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RUTA BBVA | DÍA 3

Hilanderas y tejedores, los 'artistas' que dan color a Curití

Visitamos una pequeña cooperativa de Curití, un municipio colombiano dedicado a la fabricación de textiles a partir de las fibras extraídas del fique, un planta de la zona

Bobinas de hilo sacadas de las fibras de cabuya del fique / JOSÉ M. ROMERO | Curití

Bobinas de hilo sacadas de las fibras de cabuya del fique

Curití (Colombia)

Una localidad empeñada en mantener sus tradiciones, de casas tan coloridas como los hilos tintados que esperan ser tejidos en sus patios. Curití es un refugio del pasado en la provincia de Guanentá, en el departamento colombiano de Santander. De origen indígena, este pueblo se mueve al ritmo de la rueca de las hilanderas y el compás de los tejedores, un trabajo artesanal que viste, complementa y decora a gran parte de la región y a muchos extranjeros.

El trabajo comienza en el campo. El fique es una planta tropical de origen andino, tan áspera como carnosa, que necesita cuatro años de cultivo y cuya vida dura entre 10 y 12. Los agricultores le cortan cada tres meses varias hojas para extraer las fibras de cabuya que están en su interior. Tras un lavado para retirar los residuos, se peina y desenreda la fibra con un cepillo gigante y untando mantequilla vegetal para dejarla tan lisa como la cola de los caballos de la zona.

Una hilandera junta hilos de la fibra con la yema de sus dedos

Una hilandera junta hilos de la fibra con la yema de sus dedos / JOSÉ M. ROMERO | Curití

Una hilandera junta hilos de la fibra con la yema de sus dedos

Una hilandera junta hilos de la fibra con la yema de sus dedos / JOSÉ M. ROMERO | Curití

En ese momento entran en acción las hilanderas, que despliegan su arcoiris para tintar la fibra, lavarla con agua y jabón y hervirla. Su manos y su paciencia se encargan del paso clave del proceso: la hilatura. Las mujeres unen las fibras con las yemas de los dedos hasta sacar finos hilos listos para ser tejidos y darle forma. Los telares de una madera envejecida empiezan a moverse al ritmo de los pies de los hombres, que presionan con fuerza sus dos o cuatro pedales para ir mezclando y comprimiendo los hilos. Las telas están listas para darle forma. Bolsos, zapatos, tapetes, cortinas... un sinfín de productos llenan las dos pequeñas tiendas junto al taller.

La cooperativa Ecofibras gestiona desde hace más de 20 años todo este proyecto que da trabajo a más de 100 personas en la región. La mayoría utiliza sus casas para completar parte de un proceso artesanal al que se niegan a renunciar por máquinas industriales. “La esencia son nuestras manos”, comenta uno de los encargados. Las piezas se venden por toda la región, en Bogotá y Medellín, pero también participan en numerosas ferias y exposiciones, lo que le ha permitido recibir numerosos encargos de paíes como EEUU y Suiza “¿Quién no querría que todos estos colores alegraran su vida?”, concluye la dependienta con una sonrisa de buena vendedora.

Una de las tiendas de Ecofibras en Curití

Una de las tiendas de Ecofibras en Curití / JOSÉ M. ROMERO

Una de las tiendas de Ecofibras en Curití

Una de las tiendas de Ecofibras en Curití / JOSÉ M. ROMERO

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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