Lo que va de Fraga al Athletic de Bilbao
El salto de la campaña gallega a la vasca deja la visita de Rajoy a Vilalba y el contraste entre los mítines y la vida en la calle
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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, observa el busto del fundador del PP y expresidente de la Xunta, Manuel Fraga, durante la visita a Vilalba (Lugo) / Lavandeira jr. (EFE)
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Vilalba
Un coche con los altavoces pegados al techo da rodeos por Vilalba, el pueblo donde nació Fraga. Lleva el himno del PP y convoca a las gentes para que se acerquen a Rajoy, que se dejará besar y saludar por los paisanos mientras le vayan grabando las cámaras. En la recta final de la campaña, vuelta a las esencias: el presidente en funciones se detiene frente a la estatua del fundador de su partido y pregunta dónde vivía, aunque no llegará a la puerta. La casa, reformada, está cerrada y tiene una pintada roja en la pared. Han cambiado los tiempos.
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A Rajoy -otra vez sin Feijóo- se le van acercando vecinos. También algunos de los que trataron a Fraga, como un militante de 92 años. Que compara: "Rajoy es más suave que Fraga. Fraga era firme en las cosas y lo que decía, era. Rajoy va transigiendo más. Los tiempos cambian, pero los viejos no cambiamos". Tiene claro su voto, "aunque antes la gente cumplía más y votaban todos al PP". Hay, entre los espectadores, alguien que, en efecto, no votará a Rajoy. Que le acusa de incumplir sus promesas. A él y a otros políticos. Está atento en segunda fila y sabe que no tendrá mejor oportunidad para hablar con un presidente del Gobierno. Pero no lo hará. "He venido a ver, pero me daría vergüenza hablar con él, o con Pedro Sánchez, porque no hacen caso de lo que les decimos". Prefiere quejarse a los periodistas, como si fuera un comité federal o un comité de dirección de los grandes partidos, donde pocos pían.
En plena visita, a uno de los colaboradores de Rajoy se le escapa un comentario: "Vaya campaña más plana". No le falta razón. Lo único que ha animado el debate son los tuits de Podemos. Quizá ese acabe siendo el sitio de las campañas, porque hay más debate en la red que en las calles. Desde el coche, la poca tensión electoral se disuelve al salir de Galicia. Volverá a aparecer al final de la autovía, ya en el País Vasco, aunque igual de discreta. También aquí se lleva el minimalismo electoral. La primera impresión al llegar a Bilbao -en noche de Liga- es que hay más banderas del Athletic que banderines de los partidos.
El viaje de Santiago a Bilbao se hace ya todo por autovía y a un buen ritmo, lo que no puede hacerse en tren. Rajoy acostumbra a citar en sus mítines los beneficios de la autovía del Cantábrico, que deja paisajes preciosos -cuando la niebla deja verlos- y por la que se adelanta a una procesión de camiones cargados de troncos. En Gijón, cuyo centro está repleto de alusiones a Jovellanos, viven algunos gallegos que emigraron. Tienen incluso una sede a pocos metros del centro. Preguntamos por la campaña y cuentan que la viven de lejos, como si no hablaran solo de la distancia física.