«Haberlo pasado tan mal, haberte recuperado y poder ayudar a tanta gente, no tiene precio». Es una frase cargada de emoción que a Pedro García Aguado le sale del corazón en la presentación ante los medios de la nueva temporada de «Hermano Mayor» (este viernes, 21:30h en Cuatro). Porque hay mucha realidad en «Hermano Mayor» y mucha ayuda, más de lo que quizá muchos espectadores crean. En los cinco años de programa, se ha ayudado a 84 familias con las que más de 60 aún se mantiene un contacto y un seguimiento. A Pedro le gusta hablar de segundas oportunidades. No solo es el eslogan de su programa, es uno de los pilares en los que más fuertemente cree. Por eso se emociona cuando ve las imágenes de los chicos y chicas que pasan por «Hermano Mayor». Le emocionan los momentos complicados, de violencia filio-parental , los abusos... pero también se emociona en clave positiva, cuando ve que él (a través del programa o de su fundación) ha podido ayudar a estas familias con problemas. Le emociona sentir que, en gran medida, él ha podido a contribuir a que ellos y ellas tengan esa segunda oportunidad en la que tanto cree. El programa crece en su séptima temporada. No solo este espacio y Pedro son un referente para la cadena, Cuatro; sino que lo son para los jóvenes que identifican a Pedro García Aguado con ese tipo que los puede ayudar porque él sí puede entenderlos. En esta nueva entrega, «Hermano Mayor» pone cara a lo que para la sociedad son problemas revestidos de estadísticas: adicción a internet, adicción al gimnasio, pandilleros, sexo de riesgo, conflictos de identidad sexual... Los medios y las instituciones lo reducen a porcentajes y Pedro se queja de que hoy en día se siga trabajando tan poco en su prevención. Abrumado comenta Pedro la cantidad de personas que se ponen en contacto con «Hermano mayor» o con él -incluso por redes sociales- pidiendo ayuda. No pueden ocuparse de todos los casos, algunos los tratan, otros los derivan a otros centros y por otros, sencillamente, no pueden hacer nada. Eso le crea pesadumbre porque Pedro García Aguado es tan de verdad como su programa. Por se le pone la piel de gallina durante la entrevista al hablar de esos casos en los que hay una sonrisa después de tantas lágrimas de dolor. Has comentado que, parte de culpa de que te emocionaras tanto en la entrevista con Risto estuvo en la localización: llevarte a una piscina, colocarte el sofá con ese mensaje que tenía escrito... ¿Qué importancia tiene en la labor que llevas a cabo en «Hermano mayor» el ambiente, la localización donde trabajas con los chavales problemáticos? Es muy importante recrear situaciones que él se cree que domina, pero no domina. Cuando él se siente inseguro en esos sitios es cuando él se está mostrando como realmente es. Esa inseguridad es lo que le hace muchas veces comportarse de manera violenta. Sobre todo hay que sacarles de la «zona cómoda». Ellos han estado un estado de tiranía dentro del ámbito del hogar. Hay que romper ese estado de tiranía con diferentes actividades que romperán sus creencias en las que tanto se han apoyado para maltratar y juzgar tan duramente a sus padres Muchos que ya conocerán tu historia, ¿cuándo decides hablar de ella con los chavales para que empaticen contigo? En los primeros momentos no debo abrirme demasiado. Necesito condenarles. Si yo les muestro absolutamente mis sentimientos, les hablando demasiado. Y eso no me gusta porque sus comportamientos son absolutamente inaceptables. Cuando yo veo el momento adecuado, ahí les cuento mi historia. Pero no es decirles «como yo he pasado por esto, tengo la razón»; sino «yo, de alguna manera, puedo saber cómo te sientes». Que escuchen eso de mí, es bueno. ¿Qué peligro tiene eso que