Risto Mejide ha anunciado en Twitter que Mediaset ha decidido renovar su programa de entrevistas en Cuatro, «Viajando con chéster» por una segunda temporada. Renovación que no resulta sorprendente, pues los datos del programa superan la media de la cadena, aunque tampoco obvia, pues los números de audiencia han ido sufriendo un progresivo deterioro. Cuatro emisiones de «Viajando con chéster» han bastado para que Mediaset decida dar una segunda temporada a este programa en el que Risto Mejide sienta a sus entrevistados en un sofá tipo chéster y departe con ellos durante algo más de media hora. Las mismas cuatro emisiones que han hecho falta para que el programa haya perdido ya casi un tercio de la audiencia que cosechó en su debut. «Viajando con chéster» fue a parar a una franja complicada, la del prime time del domingo, en donde tendría que competir con la serie «Aída» en Telecinco, con «El Peliculón» de Antena 3 y, sobre todo, con «Salvados», un programa dónde un tipo resuelto -Évole- hace preguntas incómodas a personajes de interés público. ¿Nos ofrecería Risto una versión zafia y polémica de lo que llevaba años ofreciendo Jordi Évole? Esa pregunta se hacían muchos antes del estreno. Por tanto, «Viajando con chéster» no lo iba a tener fácil para asentarse. Eso sí, quizá esa franja sea la que mejor para un programa de estas características. El día de su estreno, 23 de febrero, coincidió con la emisión en La Sexta de «Operación Palace», el falso documental de Évole sobre el 23-F que rompió audímetros al seducir a más de 5,2 millones de espectadores y un 23,4% de share. «Viajando con chéster» cosechó en esa difícil noche un 9,5% de share. Era un buen dato. Risto se encargó de advertir en los días previos al estreno de su programa que no llegaba para competir con «Salvados», sino para ofrecer una alternativa. «La gran noticia al día siguiente del estreno, no será que Évole ha arrasado a Risto -que seguramente será así y estaré encantado de que ocurra-, sino que la gran noticia será que, a partir de este domingo, no sólo habrá un programa incómodo para los de arriba, sino que habrá dos», afirmaba en una entrevista al portal de televisión de la Cadena SER. Ese primer capítulo de «Viajando con chéster» fue, a la postre, el más visto y el que presentó el mejor dato de cuota de pantalla. Risto charló con Zapatero primero y con el piloto Jorge Lorenzo después. A partir de ahí, «Viajando con chéster» sólo ha hecho bajar en audiencia semana tras semanas. Programa 1: 2.072.000 y 9,5% (Zapatero y Jorge Lorenzo) Programa 2: 1.800.000 y 8,5% (Revilla e Iñaki Gabilondo) Programa 3: 1.477.000 y 7% (Cristina Cifuentes y Sor Lucía Caram) Programa 4: 1.385.000 y 6,6% (Loquillo y Anasagasti) Sin embargo, paradojas de la televisión y sus audiencias, ese primer programa fue el peor de los cuatro emitidos hasta la fecha; en especial su entrevista con José Luis Rodríguez Zapatero. Elegantemente vestido con un traje y con corbata roja, a juego con el color del sofá chéster en el que sentó al expresidente, Risto adoptó una postura cómoda, casi irrespetuosa frente a su entrevistado. Como si sintiese la necesidad de estar a la altura del personaje que se ha creado, de ese borde que necesita faltar a su interlocutor para poder decir que él habla de manera clara, directa y sin rodeos. La charla o entrevista de Risto con Zapatero resultó molesta para el espectador, pues Risto la tensó sin necesidad y sin que su acompañante entrara al trapo. Especialmente impertinente fue ese «do you speak English?», con el que casi consigue humillar al expresidente por su carente dominio de este idioma. Frente a él se encontró un hombre tranquilo, que sospechaba lo que podía ocurrir y que encajó bien los golpes bajos de su entrevistador. Tuvo, además, Zapatero la elegancia para aconsejar a Risto que mejorase su proceso de documentación cuando hablaban de cómo funcionan las cumbres internacionales: «Sí pero cuando veo que alguien en Europa que va con traductor...», le espetaba Risto; «Perdona, para que te vayas enterando, con traductor va todo el mundo.», le respondió Zapatero. No fue lo peor de ese primer encuentro en el que Risto parecía no querer defraudar a nadie y tuvo muy presente el echar en cara todo aquello que cualquier transeúnte que se cruzase con el expresidente por la calle podría decirle. «Nos traicionaste», llegó a afirmar Risto. Entrevistas conversadas y cambio de chip «Esto va de conversaciones», le comentaba Risto a Loquillo en el programa del domingo. En cierto modo, miente. Sí, son conversaciones en las que el invitado es consciente de estar ante una entrevista, pues Risto pregunta y repregunta. Es Risto quien saca los temas de conversación, el que decide sobre qué debe opinar su interlocutor y cuándo puede él expresar sus propias opiniones. No es una conversación