Adiós a una luchadora de raza

Madrid

La Fiscalía pierde con ella a una de las profesionales más comprometidas y defensora de la rehabilitación y la reinserción de los jóvenes acusados de la comisión de delitos de toda índole, especialmente de delitos vinculados con el radicalismo islamista a los que decido los últimos años de su vida con un porcentaje de éxito de reinserción indudable.

Blanca hablaba de estos jóvenes como “sus niños” y le quitaba importancia a su trabajo en la Audiencia para hacer que destacara el trabajo de los educadores de los Centros de menores y otros operadores jurídicos que intervienen en la reinserción social de los menores. “Nunca quiso la fama para ella sino para los jóvenes a los que atendía personalmente. Se enorgullecía por cada una de los jóvenes que conseguía rescatar del islamismo extremo" y trabajaba con cada uno de forma individual para conseguir su resocialización”, reconocen sus compañeros. Era optimista por naturaleza “si es negro lo pinto de rosa” decía en muchas ocasiones.

La fiscal estuvo vinculada a la Audiencia Nacional casi desde sus inicios. Ingresó en la carrera fiscal en 1989 y, aunque su primer destino fue en Valencia, se incorporó de forma provisional al departamento que dirigía el fiscal Eduardo Fungairiño en una época muy dura del terrorismo etarra. En esos años la organización criminal asesino a su compañera en la fiscalía, Carmen Tagle. Un suceso “que nunca supo o pudo asimilar del todo”.

La fiscalía de la Audiencia Nacional, ahora coordinada por el fiscal jefe Javier Zaragoza, ha sido su segunda casa. Allí se labró una reputación inigualable por “ser buena gente y buen profesional” y desde a su puesto en menores, Blanca Rodríguez se enfrentó a los efectos del terrorismo en los más jóvenes. Trató con fenómenos como la 'kale borroka' (lucha callejera) y participó en la investigación sobre los atentados del 11 de marzo, ocupándose de la acusación del único menor implicado, El Gitanillo, que fue condenado a seis años de internamiento en régimen cerrado.