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Nueve meses de urna en urna

El pueblo griego vuelve a votar para elegir el rumbo del país tras la renuncia de Tsipras

Una empleada municipal instala una cabina de votación en un colegio electoral de cara a las elecciones anticipadas / YANNIS KOLESIDIS (EFE)

Una empleada municipal instala una cabina de votación en un colegio electoral de cara a las elecciones anticipadas

Madrid

El pueblo que inventó la democracia empieza a perder la fe en ella tras las segundas elecciones generales de 2015. Los hechos del último año en Grecia bien darían para una novela, para una tragedia, para un cuento oscuro en el que los fantasmas son muchos y acechan desde demasiados sitios. Los ciudadanos griegos vuelven a votar este domingo por tercera vez en este aciago 2015.

En enero tuvieron lugar los primeros comicios, unas elecciones en las que la victoria de Sryriza llenó de ilusión las calles de Grecia. Su contundente victoria, rozando la mayoría absoluta, alumbró el camino del cambio, el final de la austeridad, el principio de otro modelo económico. Ocho meses después la realidad es otra. El país al que llegó Alexis Tsipras iniciaba una tibia recuperación, ahora el presente es diferente. En estos meses ha pasado de todo. El cambio por el que luchaba Syriza se topó con el muro europeo y con los acreedores de la inasumible deuda helena. Tsipras y Varoufakis llegaron a Bruselas con la intención de acabar con la austeridad y con las humillaciones. No pudieron. Se enfrentaron a sus socios europeos y acabaron sometiendo a referéndum las condiciones de un nuevo rescate económico.

Tsipras desconcertó a Europa con esta medida y más cuando el primer ministro griego hizo campaña por el NO, considerando que el rechazo de su pueblo sería un arma poderosa en las negociaciones con sus socios. El NO ganó con gran respaldo del pueblo y las calles de Atenas y del resto de las ciudades se volvieron a llenar de ilusión, de la sensación de que las cosas podían cambiar, de que aquel rechazo a la austeridad era una enorme victoria de la ciudadanía contra las instituciones.

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Alexis Tsipras regresó a Bruselas respaldado en la nueva negociación. Pero nada salió como él pensaba. El 6 de julio, Varoufakis dimitió para facilitar las importantes negociaciones que se avecinaban. No sirvió de mucho. El primer ministro griego se sentó a la mesa y el abismo se abrió ante él. La idea de una salida de Grecia del euro comenzó a circular por los pasillos de Bruselas y lo que antes se rechazaba con energía se empezó a contemplar como una posibilidad. Tras una reunión eterna y tensa, Alexis Tripras compareció ante la prensa agotado y derrotado. Había acuerdo. Grecia negociaría las condiciones del tercer rescate en contra de la voluntad de su pueblo. El 14 de julio, Grecia firmó. Aquel acuerdo, que algunos consideraron una humillación para el país mediterráneo, incluía la creación de un fondo de privatizaciones para recapitalizar los bancos y pagar la deuda, además de cruzar varias de las líneas rojas que había fijado Syriza. Aquel acuerdo parecía bastante más duro que la oferta inicial a la que se opuso el primer ministro heleno.

La negociación de Tsipras abrió grietas en su partido y la presión sobre el primer ministro griego se hizo insoportable, aunque consiguió que el Parlamento aprobase el rescate. Poco después, el 21 de agosto, ocurrió lo inevitable. Alexis Tsipras anunció su dimisión. “Sé que no logramos todo lo prometido, pero hemos salvado al país”, argumentó. “Mi mandato del 25 de enero ha vencido. Ahora el pueblo debe pronunciarse. Ustedes con su voto decidirán si negociamos bien o no”, añadió a la par que anunció que volvería a ser el candidato de Syriza.

Este domingo los colegios electorales han vuelto a abrir en Grecia por tercera vez en nueve meses. El pueblo vuelve a votar aunque lo hace con menos fe que en enero, con una menor sensación de que gane quien gane vaya a cambiar algo en sus vidas. Con un país endeudado, sin trabajo y con un pocas perspectivas de que las cosas mejoren, el voto parece menos poderoso que en otras ocasiones. En estos nueve meses Grecia ha despertado de aquel sueño de invierno que apuntaba a una salida de la austeridad, de los recortes sin fin. Aunque en los sondeos de estas últimas semanas Syriza vuelve a estar a la cabeza empatados con Nueva Democracia. El partido conservador, que fue el gran derrotado de enero ha resucitado tras la renuncia de Andonis Samarás y el paso al frente de Evangelos Meimarakis, un abogado con extenso pasado en política que ha conseguido recuperar un partido que muchos daban por muerto. Aunque Nueva Democracia no tiene el peso de anteriores comicios ni el apoyo popular del que antaño hacían gala en la plaza Syntagma, uno de los últimos sondeos le da una ligera ventaja que podría darles el poder. Esta noche Grecia tendrá un nuevo primer ministro, la posibilidad de una victoria contundente que permita un gobierno fuerte parecen remotas y todo apunta a una coalición de varias fuerzas políticas. Gane quien gane, Grecia tiene muchos retos importantes en el corto, medio y largo plazo. El más importante es recuperar un país hundido.

 
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