«No nos habían hecho aún una entrevista a los dos juntos», dice Álvaro Cervantes instantes antes de ponerse frente al amarillo micro de la SER con su compañero de rodaje, el actor Ferran Vilajosana. Hubo una mirada de complicidad entre ambos. Era como si les apeteciese. Iban a hablar de la amistad entre sus dos personajes en la nueva serie de Antena 3 «El corazón del océano». Terminaron hablando de la suya. «Ya lo tienes, ¡vuélalo!», comenta muy expresivo Ferran y acto seguido chasquea los dedos y emite un ruido con la boca para poner banda sonora a sus palabras. Cuenta que se preparó su personaje de «El Corazón del Océano» escuchando los consejos de muchos, pero sobre todo de su compañero de rodaje Álvaro Cervantes: «Álvaro me propuso: ya lo tienes, ¡vuélalo!¿Sabes? Como que tiene que coger otra voladura. Y nada, te digo que me fijé en el Scrat de Ice Age, en Timón de El Rey León y un poco en Jack Sparrow de Piratas del Caribe para crear ya esta vuelta de tuerca». El personaje del que nos habla Ferran es Pelayo, un desarrapado, pordiosero y pícaro muchacho de la España del siglo XVI. Esa España en la que el valor de la vida de una persona la establecía el origen de la misma y su apellido. Pelayo era de esos que no tenían más origen que el de las calles. Ferran habla con pasión de este proyecto que estrena Antena 3, tras permanecer aguardando su emisión más de dos años y medio. El rodaje de «El corazón del océano», adaptación televisiva de la novela del mismo nombre, fue un descubrimiento para los que formaron parte de él. Una experiencia imborrable. De esa experiencia, afirma Ferran «Me llevo a Álvaro, a toda la gente... Me llevo la generosidad que ha habido en esta serie. Álvaro ha hecho que yo crezca y espero de todo corazón que mi trabajo haya hecho que el suyo crezca». Ferran se pasa la mano por su despeinado pelo. Las palabras salen de su corazón de una forma abrumadora. No habla muy alto. Su marcado acento catalán delata su procedencia. A dos meses de cumplir los 26 años acaba, prácticamente, de mudarse a vivir a Madrid para protagonizar la obra «El cojo de Inishmaan» (dirigida por Gerardo Vera). «El corazón del Océano» será el proyecto que lo acerque más al gran público. No es un novato, en Cataluña y en su Barcelona, lleva dando rienda suelta a su alma de actor desde hace tiempo. Se ruboriza al hablar de Álvaro Cervantes. «Lo considero un hermano después de esto», dice Ferran sobre él, «Ha sido un viajazo que nos hemos pegado todos. Tanto los personajes como nosotros. Recuerdo que cada día nos decíamos ¡Estamos despiertos! porque era tanto lo que aprendíamos del curro, del compartir...» Con una chupa de cuero marrón, cuello de piel de borrego, vaqueros oscuros y camiseta, Álvaro lleva la voz cantante de la conversación mientras Ferran mira con atención y vergüenza. «Para mí, personalmente, ha sido un flechazazo el que he tenido con Ferran», confiesa un Álvaro que habla de Ferran con mucho cariño: «Esta experiencia ha sido increíble, este viaje ha sido increíble. Y en este viaje he descubierto a mucha gente, pero sobre todo con Ferran ha sido una suerte y un privilegio haberlo conocido y haber visto cómo trabajaba y lo que ha hecho con este personaje» Se deshace en elogios hacia su amigo al que conoció gracias a este proyecto. También catalán, Álvaro es algo más joven que Ferran. Tiene 24 años, no es muy alto, pero su seriedad frente a los medios, su penetrante mirada de ojos azules y la fuerte personalidad que se desprende al escucharle, hace que creamos que Álvaro Cervantes fuera de mayor edad. En los últimos años, ha protagonizado o formado parte de películas y series de un más que aceptable tirón entre el público. En «El corazón del océano», Álvaro da vida al protagonista de la novela, Alonso. Un joven gallego, de buen corazón y humildes orígenes. Tan pobre que sólo podía comer marisco, una paradoja si pensamos en nuestro tiempo. «María, se sentía responsable de no ofrecerle a su hijo otra cosa que almejas, percebes, mejillones, centollos, langostas...y