Balance: Fátima Báñez, la ministra fiel
La titular de Empleo ha protagonizado las principales reformas del Gobierno (la laboral y la de las pensiones) sin desgastar al Ejecutivo
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La ministra Fátima Báñez / Roger Pi de Cabanyes (ACN)
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Madrid
Fátima Báñez se ha hecho cargo de la cartera más difícil para un político en tiempos de crisis y ha conseguido superar esa dificilísima tarea sin dar ningún quebradero de cabeza al Gobierno de Rajoy. A diferencia de otros miembros del gabinete, que han protagonizado enfrentamientos o han tenido sonadas meteduras de pata, Báñez ha pilotado con mano de hierro su departamento, acometiendo reformas muy impopulares y soportando dos huelgas generales sin que su actuación haya pasado factura al Ejecutivo. Su estilo: duro con la oposición, dialogante con los agentes sociales y hermético con la prensa.
Cuando Fátima Báñez entró en el ministerio de Empleo y Seguridad Social había 5.287.300 parados. Durante su mandato se ha alcanzado el record histórico de desempleados: 6.278.200, en el primer trimestre de 2013, pero desde entonces las cifras han experimentado una reducción continua hasta situarse muy por debajo del nivel en el que estaban cuando asumió el poder: la última EPA da un total de 4.320.800. Resultados positivos políticamente, que Báñez ha gestionado como el resto de las materias que han pasado por sus manos: sin apartarse ni un milímetro de la línea política marcada por Moncloa. Cuando las cifras eran malas, hablaba de las “reformas necesarias” para reconducirlas; ahora que son buenas, atribuye los méritos a la “política económica” del Gobierno. No se ha arrogado nada de protagonismo, y ha soportado toda la presión de las impopulares medidas que ha aprobado sin tratar de descargar ninguna responsabilidad.
Y es que el ministerio de Empleo y Seguridad Social se ha ocupado de algunas de las reformas más importantes del Gobierno Rajoy: la reforma laboral de 2012 que –entre otras muchas cosas- eliminó el despido de 45 días por año trabajado e hizo que la norma fuese 20 días, y la reforma de las pensiones de 2013, que –entre otras muchas cosas- limita la revalorización de las pensiones en tiempos de crisis a un 0,25%. Una y otra han sido muy impopulares, pero Bañez las ha aplicado sin dudar y sin rectificar, algo muy bien valorado en el partido y en el Gobierno.
El ministerio de Empleo de Báñez ha protagonizado otras medidas con mucho menos éxito: una reforma de la formación para el empleo contestada en los tribunales por sindicatos y patronal, e intentos fútiles por impulsar la formación dual, las políticas activas de empleo y la garantía juvenil (el proyecto europeo para ofrecer a los jóvenes desempleados empleo o formación a los cuatro meses de quedarse en el paro). Además, el Programa de Activación para el Empleo, aprobado en los últimos compases de la primera legislatura de Rajoy para tratar de dar apoyo a los parados en peor situación ha tenido un alcance muy inferior al previsto. Pero el mayor déficit del mandato de Báñez ha sido el agujero en las cuentas de la Seguridad Social: la creación de empleo de los dos últimos años no ha servido para equilibrar el sistema de pensiones, que ha consumido durante los años de Báñez la mayor parte del Fondo de Reserva, la hucha de las pensiones.