Ida Vitale, el prejuicio roto
El premio otorgado a la poeta uruguaya contradice el pre-juicio que suponía que debería haberse quedado en España, tras años de una "religiosa" alternancia basada en la costumbre ya destrozada
Madrid
Cuando damos por sentado que las normas están para ser respetadas no hacemos más que alimentar un juicio previo, un prejuicio, que en este caso es creer que la "corriente alterna" (España/América ó América /España) es la que mueve la concesión del Premio Cervantes.
Ya se sabe que a los seres humanos nos gusta seguir lo que se ha convertido en norma porque, entre otras razones, nos ofrece la aparente seguridad de que nada malo nos puede suceder. La confiabilidad suele ser sinónimo de confort.
Pero esta vez, la costumbre se ha desvanecido ya que la "manera habitual de actuar o comportarse" no ha sucedido. Tocaba premiar a alguien de este lado de la orilla. Y el galardón ha viajado al "otro lado del charco". ¡Mira tu por donde!
Y puede ser que haya sido un verdadero acto de justicia poética. ¡Nunca mejor dicho! La elección de Ida Vitale como ganadora del premio Cervantes -consagración de los ya consagrados- supone una decisión de justa rebelión contra lo pautado, una decisión rara por infrecuente, pero necesaria.
Ida Vitale, que viajará este mes a la gozosa fiesta de la Feria del Libro de Guadalajara (México) para recibir también su premio, es poeta. Es mujer. Es uruguaya. Nacida el día de los fieles difuntos, tiene 95 años. Y otra vez, ha logrado desterrar un prejuicio que, los periodistas, sufrimos.
Javier Torres
Redactor de Política, trabaja en el Congreso y hace seguimiento de Vox. Anteriormente formó parte de...