otros animales inmundos de las rocas que sólo comían los desheredados», podemos leer en la novela cuando en sus primeras páginas nos presenta a Alonso. «Es un personaje que, de alguna manera, está muy atrapado por su condición social. Eso hace que tenga que escapar de su aldea porque lo están persiguiendo, lo van a matar y no vale nada para el resto. Su única opción es irse a América», cuenta Álvaro. «Tiene una cultura que no le corresponde ni para su edad ni para su condición social. Existe una contradicción en él: se siente capaz para muchas cosas, pero el entorno no se lo permite». En la serie se trastocan algo las cosas con respecto al libro. El protagonismo de Alonso queda más desplazado en favor de Juan de Salazar (Hugo Silva) y Mencía de Calderón (Ingrid Rubio). También se fabrican algunos personajes que en la novela no aparecen, como el de Ferran, lo que puede contribuir a mejorar una potente historia de aventuras narrada mediocremente en la literatura. Un enigma que iremos resolviendo a medida que se vayan emitiendo los 6 episodios que componen la serie. Amistad más allá de los personajes «Al encontrarse con Pelayo se siente liberado» comenta Álvaro que sigue hablando de su personaje Alonso. Pelayo es para Alonso su apoyo, ese hombro alocado que le empuja a luchar contra lo establecido, contra lo imposible. Mientras Alonso es un joven educado, respetuoso, inteligente, que no se rinde... Pelayo lleva por su sangre la astucia que da el hambre. No es que Alonso pase menos penurias, es que Pelayo las lleva como algo natural. Se forja una bonita amistad entre estos dos personajes de la serie. Amistad mágica, capaz de convertir una mala pasada en un momento con el que bromear más adelante. Una magia que hace que esa amistad entre Alonso y Pelayo trascienda a sus actores: «Para mí es la historia en la que la realidad y la ficción han estado más pegadas. Hemos vivido una aventura real» confiesa Álvaro, que se atusa sus rizos rubios y se pasa la mano por su rostro en el que asoma una barba de un par de días. «¿Eso qué es: realidad o ficción?», se pregunta Álvaro reflexionando sobre su aventura al formar parte de «El corazón del océano». Metidos en el rodaje, esas líneas entre realidad y ficción se difuminaron como consecuencia de la convivencia, de la ilusión y del duro trabajo. El equipo se trasladó a la selva colombiana. Pasaron dos meses viviendo entre cámaras, vegetación y un hotel. Se dedicaban plenamente a la serie. Largas jornadas de grabación en las que «había veces que tú arrancabas, por ejemplo, montado en el caballo 100 o 200 metros antes de que la cámara te cogiese o te pasabas todo el día montando y corriendo para luego 30 segundos de plano», comenta Álvaro que intenta explicar cómo se produjo esa magia por la cual la amistad entre los personajes de Alonso y Pelayo saltó fuera de la ficción y se consolidó entre él y Ferran: «Te encuentras con alguien [Ferran], eres compañero de habitación en el hotel... De estar todo el día juntos, rodando y de aventurillas con nuestros personajes a llegar a la habitación y ponerse a tocar la guitarra a las dos de la mañana». Tocar la guitarra de madrugada o bajar al gimnasio y repasar el texto de sus personajes a la vez que levantaban mancuernas. Ficción y realidad se entrelazaba en una experiencia única para estos jóvenes actores. «Nos aguantábamos mutuamente y con mucho placer, la verdad», recuerda un sonriente Ferran. «Es de lo mejor que me ha pasado en mi vida, la verdad. Aparte de lo bonita que es la serie y tal, es tan grande la oportunidad que tienes para crecer como persona y, en beneficio a esto, como actor... Creo que lo supimos aprovechar. Y el hecho de conocer a Álvaro fue maravilloso en este sentido.». Ferran, quizá sin darse cuenta, en ese festival expresivo que es su manera de hablar, se toca el corazón en un par de ocasiones. Ferran, magnífico actor, habla desde el corazón, desde el alma: «A veces, yo estaba en la jungla y pensaba: O sea, que hay gente que paga