Austria sí es país para viejos

Viena

En Austria hay unas normas básicas de convivencia que pocas veces se saltan sus ciudadanos. Son normas básicas de educación que sorprenden y admiran por igual a los que llegamos a este país de estados del sur de Europa sobre todo. Los jóvenes agradecen que el libre tránsito de personas en la Unión Europea les permita ir a estudiar a otros lugares, viajar, aprender, integrarse, respetar. Huelga es una joven vienesa de 18 años y nos decía que está encantada con estar en Europa: “Podré irme el próximo año a estudiar a Francia todo un año universitario con una beca. Incluso he pensado en España… ¿se está bien en España?”, pregunta.

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Aquí no se cruza un paso de peatones en rojo, aunque no vengan coches. Y no sólo porque te pueden multar con 40 euros (doy fe de ello). No hay torniquetes para acceder al metro pasando el billete primero. Son pasos diáfanos pero resulta que todos los austriacos pasan sus billetes por un detector. Son actitudes habituales de un país, que tiene arraigadas de varias generaciones unas normas de educación y convivencia que pasan por respetar al otro y al prójimo en la misma medida que a tí mismo. Las calles están impecables y no porque haya servicios de limpieza en ellas continuamente, sino porque no se ensucian. No se tiran papeles, colillas o restos a la acera. Hay papeleras y ceniceros cada 15 o 20 metros. Los perros entran en restaurantes, transporte público u hoteles, eso sí, con su bozal y su correa. Sin embargo, les dejan correr libremente por los parques públicos sean o no para perros. Los servicios de transporte urbanos están abiertos toda la noche el fin de semana para que los jóvenes no tengan que coger el coche porque, sí, en Viena hay bares que están abiertos hasta las siete de la mañana. Lo comprobamos el domingo cuando nos dirigíamos a un centro de votación y una decena de veinteañeros abandonaban un disco pub donde habían pasado las últimas horas de la noche casi en mangas de camisa aunque hacía 6 grados bajo cero.

Éste también es un país adecuado a las necesidades de los discapacitados en lo que se refiere a accesos de las aceras y movilidad, un país que se preocupa por sus mayores, porque la mayor parte de la población ha envejecido y no nacen niños al mismo ritmo que mueren ancianos. Las pensiones de sus mayores están muy por encima de la media europea, incluso la básicas, "tienen ayudas a la movilidad y subvenciones por cuidados mayores que pueden llegar hasta los 1.200 euros que se suman a su jubilación", nos decía Erik Hackl, un hispanista y escritor austriaco.

Aquí no hay jubilados a los 50, o si los hay, son muy pocos y por cuestiones puntuales. Ahora bien, cuando se jubilan a la edad que establece la ley lo hacen con unos buenos servicios.

Agnetta tiene 75 años y problemas de movilidad. Vive con su pensión de 900 euros más 600 que le dan para ayuda a la movilidad y otros 900 para servicios sociales con los que paga a dos enfermeras eslovacas que vienen 15 días cada una para vivir con ella en su casa. Eslovaquia es frontera con Austria y mucha gente viene a trabajar aquí desde que ese país se unió a Europa. Como Agnetta, mucha gente ha encontrado en trabajadores de los antiguos países de la Europa del este el personal ideal para cuidar a sus ancianos, porque Austria, sí es un país para viejos.

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