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Aceite de palma, un problema no sólo para la salud

Greenpeace considera insuficiente el intento del Parlamento Europeo por regular el consumo de esta grasa

Wikimedia Commons (Wikimedia Commons)

Desde su desayuno hasta su ducha, pasando por el autobús biodiesel en el que va al trabajo: en todos estos sitios es posible que esté usando, sin saberlo, aceite de Palma. El Parlamento Europeo quiere una legislación mucho más restrictiva en el uso de esta grasa, por los efectos sobre la salud y el medioambiente. La cuestión es si esta iniciativa es suficiente para protegernos de sus efectos perniciosos.

Según Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace en España, una resolucion que no es vinculante es positiva porque constata el problema. Pero no es suficiente en absoluto. "Nos gustaría ver que países como España, que obtiene una buena parte de sus mal llamados biocombustibles del aceite de palma, adoptan la decisión política de no seguir llamando a estos combustibles bio". La propia Comisión Europea, añade Soto, "ha reconocido que incrementan las emisiones un 4% cuando se contabilizan la deforestación y las emisiones del transporte; estamos haciendo un pan como dos tortas".

En las últimas semanas los consumidores han visto muchas informaciones sobre cómo el aceite de palma está presente en cantidad de productos alimenticios, de higiene o limpieza. Pero no se ha hablado tanto de otras cosas en las que también está presente esta grasa: en el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad, la explotación laboral, el exterminio de culturas indígenas o la crueldad animal.

ACEITE DE PALMA, MUCHO MÁS QUE UN PROBLEMA PARA EL CONSUMIDOR

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Indonesia y Malasia son los dos grandes productores mundiales de este aceite, y lo hacen a costa de destruir miles de hectareas de sus selvas vírgenes. "Los expertos en biomasa establecen que las zonas tropicales, junto a los bosque boreales, son los grandes sumideros de CO2 del planeta. Son extensiones forestales con mucha biomasa arborea, pero también mucha biomasa depositada en el suelo, en las turberas, que pueden tener hasta 10 metros de profundidad, son zonas que almacenan grandes cantidades de carbono y cuya degradación supone la emisión de grandes cantidades de efecto invernadero, entre ellos el metano.".

Esto además conlleva el exterminio de grandes mamiferos como el orangután, pero también de toda la microdiversidad de espacios que pueden contener animales y plantas desconocidos pero que pueden ser vitales para el futuro de la humanidad. El problema -nos explica Soto- no es en si el aceite de palma, que puede ser cultivado de forma sostenible si se quiere, sino unos hábitos que ponen miles de hectareas en el mundo al servicio de un consumo voraz y dañino para nuestra salud y la de nuestro planeta.

 
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