ido teniendo", explica la psicóloga.

Las consecuencias o síntomas de este tipo de enfermedades varían en función del tipo específico de TCA y pueden llevar a riesgos muy graves incluyendo como extremo, la muerte. "Si es un TCA más tipo bulimia, tiene síntomas como dolores abdominales, pérdida significativa del esmalte dental, cicatrices en los dedos que se llaman signo de Russell, irregularidades menstruales, estreñimiento o diarrea, dependencia de ciertos fármacos, desgarros esofágicos, arritmias cardíacas, vómitos con sangre, infecciones renales y, en última instancia, la muerte", explica Judit López.

"En una persona que tiene anorexia, lo más típico sería menorrea, estreñimientos o diarrea, dispepsia, digestiones muy lentas, dolores abdominales, osteoporosis, lanugo (vello grande en la cara y en las extremidades), hipotensión, hipotermia, hipoglucemia, anemia, bradicardia o latido lento del corazón y, en última instancia, una vez más, la muerte", añade la nutricionista.

El comienzo de muchos en la actualidad digital: las webs Pro-Ana y Pro-Mía

"Muchas de las personas afectadas por este trastorno se niegan a buscar ayuda", admite la psicóloga Borrero. Son muchas las páginas web y grupos de mensajería dedicados a retroalimentar esta enfermedad, proponerse metas inalcanzables, dar consejos insalubres o escribir textos motivacionales para no comer son algunos de los contenidos de este tipo de sitios web.

Es el caso de las llamadas webs 'Pro-Ana' y 'Pro-Mía', hacen referencia con esos nombres a una personificación de la enfermedad. Un ente incorpóreo que mentalmente les ayuda a salir adelante. "Date un banquete de Ana: durante tu ayuno vas a tener que saturarte de Ana. Todo tiene que ver con ella ahora. Comenzarás a desarrollar una mente nueva. Estás durante un ayuno, estás llena de energía, no necesitas comida. La palabra de Ana te alimenta lo suficiente para vivir", son algunas de las palabras difundidas por un grupo de WhatsApp dedicado a personas afectadas por trastornos alimenticios.

La psicóloga Borrero conoce bien el funcionamiento de este tipo de páginas después de haberlas estudiado profesionalmente desde el punto de vista de la psicología. La psicóloga las califica de "completo despropósito", ya que señala que se aprovechan de las niñas que empiezan con estos trastornos desde edades muy tempranas. "Estos grupos y este movimiento se mueven por las redes sociales, entonces esto genera lo que en psicología llamamos sentimiento de pertenencia en un grupo. Tus pensamientos y creencias, por muy negativas que sean, se ven reforzadas. Un comportamiento tan negativo como vomitar, controlar tu ingesta o pesarte cada día se ven reforzadas por estos movimientos, lo que hace que empeore la situación de estos niños".

No fue necesario buscar demasiado por Internet para encontrar varios links de invitación a grupos de WhatsApp con esta temática; se consiguió fácilmente acceder a uno de ellos. Al principio, es necesario pasar un filtro de preguntas básicas para conocer de dónde eres, qué edad tienes, el peso y altura o hace cuánto tiempo padeces la enfermedad. Muchos de estos grupos exigen fotos semanales para conocer el progreso de cada integrante y comprobar que no hayan subido de peso en ese tiempo. La aceptación en el grupo no fue complicada, en apenas unas horas los integrantes comenzaron a contar sus historias, a pedir consejos para adelgazar, para conseguir vomitar o simplemente para buscar consuelo respecto a sus problemas cotidianos.

"Me cuesta mucho vomitar, ¿algún consejo?", "Voy a comer esto… ¿está bien?" o "¿Es mejor tomar laxantes o evitar las comidas?" fueron algunos de los mensajes que se podían leer nada más entrar en el grupo. Al preguntar por sus edades y por las razones que les metieron de lleno en la enfermedad, se pudo observar que la mayoría de los integrantes eran adolescentes entre 12 y 22 años, muchos de ellos con problemas en su núcleo familiar, víctimas de bullying, con ataques de ansiedad o depresión e incluso con varios intentos de suicidio a sus espaldas. Una dura trayectoria que en muchos de los casos ha ido derivando hacia trastornos alimenticios, ansiedad crónica o incluso depresión.

El ímpetu de este tipo de grupos por pasar un filtro viene dado por una campaña que el Grupo de Delitos Tecnológicos de la Policía Nacional lleva a cabo desde principios del 2010. Una caza legal para cerrar todo tipo de páginas webs, comentarios en redes sociales o grupos de WhatsApp. Según un informe de la Agencia de Calidad de Internet (IQUA) y la Asociación contra la Bulimia y la Anorexia (ACAB), desde 2010, las webs sobre bulimia han crecido un 470% desde entonces.

 
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