San Lorenzo de El Escorial, un viaje en el tiempo al mundo de 'Don Carlo'
El imponente monasterio y la población que lo rodea son la ventana perfecta para asomarse a la España de Felipe II que retrata la ópera de Verdi
Madrid
Verdi era un gran aficionado a los relatos ambientados en España, como atestiguan Il Trovatore, Ernani o La Forza del Destino, pero sin duda su gran obra de tema hispánico es Don Carlo, no sólo por apoyarse en hechos históricos (aunque fuertemente coloreados por la Leyenda Negra), sino por la magnitud de una ópera pensada para impresionar: su estreno se produjo en el París de 1867, con motivo de la Exposición Universal celebrada allí ese año, y Verdi cumplió con los exigentes requisitos del público parisino de la época: cinco actos, números de ballet e -importante- mucho melodrama.
El truco del compositor italiano fue combinar una música espléndida con una truculenta trama político-familiar en el corazón de la gran potencia del siglo XVI, el Imperio Español; y no se ahorró ningún ingrediente: inquisidores tenebrosos, heroicos luchadores por la libertad, cinismo político, hipocresía religiosa, asesinos emboscados, un triángulo amoroso entre figuras de la realeza... y hasta un fantasma. Y aunque la ópera se llama Don Carlo, por el infante Carlos de Austria, el verdadero protagonista es su padre, Felipe II, el gran arquitecto del Imperio, para el que levantó una sede única en el mundo: el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Así que hoy nuestro viaje operístico nos lleva a este bellísimo pueblo de la sierra madrileña, a 60 kilómetros de la capital, que combina historia, naturaleza, gastronomía... y ópera.
La impresionante estructura levantada a finales del siglo XVI -la más grande de la Europa de la época- es naturalmente el punto de inicio del recorrido para los apasionados de la ópera que quieran seguir el rastro de los protagonistas. Su concepción mixta como sede del poder y complejo monacal ya describe muy bien cómo concebía su papel de rey Felipe II, del que se puede aprender mucho durante la visita: se entra en su dormitorio, desde el que el monarca podía seguir las misas que se oficiaban en la Basílica gracias a una ventana que da al altar mayor; se puede contemplar la silla en la que el rey realizó su último viaje entre Madrid y el monasterio, enfermo de gota; y se puede admirar su lugar de reposo: la Cripta Real, que comparte con otros 25 reyes y reinas de España, y que al aficionado a Don Carlo le recordará la espectacular aria del rey en el acto IV: “Dormiré sólo bajo la bóveda negra, allí, en el sepulcro de El Escorial”.
Para el que quiera pasear por un paraje natural extraordinario, igual que el príncipe Don Carlos lo hace por Fontainebleau al comienzo de la ópera, San Lorenzo de El Escorial le ofrece un lugar privilegiado: el monte Abantos, cuya ladera sur es tan hermosa que fue precisamente lo que llevó a Felipe II a elegirla como emplazamiento del monasterio. Célebre en aquellos tiempos por sus osos y sus buitres, ahora es un lugar idóneo para practicar el senderismo, con rutas para todos los públicos. Por cierto, que también cerca, y de fácil acceso, es la Silla de Felipe II, una peña con asientos labrados desde los que se dice que el monarca supervisaba las obras de su gigantesco proyecto. San Lorenzo de El Escorial es, por tanto, un lugar idóneo para disfrutar y aprender de la flora y la fauna de la Sierra de Guadarrama, y de la Península Ibérica en general, con instalaciones como el arboreto Luis Ceballos, con decenas de especies vegetales de toda España y Cañada Real Open Center, un espacio de recepción de fauna silvestre y herida.
Después de la visita al monasterio y de la práctica del senderismo, es natural que entre el hambre, y San Lorenzo de El Escorial es un sitio ideal para disfrutar de la gastronomía típica de la sierra madrileña. Dos propuestas: la más tradicional, el Charolés, ubicado desde 1977 en la histórica Casa de los Doctores y célebre por su cocido. La más moderna: Montia, que ofrece platos innovadores con ingredientes locales, y que plantea largos menús maridados con vinos.
Como uno de los lugares de residencia históricos de la Corte, San Lorenzo de El Escorial ha estados desde hace siglos bien servido de espectáculos y entretenimiento. La sede teatral histórica es el Real Coliseo de Carlos III, inaugurado en 1771, y que desde entonces ha vivido momentos de esplendor y momentos muy difíciles (fue, por ejemplo, acuartelamiento de las tropas francesas durante la invasión napoleónica). Fuertemente renovado en este siglo, reabrió sus puertas en 2010 y es desde entonces el centro de referencia para la programación continua de música, danza y teatro en el municipio. El otro espacio clave para la cultura en San Lorenzo es el moderno Teatro Auditorio, del que destacan sus tres grandes festivales (Semana Santa, verano y Navidad) y que programa ópera; entre otras -naturalmente- ha resonado en su sala principal la música del Don Carlo.
Ahora llega el momento de revelar un secreto: a lo largo de los cinco actos en los que se desarrolla Don Carlo, El Escorial aparece mencionado sólo una vez, y ninguna de las escenas de la ópera transcurre allí. Para el aficionado que quiera visitar alguno de los lugares en los que se desarrolla la acción, y dado que Fontainebleau (Francia) está un tanto lejos, les ofrecemos dos opciones a tiro de coche de San Lorenzo: uno, la Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid capital. A sus puertas se celebra el auto de fe del tercer acto, quizá para subrayar la devoción que el Felipe II histórico sentía ante la Virgen de Atocha, cuyo santuario visitaba antes y después de guerras y batallas. Eso sí, el edificio actual data de mediados del siglo pasado.
El otro gran escenario de Don Carlo es el monasterio de Yuste, a cuyas puertas y entre cuyo muros se desarrolla buena parte de la ópera, incluido su impactante final. El lugar del retiro y muerte del emperador Carlos V está a más de dos horas de coche de San Lorenzo de El Escorial, y en él destaca el austero cuarto en el que el monarca pasó sus últimos meses, así como el gran estanque que se puede ver desde su ventana y en el que pescaba ocasionalmente. Eso sí, para ver el sepulcro del emperador hay que darse la vuelta hasta el Monasterio de El Escorial, porque Felipe II ordenó el traslado de los restos de su padre de Yuste a la antes mencionada Cripta Real.