El desahucio de los desahuciados
No pesaba ninguna hipoteca sobre su tienda de campaña. Pero les echaron hace cuatro días. Hace cinco habían vuelto del hospital; Soufa dió a luz a un bebé por cesárea. Pero el arrendador no sentía la cicatriz de Soufa en su vientre; necesitaba el cacho de tierra y punto
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Jaled -el marido de Soufa- se ayuda de los vecinos para levantar la nueva casa / ÁLVARO ZAMARREÑO
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Valle de la Bekaa (Líbano)
En este nuevo campo, parecido al anterior, Soufa espera con el bebé en sus brazos, sentada a la sombra de otra tienda (pueden llamarla ‘chabola’), mientras Jaled -el marido- se ayuda de los vecinos y levanta la nueva residencia familiar.
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Están acostumbrados a una vida dura, porque hasta que se vinieron hace siete meses, trabajaban en una granja en Hama, una ciudad mediana en la autopista entre Alepo y Damasco, recordada por ser el lugar en que el régimen sirio -en la época del padre, Hafez- enterró bajo los escombros a milicianos de la Hermandad Musulmana, y a otras muchas personas.
Estas noches las están pasando en las tiendas de sus vecinos. Soufa dice “Hamdulilá” (plegaria a Dios) como quien dice “y qué le vamos a hacer”. Mientras los hombres levantan los listones de madera que harán de estructura, los niños juegan entre el barro y tablones tirados por el suelo, que se usarán en la construcción, pero que de momento amenazan con desgracia por los clavos que les sobresalen.
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Su parcela en ‘Ghazi 09’, nombre del campo para las organizaciones que trabajan en él, está rodeada de las de otras familias. Son 600 personas asentadas entre el rio Litani, que baja bravo por el desnieve, una baquería, una casita en la que vive una familia libanesa y otro campo, separado por un camino embarrado.
No hay electricidad, ni agua corriente, ni alcantarillado, ni siquiera escuela para sus 200 niños. Ni pizca de alegría entre Jaled y Soufa por entrar a vivir a su nueva casa. Perdieron gran parte de lo gastado en levantar la anterior. La nueva les cuesta 600 dólares en materiales y 66 dólares mensuales en alquiler. No tienen trabajo; sobreviven con los 19 dólares en comida que les distribuyen cada mes a cada miembro de la familia.