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España estrena la política lenta

Tras la etapa de mayor convulsión electoral, los partidos se preparan para un tiempo más calmado en el que los cambios sociales se darán poco a poco

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una manifestación. / Luca Piergiovanni (EFE)

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en una manifestación.

Madrid

España está a punto de acabar uno de los años más convulsos y frenéticos de su historia política reciente, el año que confirmó el sistema multipartidista y en el que millones de españoles ratificaron la decisión de votar opciones que nunca habían votado -entre otras razones, porque no existían-. Ahora, los partidos se preparan para la siguiente etapa, en la que bajarán de la montaña rusa y tendrán que asimilar la sacudida.

En eso confían al menos Podemos y el PSOE, fuerzas que compiten por el mismo trozo del pastel en el flanco izquierdo del tablero y sobre los que planea, otra vez, la pugna por el sorpasso. Admiten, sin embargo, que ahora los tempos serán distintos y les costará más que los electores vayan de un partido a otro.

En cuatro años, el PP ha perdido dos millones de votos. El PSOE millón y medio. Si se tiene en cuenta la última década, los socialistas han pasado de once millones de votantes a los cinco y medio que tuvieron en junio. Es un cambio que despista a cualquier sociólogo, el gran cambio político en el país, pero la interpretación extendida en los partidos es que el escenario se asentará.

Decía Pablo Iglesias en TVE: "Estamos en un momento en el que los movimientos electorales ya no se van a medir en millones de personas, sino en decenas de miles o en centenares de miles. El PSOE va a resistir, el PSOE no es el PSOK. Creo que tienen un suelo electoral de 4,2 o 4,3 millones de votos que mantendrán siempre. Y nosotros podemos aspirar a trabajar para, poquito a poquito, aproximarnos a los seis millones de votos". En junio, Podemos logró poco más de cinco millones.

Pone alguna prevención Ignacio Urquizu, sociólogo y diputado del PSOE, porque sigue siendo difícil prever el comportamiento electoral. Hay aún "votantes promiscuos, dispuestos a cambiar de voto". Aun así, "el 66% de los ciudadanos quiere que haya un sistema multipartidista. Si esas preferencias siguen así –prosigue Urquizu– es probable que continúen existiendo cuatro grandes formaciones políticas, aunque no sabemos con qué correlación de fuerzas".

Entiende Urquizu que el PSOE resistirá -entre otras cosas por su fuerte implantación municipal- pero es menos optimista con las posibilidades de Podemos: "Creo que el PSOE ha parado la hemorragia y tiene que aspirar a recuperar votantes de Podemos. Mi impresión es que Podemos es el que ha tocado techo y no tanto que el PSOE haya tocado suelo".

Hay un dato que repiten tanto en el PSOE como en Podemos: que las personas que han dejado de votar a los socialistas no votan a la formación de Pablo Iglesias, sino que prefieren volverse abstencionistas. Eso les convierte en objetivo de ambos partidos, aunque tendrán que pensar, para captarlos, en estrategias a largo plazo. La novedad del escenario es que, por el momento, pueden trabajar sin el estrés de la campaña electoral constante en la que España se instaló.

El investigador de Metroscopia Paco Camas incide en que el cambio político no tiene retorno: "Todos los datos indican que el sistema multipartidista ha llegado para quedarse y eso abre una etapa de asimilación de las posiciones, porque están muy definidas. Eso se refleja, precisamente, en las menores transferencias de votos entre los partidos".

Comparte este politólogo que ni PSOE ni Podemos pueden esperar grandes convulsiones porque su electorado es distinto. Y, así, los cambios que puedan venir se darán a otra velocidad. “Le va a ser muy difícil a Podemos arrancar o seguir desgastando al PSOE con votantes de más de 55 años, al tiempo que el PSOE tendrá complicado recuperar votos de menos de 40 años. Pero, además, son dos tipos de electorados completamente distintos, con diferentes culturas políticas”.

No es sólo una cuestión de edad –añade Camas–, sino que hay otras brechas: la territorial o la social. Así, las clases más activas, por llamarlo así, están en Podemos (gente que estudia, trabaja, que busca empleo) mientras las clases que podrían llamarse más pasivas (jubilados, pensionistas, personas con trabajo doméstico no remunerado) están con el PSOE. Son dos tipos de electorados completamente diferentes”.

Camas aventura que “no podrá haber grandes transacciones de votos en adelante y los que vendrán serán movimientos lentos”. ¿Eso significa que el techo de Podemos sean los seis millones de votantes? “No lo creo. Lo que tenemos que empezar a pensar es que no veremos movimientos a la velocidad de los que hemos visto ahora, sino que será todo más lento y requerirá otros procesos y otro ritmo”, dice.

Que cuaje esta nueva etapa depende, claro, de que no haya otra convocatoria electoral, para cuando el escenario puede alterarse de nuevo de forma abrupta e imprevisible. De forma que el cambio en la velocidad política se antoja provisional, porque nadie se atreve a pronosticar cuándo serán las próximas elecciones.

 
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