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Política | Actualidad
Congresos políticos

Los abrazos fríos

Iglesias y Errejon tratan de escenificar la unidad que les reclaman las bases pese a la frialdad de sus gestos, como los de Cospedal con Maíllo tras ser nombrado coordinador

Los abrazos fríos / Chema Moya (EFE)

Los abrazos fríos

Madrid

Cualquiera diría que esta semana fue el juicio por el 9N en Cataluña, que salió el CIS, que Rajoy se ofreció al mismísimo Donald Trump y que el Gobierno cumplió sus primeros cien días. Instalados en una especie de fast food informativo, las noticias se vuelven viejas antes de que acabes de leer el titular. Lo que llega vivo al final de la semana son los congresos de Podemos y el PP, especialmente el primero, pendiente de una votación que nadie se atreve a pronosticar –el año pasado nos enseñó algunas cosas sobre los riesgos de hacer pronósticos– y que decidirá el futuro del partido. Suena tópico y algo trascendente, pero es: los 155.000 inscritos que han votado escogen entre dos amigos y entre dos caminos, lo que no quiere decir que este domingo se cierre del todo el debate.

La fractura ha llegado a ser tan profunda en Podemos que ayer a la militancia no le bastó con pedir unidad desde las gradas. Tuvo que gritarla para azuzar a sus líderes y lograr que se abrazaran. Lo hicieron, pero uno no sabe ya cuánto hay de sinceridad y cuánto de nostalgia en ese abrazo. Que mientras en el graderío reclaman abrazos, abajo, en la platea donde están los líderes, cruza una corriente de aire helado. Es literal, que va la gente con la bufanda puesta, pero la metáfora sirve. “Se tienen que arreglar”, dicen los militantes que llegan, a veces, en parejas divididas: “Yo soy de Pablo y mi marido de Íñigo. De aquí tenemos que salir juntos”.

En el congreso del PP hace menos frío que en Vistalegre. También es literal. En el PP no esperaban que la votación que salvó a Cospedal fuera tan ajustada y este sábado todos los corrillos del PP le daban vueltas al mismo asunto. Normal. Si pasean por la Caja Mágica notarán que es un congreso en el que todo está organizado, todo cabe en un guion, y en el guion no aparecía ese suspense con su secretaria general. En el guion, en general, no aparecía el suspense, que Rajoy presume de ser previsible. Una vez ratificada Cospedal, aplausos y a otra cosa. Pero a uno le asalta la misma pregunta: en ese aplauso de la ministra de Defensa al ascenso de Maíllo, ese aplauso que todos vieron, ¿cuánto había de sinceridad y cuánto de nostalgia por el poder que ya no tiene? El PP ha vivido un debate interno del que apenas se ha hablado en público. En Podemos están tomando nota.

De este sábado que casi resume la semana entera falta la imagen de Susana Díaz en Madrid con el aforo completo. A los congresos de Podemos y del PP no los ha contraprogramado el PSOE, sino Díaz, que sin decir nada nunca dijo tanto sobre lo que aún no quiere decir. Su propósito este fin de semana era lanzar una imagen y la imagen ha llegado. Es lo que más ha tenido la semana: imágenes, por más que nadie las haya usado tanto como el soberanismo catalán, que empezó el lunes desfilando bajo el Arco del Triunfo con la pancarta ‘Love democracy’ y acabó el viernes tocando en el carrillón de la Generalitat el himno de la revolución de los claveles, el Grândola, Vila morena. Fast food de noticias y de imágenes. Cualquiera diría que todo ha sido en la misma semana. Lo que hace falta es un poco de pausa para evitar la indigestión.

 

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