oímos a muchos padres decir sin importancia de «este niño es que siempre se sale con la suya»? [Asiente] Lo dicen porque piensan que el crío, en algún momento, cambiará y realmente, un chico cambia si tú le ayudas a cambiar y si tu le enseñas que en la vida existe un principio, que es el principio de realidad, que es «hijo mío, por mucho que yo te quiera, las cosas no van a ser siempre como tú quieras. No te digo que no luches por tus sueños, pero tú no vas a poder cambiar la realidad a tu antojo». Y esto es lo que hacen muchos de estos niños: cambiar la realidad y manipularla para hacerla a su antojo y no como es. Esa frase, el «siempre se sale con la suya» yo pienso que es que en algún momento, como padre me he rendido. A mi hijo le tengo que decir algunas veces «no», y si se lo tengo que decir 15 veces, se lo digo 15 veces... no pasa nada. No hay cosa que más valor le dé a un objetivo que el hecho de pelearlo, enfrentarse a la adversidad para conseguirlo. Una de las cosas en común que tienen los chicos y chicas de «Hermano Mayor» es que rehúyen enfrentarse a la adversidad y luchar por lo que quieren... Se ha perdido la cultura del esfuerzo. Ha habido una época de bonanza en la cual a nuestros hijos se lo hemos dado todo sin decirle lo que cuesta conseguir esas cosas, por el mero hecho de que buscamos su felicidad. No se puede culpar a un padre que le quiere dar todo a su hijo, pero dáselo haciéndole ver qué cuestan las cosas, para que se esfuerce un poco. Porque el día de mañana, eso que tú no le vas a poder dar, lo va a tener que conseguir él. Si no se lo has enseñado no le podrás culpar de no esforzarse. ¿Qué épocas crean más chavales susceptibles de aparecer en «Hermano Mayor»: las de crisis y escasez o las de bonanza económica? Las de crisis lo que hacen es que aparezca el sufrimiento y aparezca la realidad. Pero ¿Qué es lo que fomenta que los chicos se comporten de esa manera? Da igual que sea crisis, que sea bonanza: pienso que tiene mucho que ver con la personalidad de cada chaval y también con la forma de educar de los padres. Si yo, como padre, le permito salirse siempre con la suya, posiblemente, el día de mañana querrá salirse también con la suya, porque es un comportamiento aprendido, no es que sea mal chaval. Eso se educa desde pequeñito... Claro, pero cuando a uno de estos chavales se le habla de esfuerzo, de no ir siempre por le camino fácil... ¿cómo se le dice que lo bueno para él es empezar a trabajar 8 ó 10 horas al día para conseguir, quizá, 700 euros al mes, si ahora se comportan como tiranos para tenerlo todo a cambio de nada? Eso hay que enseñarlo desde pequeñito. ¿Cómo? No premiando lo obligatorio: no premiando el hacer los deberes, hacer tu cama, llevar la ropa sucia al cesto... Eso hay padres que mal-enseñan a sus hijos en este sentido: «mira qué bien te has portado, toma 5¤». Así, el chico vive en la irrealidad y se piensa que luego por trabajar le tiene que dar desmesuradamente. La frase sería: se premia lo extraordinario, se refuerza positivamente lo obligatorio. ¿Haces la cama? ¿Recoges la ropa? Bien hijo, te quiero. Pero el dinero tiene que venir con el esfuerzo. Ayudar en el hogar o ir al colegio con menos de 16 años es su obligación. Has comentado, a modo de anécdota, en la rueda de prensa que tú llegaste aquí a Mediaset hace más de cinco años con una chupa de cuero, con pose de durito para ver si te elegían como conductor de «Hermano mayor», ¿cómo fue ese proceso? Llegó un mail [donde se hablaba del casting para este programa] al centro terapéutico donde yo estaba y acababa de publicar en 2008 el libro «Mañana lo dejo». Yo tenía como web la del libro, así que la envié en el mail sin esperanzas de que la miraran. La