Cartagena, probablemente la ciudad más bella de América
Caminando por las calles de colores de la vieja Cartagena dan ganas de unirse a la cumbia infinita que se vive en la sonrisa del Caribe colombiano. Grandes ventanalesenrejados, balconadas repletas de flores y gruesas murallas nos recuerdan el pasado colonial del que fuera uno de los principales puertos de América durante siglos. El vuelo bajo de una pareja de pelícanos nos hace retrotraernos al origen, 1533, cuando Pedro de Heredia decide fundar una nueva Cartagena (concretamente le pusieron el nombre de Cartagena de Indias) a varios miles de kilómetros de España. Ni él mismo podría imaginarse que estaba a punto de nacer una de las ciudades más hermosas no sólo del continente sino de todo el mundo.
Muros y castillo de San Felipe de Barajas
Con un sistema de fortificaciones que se puede definir como perfecto, Cartagena trató de mantener alejado durante siglos el afán de los piratas procedentes de Europa que tenían el interés de saquear los preciados tesoros de este puerto caribeño. Casi al final del período colonial el Almirante Blas de Lezo, que era tuerto, cojo y manco, sostuvo desde el castillo de San Felipe de Barajas a una embestida inglesa que contaba con más de 25000 hombres. Y venció con apenas 2800 y muy pocos medios. Una de las victorias más deshonrosas para los ingleses, e incomprensiblemente silenciada, tuvo por bandera, además de la valentía de Lezo y los suyos, los sistemas defensivos del castillo y la ciudad que, a partir de entonces, llevaría el apodo de heroica. Tanto la fortaleza, como sus barbacanas y muros de piedra, se pueden visitar para hacerse a la idea de cómo y por qué la ciudad se ha conservado tan bien.
El casco viejo de Cartagena
Si uno entra por la puerta del reloj, acceso principal a la vieja metrópoli, degustará los aires coloniales de la pintoresca Plaza de los coches, que mantiene su apodo cuando cada tarde llegan carruajes de época tal como una vez fue. Aunque siglos antes, este emplazamiento de deliciosos edificios porticados, fue un mercado de esclavos, con además una picota en la que los reos se mantenían expuestos al público.
A mano izquierda la Plaza de la Aduana, con un edificio de color blanco, mantiene el estilo original de forma prodigiosa. Desde aquí se da paso a la Iglesia de San Pedro Claver, el edificio religioso más destacado de la ciudad, por encima de la Catedral, en la que se veneran las reliquias del patrono de los esclavos. Este santo de procedencia española, muy querido en toda América, fue una de las personas que más luchó por los derechos de los esclavos negros que llegaban a Cartagena hacinados en las bodegas de navíos procedentes de África. Además del templo religioso se puede visitar el claustro, las dependencias que habitó San Pedro Claver, su último lecho e incluso un museo arqueológico realmente interesante.
La Catedral, dedicada a Santa Catalina de Alejandría, es una de las más antiguas de América, de estilo herreriano, propio de la época de Felipe II, pero con una remodelación importante y un color amarillo que se añadió con posterioridad. Justo al lado la Plaza Bolívar, llena de árboles y de gente sentada en los bancos, está abrigada por edificios de importancia cuyo origen se puede leer en las portadas. Como por ejemplo el Palacio de la Inquisición, con una de las fachadas castellanas más asombrosas que se encuentran en el casco histórico cartagenero. Dentro se puede recrear la historia más negra del Santo Oficio en la América de las colonias. Muy cerca el Banco de la Nación expone de forma gratuita en su Museo del oro preciosos objetos de los distintos grupos étnicos que vivían en la zona. No llega a ser una colección como la que hay en Bogotá, pero merece la pena echar un vistazo a aquellas piezas.
Cuando uno se encuentra en Cartagena se da cuenta que la mejor manera de saborear la ciudad colombiana es dejarse llevar por los balcones o, aún mejor, por esas aldabas con las que se llama a las puertas desde hace siglos. Las hay de formas muy variopintas, con iguanas, monstruos marinos o incluso caballos de mar. Aquel es un museo al aire libre de llamadores como en ningún otro lugar del mundo.
Esas ventanas enrejadas que llegan prácticamente hasta el suelo son herencia de las mansiones de los cargadores de Indias que se ven en algunas ciudades de la Bahía de Cádiz como El Puerto de Santa María. Cierto es que en Cartagena tienen ese toque caribeño multicolor y alegre que se multiplica gracias a sus flores y enredaderas.
Otro rasgo exótico de la ciudad está en las palenqueras, descendientes de los esclavos negros que, con sus trajes rojos, amarillos y azules, le dan un toque aún más caribeño a la ciudad. Se las ve normalmente con enormes bandejas de fruta en la cabeza, entablando conversación con los visitantes y ganándose la vida gracias a las fotografías que éstos les hacen.
Tanto de día como de noche, con una media de temperatura anual que siempre se agarra a los treinta grados, el calor no sólo se siente por su humedad sino por ese runrún tan rumbero que sale de muchos de sus locales. Cartagena es de esas ciudades en las que dormir está visto como un paréntesis aburrido al jolgorio de algo a lo que llamamos vida.
Probablemente la ciudad más bella de América…
Déjate seducir por una de las ciudades más bellas del mundo, con más carácter y personalidad. Una ciudad llena de historia que desborda naturaleza, arquitectura, playas espectaculares y una exquisita gastronomía. Aprovecha y disfruta de unas vacaciones en Cartagena de Indias.