para que esto se haga, ¿no? Todavía hay gente que pone dinero para contar una historia así de grande, así de bonita, así de universal... ¡Dios!». Una sociedad no tan distinta a la España actual En la novela -es de suponer que en la serie también-, el joven Alonso lo pregunta todo. Debe salir de su aldea de Galicia y antes de emprender el viaje transoceánico que le llevará al Nuevo Mundo, debe pasar y vivir casi tres años en Salamanca y Sevilla. Eran los tiempos de la época. Una expedición se preparaba con meses de antelación. Alonso aprendió mucho porque gustaba de observar a la gente, de escucharla y preguntaba. Por sus cuestiones y por las respuestas que recibía obtenemos un fidedigno retrato de la sociedad española del siglo XVI que guarda algunas similitudes con la España actual. Pregunta Alonso en un pasaje por qué hay delito en la prostitución, un estudiante de Salamanca le responde: «El asesinato, el robo, la calumnia, la usura o la rapiña son, a mi entender pecados más viles. Pero no se los persigue con tanta saña [...] Porque son pecados propios de los poderosos y a los poderosos no se los toca. En cambio, las mujeres son débiles y sirven para expiar los pecados de todos. La Iglesia condena antes a una preñada que a un poderoso, aunque sea responsable de miles de muertes». En otra ocasión, Alonso se irrita al comprobar cómo aquellos hidalgos y nobles que presumen de honestidad y patriotismo, no son más que mequetrefes en una perpetua búsqueda del beneficio personal. «La patria y la honra de los poderosos es el oro, Alonso. El oro que, aunque de la mierda salga, lavado no tiene olor», le espeta el aventurero Juan de Salazar en la novela. Álvaro y Ferran también encuentran conexiones entre esta historia y la realidad actual. «El corazón del océano» narra la partida de mujeres y hombres de 1549 que, por distintos motivos y en diferentes circunstancias, ponían en América la esperanza de empezar una vida mejor. Igual que muchos jóvenes que hoy salen de España anhelando un mercado laboral que valore su formación y sus capacidades: «[Pelayo y Alonso] Son emigrantes. Y no hay que olvidar que los jóvenes que ahora se van fuera son emigrantes. A veces se dice se van para trabajar, para estudiar.... No, son emigrantes que se van. Es decir las cosas por su nombre. Así que los de ahora y los de la serie son emigrantes de dos épocas distintas. En el caso de la serie, las condiciones eran durísimas, era un camino casi inalcanzable. De alguna manera, ahora hay más facilidades para intentar prosperar.» opina Álvaro Cervantes. Ferran, lejos de la sobriedad de Álvaro, transmite optimismo en medio de tanta mierda como está tragando nuestra sociedad: «El aspecto bueno de la crisis es que hace que la gente esté más imaginativa, utilice más su cerebro... La crisis nos está jodiendo vivos, pero está sacando lo mejor de nosotros». Es posible que sea así, como dice Álvaro. Que este proyecto haya sido una espiral en la que se entremezcló ficción y realidad y en la que la química que surgió inesperadamente entre sus dos personajes, Alonso y Pelayo, surgiera también entre ellos, dos jóvenes actores con ganas de comerse el mundo. Como sus personajes, Álvaro y Ferrán son muy distintos para el ojo que nos los conoce. Atienden cortésmente a quienes les reclaman. Si no, buscan un lugar tranquilo lejos del jaleo de los focos, los micrófonos, las grabadoras, los periodistas, jefas de prensa, fotógrafos, camareros del catering... Un lugar donde fumarse un pitillo y pasar desapercibidos en la selva que es una rueda de prensa. A los ojos de un extraño, sí pueden parecer diferentes. La sobriedad de Álvaro, la sonrisa de Ferran. Parando a charlar con ellos, uno termina comprendiendo que la amistad en el corazón de un rodaje como aquel era inevitable. «Salí de Colombia con una gran fuerza y con una postura agradecida. ¿Cómo no lo vas a estar si tienes esta experiencia? Agradecido», me confiesa Ferran cuando Álvaro se ha marchado. Se llevó una gran experiencia. Se llevó a un amigo.