productora, PluralEntertainment, se entretuvo en buscar educadores, psicólogos, hacer castings... así que yo estuve casi un año esperando a que me contestaran. Yo ya daba por hecho que no me llamarían. [interrumpo] ¿En ese tiempo no tuviste ningún contacto con ellos? No, no. Las pruebas que hicieron no les funcionó ninguna porque presentar mi nombre a la cadena... nadie me conocía: el libro, waterpolista... pero si no sabe de televisión, ¿cómo nos vamos a arriesgar? Por eso fue el hecho de venir con cazadora de cuero y tal, por el perfil que estaban buscando. Y les gustó cómo hice el casting. Me pusieron a un chaval que se portaba muy mal, un verdadero cabrón que resultó ser un actor... yo no lo sabía [ríe]. Yo venía de terapias de confrontación: 50 adictos, uno que te quiere vender la moto, otro que viene de manipular a la familia, el otro no acepta las normas. Yo confrontaba. Y cuando confronté a ese chaval de esa manera, dijeron: «este tío nos vale». Ese fue el proceso. Y desde que empezó ha sido un no parar. A mí me gustaría que echases la vista atrás. Incluso antes de las olimpiadas aquellas exitosas... Volvieras a tu edad adolescente, juvenil. ¿Dime algo de esa etapa que tú recuerdes para bien, que te haga feliz recordarlo? Yo creo que con Risto me pasó esto, una mezcla entre tristeza y alegría. La alegría era esos momentos de ir a los entrenamientos con Mariano García y la Escuela Madrileña de Waterpolo y sentirte que realmente hacías algo que se te daba muy bien; que eras capaz de nadar y llegar el primero, que eras capaz de lanzar y meter cinco goles, que eras capaz de irte a la Casa de Campo y ser un iron-man. Ahí es donde yo me sentía bien. En otros aspectos de mi vida, no. Pero entrenando con Mariano y en la Escuala, aunque era muy duro, me sentía realmente feliz. ¿Y qué crees tú que te abocó al mal camino? Visto ahora con perspectiva... Falta de consciencia de riego. La ignorancia absoluta de que tomarte una copa, dos, tres... me iba a convertir a mí en un drogadicto. Yo pensaba en drogadictos como los que están en barrios marginales, en las chabolas, con la jeringuilla... Yo pensaba «yo no soy eso». Esa falta de consciencia hizo que yo consumiera demasiado pronto y también consumiera mucho. En «Hermano Mayor», sí que cada vez más vemos casos de chicos y chicas pertenecientes a familias pudientes, pero sigue no siendo lo habitual. ¿Entre las familias de clase media-alta o alta hay más recelo a enseñar este tipo de problemas por el qué dirán? Pienso que la gente, si tiene este problema y lo quiere solucionar, acude a la televisión o a mi despacho de Barcelona u otros centros con los que colaboro. El rango social se está elevando a clase... No me gusta hablar así, mejor «de recursos económicos medios, medios-altos». Ya no es un tema de barrios marginales y familias desestructuradas, es una cosa trasversal en la que -según las estadísticas- en la mayoría de casos de violencia filio-parental, uno de los padres tiene estudios superiores. Imagínate cómo se rompen todas las teorías. En las seis temporadas que ya se han emitido, hemos visto como buena razón del origen de esos comportamientos estaba en la identidad sexual del chico o la chica y de los problemas que esto le generaba. ¿Crees que en estos 5 años de «Hermano Mayor» la sociedad se ha concienciado más en este tema y os es más fácil tratar estos casos porque existe ya menos rechazo de su entorno? Recogemos muchos de estos chicos que han sufrido bullying en el cole por el tema de su tendencia sexual. Pero ¡ojo! hay que hacer una diferencia: una cosa es la tendencia u orientación sexual y otra la identidad sexual. Este año hemos ido un paso más lejos, hemos tratado a una transexual. En pleno siglo XXI, eso no está ni