al uso. Con Iñaki Gabilondo, la primera parte de su charla fue bajo la clara estructura de pregunta-respuesta. Llegando al tema de la monarquía, Risto preguntó a Iñaki si le había preguntado al rey por su intención de abdicar y sobre cuál fue la respuesta del monarca. Hasta dos veces debió pedirle Gabilondo que le dejara mantener en secreto la respuesta del rey a su pregunta. Risto preguntó y repreguntó, por mero morbo televisivo. Y al igual que no son conversaciones usuales, tampoco debemos de esperar encontrar la entrevista periodística perfecta. «Me estás contestando como a un periodista», dijo Risto en su tercer programa a Cristina Cifuentes -junto con la de Loquillo, la mejor de las charlas-. Para sentarse frente al televisor y ver «Viajando con chéster» es necesario cambiar el chip. Ser conscientes de que estamos ante una variante de un programa de entrevistas y de un programa de conversaciones. «Viajando con chéster» es esa alternativa que nos prometía Risto. En dicha variante cabe la opinión del entrevistador. No en pocas ocasiones, Risto se ha servido de las respuestas de sus entrevistados para sentar cátedra, para ofrecer su visión del mundo y para otorgar cierta superioridad moral a sus valores. Durante la charla con Sor Lucía Caram, Risto se valió del discurso de una monja que muestra una manera de concebir la religión más cercana a la suya, para exponer sus opiniones sobre la Iglesia, sus riquezas y su doble moral. Mientras tanto, su interlocutora aplaudía alguna de sus afirmaciones y rebatía otras. Lo peor de esto -desde el punto de vista del espectador- es que el invitado pasa a un segundo plano en favor del entrevistador. Sor Lucía o Revilla quedan reducidos al trampolín desde el que Risto salta y expone su particular visión de temas que él mismo ha decidido poner sobre ese sofá. Mucho que mejorar en un producto televisivo potente «Viajando con chéster» debe mejorar en algunos ámbitos, empezando por este último. Las emisiones más interesantes han sido en las que Risto ha logrado mostrar un lado más desconocido o más personal de su interlocutor. Y lo consiguió a través de la escucha. En la entrevista con Cristina Cifuentes, se aprecia claramente esta diferencia. Cuando Risto ponía el foco sobre sí con sentencias del tipo «Son políticos, tienen que ser hipócritas», «tenemos un presidente del gobierno muy criticable por muchos aspectos», apagaba al mismo tiempo el foco sobre su entrevistada. El interés del programa queda reducido a si al espectador le interesa conocer el punto de vista de Risto sobre la actualidad y la vida. En cambio, cuando preguntaba a su entrevistada, cuando la dejaba explicarse, cuando lograba ponerse en su lugar y, sobre todo, cuando escuchaba atento la respuesta, Cifuentes aparecía como pocas veces la hemos visto. Afloraba el lado más humano de ella y de sus entrevistados. Risto tuvo una manera ejemplar de abordar con Cifuentes su traumática experiencia del accidente que casi le cuesta la vida. Risto no necesita ser soez ni vulgar. El público no espera que frente a Gabilondo, Jorge Lorenzo o Anasagasti se siente ese jurado faltón de «Operación Triunfo» que se enfrentaba a todo de malos modos. No necesita preguntarle a una monja si se masturba («¿Nunca has tenido sexo? ¿Ni contigo misma?»), ni a Loquillo. No necesita usar expresiones como «nos vamos a cagar en su puta madre». No necesita hablar de sexo o drogas para que su compañero de charla se quite la coraza que quizá mantenga ante las cámaras. Nada de esto es ni sinónimo ni garantía de calidad. Ni tampoco es una forma de alcanzar una respuesta más interesante. También desentona bastante esa locución inicial en la que la voz en off de Risto lanza una reflexión sobre distintos aspectos de la propia existencia humana. No por lo que dice -que puede ser una manera interesante de editorializar el formato-, sino por la manera en la que está locutada. Demasiado comercial, como de spot publicitario. Como de Teletienda. Contrasta para mal cuando, instantes después, esa misma voz inicia la conversación. Con todo, es una buena noticia que Mediaset haya decidido renovar este formato de La Fábrica de la Tele por una segunda temporada. Porque es algo nuevo, y eso siempre es positivo en un mundo tan poco original como el de la televisión comercial generalista. También por ser un espacio de interés; lo demuestra que un programa de un presupuesto tan discreto y de una producción tan sencilla -no significa que fácil- termine compitiendo bien en una franja muy disputada. Es una buena noticia su renovación porque «Viajando con chéster» es un programa que hace preguntas y en la televisión, en los tiempos que corren, las preguntas no están demás, sino de menos. No todo es malo en el sofá de Risto. Quizá por eso merezca la pena pasar un rato sentado allí cada domingo.