Días de vino y 'levadas' en Madeira
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La isla de Madeira se levanta en medio de las aguas de un Atlántico infinito, a 900 kilómetros de la costa de Portugal, envuelta por un clima subtropical que le regala los inviernos más suaves del país. Ella, esbelta y diferente, es la que da nombre a un archipiélago formado por cinco islas, tres de las cuales permanecen aún deshabitadas.
Porque es la principal -la que más actividad turística y comercial concentra- y porque posee un sinfín de atractivos de los que disfrutar, hoy hacemos un repaso a lo que no hay que perderse en una visita a la isla de Madeira, la capital del archipiélago.
Descubrir Funchal
Se llegue por mar o por aire, el primer pie que posaremos en tierra madeirense será en Funchal, su capital. Como un mar de tejados rojos la ciudad se extiende a modo de anfiteatro en el que el mejor de los escenarios no podía ser otro que el océano.
Para comenzar a conocer la verdadera personalidad de la isla no hay nada como acercarse al mercado de Lavradores. En pleno centro histórico, nada más cruzar su puerta descubriremos todo un mundo de olores, colores y sabores. Los vendedores se encargan de convertir un paseo por el mercado en todo un espectáculo. Entre gritos y animadas charlas, la visita no quedará completa si no se prueban algunos de sus frutos. La oferta es de lo más exótica. Se puede asegurar que jamás encontraréis tanta variedad de maracuyás juntas.
Aprovechando que estamos en el centro lo mejor será caminar por el barrio antiguo: la Zona Velha. Sus tipiquísimas calzadas hechas con mármol y basalto no nos dejan olvidar que nos encontramos en Portugal. Guiándonos por ellas llegamos hasta la famosa Sé, la iglesia catedral de Funchal. Se construyó con financiación real y lleva dominando el perfil urbano de Funchal desde hace ya cinco siglos. Si nos perdemos entre las callecillas del centro nos encontraremos con la rúa de Santa María, una de las calles con más bares, restaurantes y galerías en las que el arte hace acto de presencia a cada momento. No debemos de olvidarnos de ella: por la noche se transforma en una zona de lo más animada en la que poder cenar mientras se escucha fado en directo.
Antes de subir en el teleférico hasta Monte, donde obtendremos las mejores vistas de la ciudad, lo mejor es parar en las Adegas de São Francisco, el museo de las bodegas más antiguas de vino de Madeira, uno de los tesoros gastronómicos de la isla. El vino de Madeira se envasa en unas características botellas negras con letras en trazos blancos que parecen de tiza y es diferente a todos porque se somete al proceso de estufagem. Ya con nuestro traguito echado y después de visitar la Iglesia Nostra Senhora do Monte, quizás reunamos el suficiente valor para hacer una de las actividades más arriesgadas y divertidas: montarnos cuesta abajo en uno de los cestos de mimbre tirados por los famosos carreiros. ¡Supone toda una aventura!
Pueblos con encanto y miradores de vértigo
Pero la oferta de Madeira no acaba aquí. Serán sólo 741 kilómetros cuadrados, pero probablemente sean los más aprovechados del mundo. Para conocer el resto de sorpresas que nos tiene preparada la isla se pueden contratar excursiones desde la misma Funchal. Sin embargo, la opción más recomendada es alquilar un coche y moverse libremente.
Lugares con mucho encanto nos esperan a la vuelta de la esquina. Es el caso de Càmara de Lobos, un pequeño pueblo pesquero en el que la vida transcurre a su ritmo, sin prisas. Pasear por el diminuto puerto y tomarse un refresco en una de las tabernas frecuentadas por los pescadores es una buena opción. Ellos, copa de vino en mano, aprovechan las horas muertas para echar una partida de cartas.
Justo al lado del pueblo y subiendo por unas carreteras de curvas imposibles llegamos hasta Cabo Girão: uno de los acantilados más altos del mundo. La inmensidad del océano desde su mirador nos dejará sin palabras.
La isla de las levadas
Si lo que nos apetece es hacer alguna actividad al aire libre, estamos en el lugar perfecto para ello. Maderia es elegida cada año por miles de amantes de la montaña para practicar senderismo por sus famosas levadas. Así se conoce a las acequias por las que se distribuye el agua desde la parte más alta de la isla, en el centro de Madeira, hasta la costa. Suponen ni más ni menos que 2.000 kilómetros de canales de riego y son usados por los senderistas como caminos para descubrir los rincones más espectaculares. Hay que saber que la isla surgió de la erupción de un volcán hace millones de años, algo que le confiere un relieve de los más desigual, con valles verticales, frondosos bosques y afiladas rocas volcánicas.
Tradición y cultura en la costa norte
Si nos dirigimos al norte de la isla veremos cómo el terreno no varía demasiado: sigue siendo tan escarpado como hasta ahora. Bajando una colina casi completamente vertical, llegamos a uno de los pueblos más bellos de la costa. Porto Moniz descansa tranquilo junto al mar sabiéndose uno de los mayores atractivos para los turistas. El hermoso enclave en el que se encuentra y sus piscinas marinas de rocas volcánicas son todo un reclamo.
Sentarnos a tomar un refresco en alguna de sus cafeterías del paseo marítimo no es mal plan, como tampoco lo es continuar por la costa y llegar hasta Santana, otra pequeña localidad madeirense. Situada sobre un acantilado y fiel a las tradiciones agrícolas, lo más conocido de Santana son sus famosas casitas de techo de paja a dos aguas. Una de la rutas de senderismo más famosas de Madeira, la que asciende hasta el pico más alto de la isla (Pico Ruivo, 1.861 metros), sale justo desde este punto.
En la zona más oriental de la isla, estirado como un largo y enorme brazo de roca que se adentra en el mar, encontramos Punta de San Lorenzo. Dejando el coche en la zona de aparcamiento se puede hacer una caminata de 3,5 kilómetros por la península atravesando torres de roca y acantilados estriados.
CÓMO LLEGAR
Las líneas aéreas portuguesas, TAP, vuelan varias veces por semana desde Madrid y Barcelona a Funchal, con escala en Lisboa.
Un paquete para pasar Fin de Año en Madeira, con vuelo, cinco noches de alojamiento, traslados, alojamiento y desayuno más tasas sale por 509 euros desde Barcelona y 554 euros desde Madrid.
Texto y fotografías: Cristina Fernández (periodista y responsable del blog Mi paseo por el mundo).