entendido ni aceptado en la sociedad, ni la gente tiene idea de lo que es. Al colectivo transexual todavía se les ve como unos enfermos, como unas personas que están como están porque ellos quieren estar así... cuando realmente están viviendo una situación muy difícil hasta que pueden conseguir su reorientación de sexo. ¿Deberían las instituciones y gobiernos ver «Hermano Mayor»? Ellos se basan en el conflicto, cuando aparece, no están haciendo nada para prevenir casos de violencia filio-parental. Yo me estoy situando ahí, en cómo prevenir ese tipo de comportamientos. Ahí sí que la sociedad debería hacer algo. El problema es que estos chicos han crecido en una sociedad, donde las nuevas tecnologías les permiten interactuar todo el rato, opinar, decir si un programa de televisión les parece bien o mal, debatir... ¿No es un poco incongruente que el sistema educativo se siga basando en ponerlos frente a una pizarra y en aglutinar conocimientos que solo van en una dirección? No ayuda mucho el sistema educativo, debería reflexionar. No solo para el 80% de chavales que absorbe muy bien esos conocimientos, sino para ese 20 restante que luego se convierte en un 30% de fracaso escolar. Ahí hay que hacer algo. Y se tiene que hacer desde abajo, en infantil. Desde casa y desde el sistema educativo. ¿Nunca te han dicho: «cambia lo de ser Hermano Mayor para ser Ciudadano Mayor y coger a todos estos de las tarjetas opacas y corruptos y darles una terapia»? [Sonríe] ¿Sabes lo que pasa? Que yo tampoco soy nadie para dar lecciones de moral. Pienso que lo que hay que hacer es que esos referentes no sean los que copien nuestros hijos. Ese es el mensaje que podemos dar. Corruptos y gente que se salta las normas y las leyes, los va a haber. A nuestros hijos hay que decirles es que eso es lo que no hay que conseguir; sino no ser corrupto y no robar. ¿Qué saca lo peor de ti? La injusticia y la desigualdad. Me enervan mucho. En «Hermano Mayor», cuando veo a los chavales que intentan abusar de los padres porque se sienten más fuerte, me enerva. Luego me digo a mí mismo: «lo hace porque no sabe comportarse de otra manera». Me pone muy nervioso cuando alguien se quiere aprovechar de su fuerza y genera un entorno de desigualdad para sacar provecho. ¿Qué te entristece? ¿Qué te deja chafado? Triste, triste... quizá cuando me siento impotente por no tener la posibilidad o el recurso de asesorar a una familia con la solución al problema de su hijo/a. Yo conozco centros de drogodependencia, pero son muy caros, con precios brutales. Y sé que hay otros menos caros, pero que no son tan efectivos. Me produce tristeza no poder ayudar a todo el mundo que recurre a mí. Te he visto emocionarte mirando las imágenes de lo que va a ser esta temporada. Una sincera emoción... ¡Claro! ¡Es que eso es real! Yo llego a una casa y la madre se me abalanza llorando. Eso no llega a la pantalla, pero existe. Y vas a una casa y el padre te mira a los ojos y está destruido pidiéndote ayuda. Ellos también tienen cierta desconfianza porque ven las cámaras. Cuando ayudas a esa gente y cuando esos chavales sacan el corazón, si no te emocionas es que eres de hielo. Me gusta emocionarme. ¿Qué valor tiene una sonrisa en todo este panorama de sufrimiento? ¿Qué valor hay en una sonrisa para ti? Hubo un amigo mío, terapeuta, que cuando yo estaba pasando por situaciones complicadas antes de encontrar un nuevo sentido a mi vida me decía: sobre todo, no pierdas la sonrisa; levantar la barbilla y sonreír es capaz de cambiar tu estado de ánimo. Cuando veo esos padres, en la última imagen en la que yo le traigo a su hija y ven esa cara, y los ves sonreír: a mí se me pone la piel de gallina [muestra el brazo así]. Y claro que te ilusiones.