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"Yo ayudé a la OTAN en Afganistán, ahora soy yo el que necesita su ayuda"

Miles de personas llegan al sur de Hungría en el tren de Tovarnik

Fahim lleva dos meses viajando. Huye de la amenaza de los talibanes en Afganistán. Esta madrugada ha conseguido subir al tren que lo ha llevado a la frontera con Hungría / MARTA DEL VADO

Fahim lleva dos meses viajando. Huye de la amenaza de los talibanes en Afganistán. Esta madrugada ha conseguido subir al tren que lo ha llevado a la frontera con Hungría

Enviado especial a Tovarnik

Fahim es afgano, viene de Kandahar y empezó este viaje hace dos meses. Lo empezó con su primo y unos amigos. Cruzando Irán tuvieron un accidente con la forgoneta en la que iban y varios murieron. Él continuó a Turquía y Bulgaria. Allí le robaron (dinero y ropa, todo lo que tenía, dice) y le golpearon. Después cruzó a Serbia y, finalmente, a Croacia.

Está en la estación de Tovarnik, recostado en un cartón buscando un poco de sombra donde cobijarse del calor. Lleva más de 24 horas esperando un tren que no sabe dónde le va a llevar. "Dicen que a Hungría. O a Zagreb, no lo sé. Lo que quiero es continuar el viaje. No me importa si voy a Austria, Reino Unido, Alemania o España. Sólo quiero llegar a un lugar seguro. Mi vida corre peligro, por eso necesito ayuda",

Estudió ingeniería informática pero con la llegada de las fuerzas internacionales a su país, encontró trabajo como traductor. Colaboraba con la OTAN, con las tropas danesas y británicas, hasta que las amenazas de los talibanes se volvieron insoportables. "Me amenazaban a mí y a mi familia. Así que huí de Kandahar, me fui a Kabul pero allí me volvieron a encontrar. Yo ayudé a las fuerzas de la OTAN en sus operaciones en mi país, ahora soy yo el que necesita su ayuda".

Ya es noche cerrada y, por fin, llega el tren. Varios miles de refugiados y migrantes se amontonan en las vías para poder subir. Agentes de policía y antidisturbios intentan garantizar la calma pero en cuanto las puertas se abren, la gente se echa en avalancha a los vagones. Los que han conseguido subir ayudan a otros, que trepan por las ventanas. Una madre grita porque su hija, no mayor de 7 años, no ha logrado subir. Alguien la levanta y la madre, agarrándola de la camiseta, consigue meterla al vagón. Otra chica llora porque su hermano, que es menor, también se ha quedado en tierra. Los vagones están abarrotados. Las puertas apenas cierran. Dentro, se abanican con lo que pueden, los niños se quitan las camisetas, el que puede se pega a la ventana para que le dé el aire.

Fahim ha conseguido subir. Me saluda asomado a la ventana, sonriendo. "Lo he logrado", dice. "¿Sabes a dónde vas?", le pregunto. "No. Pero da igual, estaré un poquito más cerca de Europa, más lejos de Afganistán". El tren a llegado a las 05:20 de la madrugada a Botovo, una ciudad croata en la frontera con Hungría, según ha informado el gobierno croata. El tren ha vuelto a Tovarnik para repetir la escena.

 
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