Instrucciones para morir en paz en el nuevo montaje de Álex Rigola
El director estrena en Girona una obra que reproduce una conversación entre la actriz Alba Pujol y su padre, meses antes de morir víctima de un cáncer de pulmón
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Instrucciones para morir en paz en el nuevo montaje de Álex Rigola / Temporada Alta
![Instrucciones para morir en paz en el nuevo montaje de Álex Rigola](https://cadenaser.com/resizer/v2/OASKEXXAP5IM5C4ZSSZMF7AG6U.jpg?auth=c7a4645bf040ffe20afb626a94ea4d674945a2b2dc6937fdc2b4522f9047b46b)
Girona
En el escenario, una mesa con un ordenador. Una banqueta. Y, al fondo, una pantalla, en la que aparece proyectada una frase de Emil Cioran: “Reflexionar sobre aquellos a quienes no les queda mucho tiempo, que saben que todo se les ha acabado, salvo el tiempo durante el cual se desarrolla el pensamiento de su fin. Dirigirse a ese tiempo. Escribir para gladiadores”. Es el punto de partida del nuevo trabajo del director de escena Àlex Rigola, que toma prestado su título de unos versos de Hamlet: Este país no descubierto que no permite regresar de sus fronteras a ninguno los viajeros. La obra se estrenó el pasado jueves dentro del Festival Temporada Alta de Girona y comenzará ahora su viaje por otras salas del país.
Este país no descubierto… lleva a escena una conversación entre un padre y una hija, entre la actriz y dramaturga Alba Pujol y su padre, el catedrático de Historia Económica Josep Pujol, al que da vida el actor Pep Cruz. Pujol falleció de cáncer de pulmón el pasado mes de octubre, pero cuando se encontraba en la última fase de su enfermedad, en su último ciclo de quimioterapia, entre mayo y julio, mantuvo muchas horas de conversación con su hija y el director Àlex Rigola. Conversaciones sobre la vida, los afectos, la filosofía, la amistad, los miedos o la muerte, la suya propia. Y parte de esas conversaciones, grabadas y transcritas en su día, es lo que el espectador ve en este espectáculo, en el que un padre y una hija hablan de lo que quizá no han hablado antes.
Explica Àlex Rigola que el espectáculo habla del miedo, “un miedo que está asociado a la muerte, pero tenemos miedo a que nuestras amistades mueran, a que nuestros amores se mueran, tenemos miedo a morir artísticamente”. De ahí el título de la obra, que esconde un acertijo que remite a la muerte. Rigola señala que este montaje tiene algo de “aleccionador” al observar cómo asume Pujol su propia muerte, “esa mentalidad científica que tiene, y su entrega a los demás, él no entiende la vida como algo individual, sino como algo colectivo y él comparte con nosotros sus últimos días porque quiere que sea útil”.
Rigola explica que Pujol y su hija hablan “de la vida, la familia, el individualismo, el neoliberalismo, el existencialismo y la espiritualidad y, finalmente, lo que hemos acabado componiendo es una mirada en torno a la muerte de personas como los hermanos Cohen, el humorista Eugenio, los poetas Gil de Biedma o Peter Handke”.
El actor Pep Cruz lee en el escenario las palabras de Juan Pujol, las que le dijo a su hija en esas conversaciones que mantuvieron y, en la piel del catedrático, le da a su hija consejos de supervivencia a partir de su experiencia vital: “No fumar” o “recuperar comportamientos colectivos que vayan contra el sistema”. Le habla sobre el amor y le recomienda que no lo confunda “con el primer subidón”. Pujol le confiesa su hija que tiene miedo a la muerte y a no vivir con dignidad. Critica a Sartre y defiende a Joan Fuster, reivindica lo colectivo por encima de “la entropía del yo”, cita a John Wayne y su película Centauros del desierto, a Gil de Biedma y su poema No volveré a ser joven, a Montaigne o al humorista Eugenio. En la obra también se proyectan vídeos, uno de ellos, del médico de paliativos Enric Benito, que se dirige a Josep Pujol para hablarle de cómo vivir con paz y serenidad sus últimos días, de cómo asumir la muerte, “que tiene muy mala prensa y sobre la que nos han enseñado poco y mal”.
Josep Pujol falleció justo un mes antes del estreno de la obra. No vio ningún ensayo. Antes de morir, le pidió a su hija que en su entierro preparara macarrones para la familia y los amigos, y que sonara una canción de Javier Ruibal, Atunes en el paraíso.