Dejarse morir para que no las maten
En 17 años el machismo ha asesinado a más de mil mujeres en España
Cuatro activistas iniciaron una huelga de hambre que ya dura más de veinte días para exigir una nueva ley contra la violencia machista
Madrid
Fuera el viento casi no se nota pero la lona azul se expande y contrae entre los palés y el aluminio que la sujetan al suelo. El sol hace que dentro las cosas tengan un color cetrino, hay muchas botellas con agua y bebidas energéticas, bolsos de los que sobresale ropa, una maleta y un montón de mantas; entre ellas, sentada, está Gloria. La infección respiratoria que ha desarrollado le produce fiebre y hace más de veinte días que no come, está huelga de hambre.
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Otras siete compañeras de la asociación Ve-la luz se negaron el alimento a la vez que ella aunque ahora solo prosiguen la mitad. Lo hacen porque desde que empezó el año, el machismo ha asesinado a 21 mujeres en España y porque entienden que las 44 víctimas del año pasado, las 55 del anterior y las más de mil (1046) en menos de dos décadas; son suficiente alerta para que los grupos políticos del Parlamento lo consideren una cuestión de Estado.
No comen porque pretenden que se cambie la Ley Integral contra la Violencia de Género aprobada en 2004; "está vacía de contenidos y de medios", opina Gloria. Algo que no mejoró el inmediato Gobierno del PP a base de recortes sociales. Asegura que quieren "dar un vuelco al sistema" y que se dote de medios a la Justicia y las Administraciones para lograr total eficacia al someter la violencia a la estructura judicial.
Una forma de terrorismo
Le traen un café solo con azúcar —moreno— para evitar bajadas de glucosa. "Prefiero el blanco", dice; y justifica el excitante porque hace poco tiempo que se ha despertado y un concejal del Ayuntamiento de Madrid espera para entrar a hablar con ella. Confiesa que "no paran de venir políticos", pero Ve-la luz no quiere que su reivindicación se politice, ni que los dirigentes vayan a la lona "a sacarse la foto".
Al dejar de comer "nos pusimos en sus manos [de los representantes políticos]", dice, e ironiza: "Están tan implicados que esta huelga durará muy poco". La idea es que se apliquen los principios de protección que amparan a las víctimas del terrorismo a las de la violencia machista, porque remarca, "es otro tipo de terrorismo". Por eso piden por ejemplo, que además de la mujer maltratada también se proteja a los menores, con frecuencia testigos directos de años de insultos, palizas recurrentes y gimoteos a escondidas.
Está convencida de que la efectividad de la prevención empieza por optimizar los recursos públicos asignados a combatir la violencia de género porque dice "el dinero no llega a las víctimas". Otro de los problemas troncales que denuncia Ve-la luz son las carencias que a su juicio padecen los protocolos desde que una mujer pide auxilio hasta que la Administración toma medidas.
Martina —otra de las huelguistas— está convencida de que si esos procedimientos funcionasen, su hermana estaría viva. Ana —así se llamaba— solicitó amparo en la Casa de la Mujer en Lugo porque su marido la había encañonado con una pistola. Esa misma tarde y ese mismo hombre asesinó a Ana con una escopeta. Sus dos hijos estaban mirando. La Casa de la Mujer ni siquiera había contactado con la Policía.
Protesta activa
A través del plástico el sol, además de haber alterado el color de las cosas, calienta el entoldado de plástico como si fuera un invernadero. En cambio Gloria sigue guarecida entre las mantas: "estoy helada", dice encorvando la espalda.
Su huelga no es pasiva. Tanto ella como sus colegas de causa siguen asesorando y acompañando a mujeres maltratadas a interponer denuncias y a los juzgados: "Nos hemos convertido en el centro de información a la mujer de Madrid", dice, y relata cómo una noche acudieron a la carpa una mujer y su hijo, que acababan de padecer el exceso del más cobarde de la casa.
Tampoco están solas. Aunque se organizan para gestionar su empalizada, más miembros de la asociación y otras organizaciones colaboran con ellas; incluso una vecina del distrito centro, cerca de la Puerta del Sol, les recoge la ropa sucia para lavarla. Nada que alivie los achaques administrativos. El Ayuntamiento de Madrid expidió un permiso temporal de quince días para que acampasen en la calle y cuando el plazo cumplió, la Policía Municipal interpuso dos denuncias contra la asociación por ocupar la vía pública. "Parecemos criminales" protesta Gloria, aunque explica la actitud de los agentes como un déficit de "formación".
Aunque no se ha movido —solo para toser y humedecerse con líquido la boca— está fatigada. Progresivamente ha ido bajando el volumen de su tono de voz y cada uno de sus parpadeos parece ralentizado. En la entrada y encaramada a un tumulto de muñecas, velas, carteles reivindicativos y decenas de zapatos de mujer pintados de rojo que forman el símbolo de la paz, un cartel amarillo clama: "¿Cuántas más deben morir?"; y mientras la respuesta no se incorpore en forma de voluntad política, ellas continuarán dejándose morir, sin que una fecha concreta establezca el final de su huelga, hasta que el poder comprenda que asesinar mujeres es tan grave como poner bombas; para que no haya ni una menos.