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Análisis:

Razones para llorar la despedida de 'Follies', un gran espectáculo teatral

El montaje de Mario Gas, basado en el musical de Stephen Sondheim, cerró su etapa en el Teatro Español el pasado sábado 21 de julio

Uno de los números musicales de 'Follies', durante su representación en el Teatro Español(Teatro Español)

Uno de los números musicales de 'Follies', durante su representación en el Teatro Español

Con un sonoro portazo metálico. Así termina 'Follies'. Así había terminado cada noche durante los últimos meses... y así lleva terminando desde 1970, el año en que Stephen Sondheim concibió el musical. El sábado 21 de julio también terminó así, con un gran portazo metálico. Ese estruendoso sonido significa muchas cosas, esa puerta cerrada simboliza muchos finales. A continuación vamos a desgranar unas cuantas razones que, a nuestro juicio, justifican por qué esa puerta no ha debido cerrarse. O al menos... no ahora y no así.

1. Es el final de Mario Gas en el Español

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El 21 de julio, rayando las once de la noche, el Teatro Español aplaudió durante casi 20 minutos -en una 'standing ovation' intensísima- a toda la compañía responsable de 'Follies' con su director a la cabeza. No era un final de temporada cualquiera. Varios meses antes, el propio Mario Gas había anunciado su salida del coliseo madrileño, coincidiendo con la desaparición de su principal valedora política [Alicia Moreno, exdelegada de las Artes del ayuntamiento y presente en la función final] tras el nombramiento como ministro de Alberto Ruiz-Gallardón. "¡Gracias, Mario! ¡No te olvidaremos!" -gritaba un patio de butacas enfervorecido, que lanzaba rosas al escenario. Lo cierto es que, bajo el mandato de Gas, ha entrado aire fresco en la programación del Español... y ha nacido esa sala paralela y combativa situada en las Naves del Matadero. Con el final de 'Follies' llega el final de una era en el estandarte del teatro público madrileño y posiblemente nacional.

2. Es muy difícil (y muy caro) disfrutar de Sondheim

Stephen Sondheim, el maestro de los musicales, responsable de joyas como 'Sweeney Todd', 'Company' o 'Into the woods', no se ha dejado ver demasiado por los escenarios españoles. Gas había montado 'Golfus de Roma', 'Sweeney Todd' y 'A little night music', y en Barcelona se habían estrenado 'Company' o 'Assassins', pero esta era la primera vez que se montaba un 'Follies'. Una producción como la que ahora termina es carísima, no solo por los decorados o el vestuario... sino porque en escena se reúnen 38 actores, cantantes y bailarines, a pocos metros de una orquesta de 19 músicos que ponen banda sonora a 22 canciones. Y además es elevada. Como contraposición a los musicales más comerciales, los que pueblan la Gran Vía madrileña, las composiciones de Sondheim hacen avanzar la trama gracias a las canciones, y no solo utilizan esa trama como mero nexo entre los temas previamente conocidos por el público.

3. Nos hace falta reflexionar sobre la derrota

'Follies' cuenta la historia de un teatro de Broadway que se encuentra a muy pocas horas de la demolición... para convertirse en un aparcamiento. El dueño del teatro, Dimitri Weissman, reúne en esa última noche de recuerdos de 1971 a las viejas estrellas que pisaron el escenario muchas décadas atrás, y todos ellos entrelazan una historia colectiva que mezcla el teatro y la vida. Los protagonistas son dos parejas que se conocieron en 1941 -ellas, dos coristas de espectáculo; ellos, los novios que las esperaban al pie de la escalerilla de camerinos- y que reflexionan sobre los errores que cometieron en su juventud para llegar a ser los adultos... que ahora no quieren ser. Pero en el escenario no solo vemos a estos personajes. Vemos también a sus reflejos del pasado, a los Ben, Buddy, Sally y Phillis jóvenes, que interactúan y tejen el comienzo de sus vidas. De unas vidas fracasadas.

4. Este montaje en particular merecía la pena

Lo que Mario Gas había conseguido con su montaje de 'Follies' era extraordinario. Massiel, retirada de los escenarios por voluntad propia, había regresado a los focos para interpretar con una fuerza brutal 'I'm still here', ese himno de la supervivencia en el que se permite hacer guiños sobre su propia vida; Asunción Balaguer, con 86 años, convierte 'Broadway Baby' en 'Soy corista', quizá el canto más vitalista de la función, que arrancaba aplausos y vítores cada noche; Carlos Hipólito, que ya no tiene nada que demostrar como actor, ha probado que posee una voz aterciopelada y brillante capaz de emocionar; Vicky Peña engancha al público con la mirada durante la evolución de su personaje, de esa dama de alta sociedad que añora a su amor de antaño; Muntsa Rius y Pep Molina, los Buddy y Sally adultos, llevan al espectador de la lágrima a la sonrisa con una facilidad pasmosa -cabe destacar el blues de Buddy, en el que Molina nos deleita con una ejecución impecable-; y así toda la compañía.

En definitiva, sobran las razones para llorar por el final de 'Follies'. La compañía viajó hasta el Festival de Perelada el fin de semana del 27 de julio, pero ahora solo el capital privado puede salvar lo que el dinero público ha despreciado. Una combinación perfecta entre alta cultura y lo popular, entre el teatro elevado y el teatro asequible [para el bolsillo y para la comprensión].

¿Cómo ven los coreógrafos de 'Follies' a Massiel y Carlos Hipólito? Reportaje de Marisol Rojas

02:26

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