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Pedro Sanz, dos décadas de control absoluto

Sanz, al que le importaba un pimiento lo que dijeran de él, el que se reía del mundo, según sus propias palabras, no se ve gobernando en minoría. Cuando ha entrado aire renovado en el Parlamento regional, él ha salido de la presidencia del Gobierno

El presidente en funciones del Gobierno de La Rioja, el popular Pedro Sanz, a su llegada a la rueda de prensa en la que ha anunciado que no optará a la reelección a este cargo / Abel Alonso (EFE)

El presidente en funciones del Gobierno de La Rioja, el popular Pedro Sanz, a su llegada a la rueda de prensa en la que ha anunciado que no optará a la reelección a este cargo

Logroño

Hace unos meses, Pedro Sanz convocó a su equipo a una reunión por sorpresa. Les dijo, básicamente, que estaba cansado, que eran muchos años y que no tenía problema en irse, en no volver a ser candidato. Les dejó a solas para que debatieran el tema y, si llegaban a la conclusión de que lo mejor era que se fuera, se lo dijeran. El pasado 24 de mayo, Pedro Sanz volvió a ser candidato para la presidencia de La Rioja. Ahora, lo deja porque no cree que sea “el más adecuado para gobernar en minoría”. Se va después de 20 años con mayorías absolutas.

En esta última legislatura, Sanz ha tenido menor presencia, salvo en la recta final, conforme se acercaban las elecciones. Tampoco le hacía falta desgastarse, daba la sensación de que podía ganar las elecciones sólo con que los chavales de Nuevas Generaciones pasearan su foto por las calles. Porque en los primeros 16 años, Sanz ya se había recorrido La Rioja entera. Ya había charlado con cada paisano que sale a tomar la fresca a la plaza del pueblo. Sanz, sin ser especialmente simpático, había conseguido proyectarse en algo así como un riojano medio. Lo retrata su famosa casa de aperos, ese chalet polémico que le ha perseguido estos últimos años. Más allá de la polémica sobre su construcción, ejemplifica lo que ha sido el presidente saliente riojano. Esa casa era el sitio de su recreo, su lugar de escapada, sus vacaciones, su turismo; está a menos de 10 kilómetros de Logroño. Cuesta imaginar a Sanz yéndose al Caribe. Como muy lejos, a Salou. El riojano medio.

Hace unos días, cuando ya se estaba yendo pero no lo había dicho (sólo Pedro Sanz suele saber lo que va a hacer Pedro Sanz), se reunió con un periodista y un fotógrafo del diario La Rioja a comer una ensalada y unos huevos fritos. “Sé que tengo una imagen autoritaria y que los periodistas me llamáis Pedrone, pero es ficticia”, soltó sin complejos. Es cierto, a Pedro Sanz se le llama popularmente Pedrone, pero no es un apodo sólo de los periodistas, está en la calle. Incluso ese típico chascarrillo con forma de cubalibre: un Pedrone es un cacique con Coca-Cola. ¿Por qué? Pues porque mientras paseaba por cada pueblo, visitaba cada nuevo negocio que se abría en La Rioja, no se movía un papel en la región sin que él lo supiera.

Hace unos años, Pedro Sanz y un joven estudiante coincidieron en una entrega de premios. El chico quería hacerse una foto con el presidente, así que se la pidió. Después, Sanz le preguntó por su nombre, su edad, su carrera, el lugar dónde estudiaba... Le hizo la 'ficha'. Ese interés, quizá impostado, quizá no, transmitía la sensación del control absoluto. Una tarea en la que se ha apoyado también en algunos de su consejeros, como Emilio del Río, el hombre encargado, entre otras tareas, de repartir algunas subvenciones... Y de mantener un 'estrecho' contacto con los responsables de los medios de comunicación.

Pedro Sanz se va después de 20 años. En 1995 el Logroñés estaba en Primera y Aznar aún no había ganado las elecciones. Dos décadas después, en La Rioja hay aeropuerto pero no AVE y por carretera se han mejorado algunas conexiones, pero la región sigue vertebrada por una autopista de pago. 20 años después, muchos se preguntan qué será de ellos a partir de mañana. No ya por las redes clientelares, sino en el propio PP riojano: la sede antes de su comparecencia parecía un velatorio. Una sede, por cierto, investigada en los papeles de Bárcenas.

Sanz se va a Madrid, donde recurrentemente se le ubicaba como ministro, aunque el rumor corría siempre con más insistencia en la calle Laurel que en Génova, 13. Sanz, al que le importaba un pimiento lo que dijeran de él, el que se reía del mundo, según sus propias palabras, no se ve gobernando en minoría: cuando ha entrado aire renovado en el Parlamento regional él ha salido de la presidencia del Gobierno. Está por ver si ese oxígeno alcanza al exiguo debate público que han dejado los 20 años de mayorías absolutas en La Rioja.

 
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