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Popovich consuma su obra magna

El cinco veces campeón de la NBA ha vuelto a demostrar en la eliminatoria frente a Houston hasta dónde llega su legado

Gregg Popovich y James Harden charlan al final del sexto encuentro de la eliminatoria. / Troy Taormina (USA TODAY Sports)

Gregg Popovich y James Harden charlan al final del sexto encuentro de la eliminatoria.

Madrid

La bocina retumbó por todo el Toyota Center de Houston y el recinto era un drama viviente. Asientos abandonados antes de tiempo, rostros desencajados y dos miradas perdidas al más absoluto de los infinitos. James Harden y Mike D'Antoni trataban de buscar explicación al naufragio, esta vez definitivo, que les apartaba de la final de la Conferencia Oeste. El 114-75 en el GAME 6 era un duro pero merecido castigo para un equipo que había cosechado elogios a lo largo de toda la regular season

Su verdugo se encontraba a apenas diez pasos de su posición, con semblante serio, ropaje adecuado y brazos entrecruzados. Gregg Popovich. Otra vez él. Ese sargento de apariencia demoníaca y carácter tranquilo cuando entras en su pequeño círculo de confianza. En su temporada número 21 como técnico jefe de los Spurs, Popovich alcanza su décima final de la Conferencia Oeste, en la que, probablemente, ha sido la temporada más difícil de su carrera. 

En el año I después de Duncan, con unos veteranos muy desgastados, con un roster muy inferior a lo acostumbrado en San Antonio, este soviético ha logrado 61 victorias, algo que sólo había superado en tres temporadas (67 victorias en la 15/16, 63 en la 05/06 y 62 en la 13/14) e igualado en otra ocasión (61 en la 10/11). Otro dato demoledor que explica la supremacía de esta franquicia está relacionado con el total de victorias en estas dos décadas. San Antonio suma 1133 partidos ganados desde la 97/98 hasta nuestros días (el equipo que está segundo en esta lista es Dallas, con 950 juegos). Una diferencia abismal. Por eso no se concibe el enorme número de críticas que han recibido al inicio de esta serie y en la eliminatoria contra Memphis Grizzlies

Llevamos más de un año sin despidos en la NBA, algo reseñable, sin embargo, desde que Pop ocupó su trono, sólo tres franquicias han mantenido una estabilidad semejante en los banquillos: Utah (tres técnicos en 20 años), Miami (cuatro) y Dallas (cuatro). Siendo Lakers, Nueva York, Detroit y Memphis los equipos que más proyectos han dinamitado con hasta 12 entrenadores diferentes durante la era Spurs. 1150 victorias en regular season (incluyo las 17 que logró en la 96/97 a mitad de curso), séptimo en el ránking histórico, y 166 en playoffs (incluidas estas dos primeras rondas disputadas), tercero de una lista única. 

Gregg Popovich y Pau Gasol durante el quinto partido de la serie.

Gregg Popovich y Pau Gasol durante el quinto partido de la serie. / LARRY W. SMITH

Gregg Popovich y Pau Gasol durante el quinto partido de la serie.

Gregg Popovich y Pau Gasol durante el quinto partido de la serie. / LARRY W. SMITH

Tras poner en contexto lo logrado por Gregg, vayamos a la eliminatoria contra los Rockets. El primer partido evidenció esos síntomas poco halagüeños que habían quedado en el fondo de la victoria en seis partidos contra unos Grizzlies muy inferiores en todo salvo en coraje a los texanos. Los 22 triples, las transiciones fulgurantes y el ritmo alto que propuso Houston no encontró respuesta en el banquillo local.

Las alarmas se encendieron, como es lógico a estas alturas de la temporada...y los ajustes llegaron. Pau Gasol volvió a la titularidad por primera desde su rotura en el dedo, cambiando la cara al equipo. No en puntos, pero si logró proteger el aro de los Spurs mediante su intimidación y su capacidad de rebote. La defensa de Kawhi sobre Harden empezó a dar sus frutos y el reconvertido base bajó considerablemente su rendimiento ofensivo.

Con la serie igualada, los Spurs viajaron a Houston con la idea de neutralizar el plan de juego de los Rockets, o mejor dicho, el único plan de juego de los Rockets. Esto se traduce en dominar la pintura, bajar el ritmo de posesiones, paciencia, elaboración en ataque y ejecutar bien los sistemas ofensivos. La cosa funcionó y voltearon la serie. Houston volvió a igualar por la inercia de jugar en casa y en el quinto, San Antonio se llevó el partido más emocionante de esta postemporada.

Con Parker y su rodilla en jaque y Kawhi fuera del sexto por lesión y/o precaución, podríamos esperar un séptimo partido para dirimir quién acompañaría a Warriors...hasta que Pop pensó lo contrario. La puesta en escena fue perfecta. La defensa a los exteriores locales fue impecable, para después buscar la superioridad en la pintura en emparejamientos casi siempre favorables, consecuencia del plan diseñado. Aldridge subió el listón, Simmons dio una cátedra de defensa y la pareja Mills/Green hizo el trabajo sucio. Baloncesto inteligente, un juego que trajo a la memoria dos versiones diferentes de estos Spurs de Pop: el equipo defensivo de la triple corona 2003-2005-2007 y la potencia ofensiva que acabó con Miami en 2014.

Cuando más dudas hubo, cuando más críticas llovieron, el mejor entrenador de la historia (Red Auerbach, Phil Jackson y Don Nelson están varios peldaños por debajo) volvió a demostrar sus capacidades, llevando a los Spurs a la final de Conferencia que llevábamos esperando desde 2015. A tus pies, Gregg.

 
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