El fin de la épica
Apuntes de otro pleno que los independentistas pretendían simbólico y acabó escenificando su fractura
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Alberto Estévez (EFE)
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Madrid
Los días históricos y épicos en el Parlament se han quedado sin historia y sin épica, como aquella vez que se declaró la independencia y Puigdemont compareció en la Cámara pálido y serio. De aquellas, sólo sonreía la CUP. Este jueves, ni eso.
Todo se aceleró para que pudiera estar en el pleno Jordi Turull, pero Jordi Turull parecía ausente. Sin énfasis, sin aplausos, tuvo que hablarse a sí mismo para poder encontrarse: soy el de siempre, dijo a los diputados en el turno de réplica.
El estado de ánimo, algo tan subjetivo, ha sido siempre lo más real del procés, porque hubo días de discursos para la ilusión que chocaban con caras como las que traían en el pleno Junts per Catalunya y Esquerra. Quizá por la ruptura del bloque separatista, quizá por lo que pudiera decidir el Supremo, quizá porque el procés muere, según sostiene la CUP. Tampoco en las calles había nadie esa noche, ni una pancarta, y la despedida a Turull se la dieron los suyos en la intimidad de su grupo parlamentario.
Aires, en fin, de recogimiento y miradas de desconfianza. “Hay cierta descomposición”, dijo un diputado al marcharse de otro día sin épica en el que unos cuantos se pusieron a calcular cuándo caerían las próximas elecciones. Por si acaso.