Pulso desequilibrado entre el régimen sirio y los que quieren derrocarlo
Es imposible confirmar el número de muertos, heridos y desaparecidos. También resulta complicado saber todos los puntos del país donde se están produciendo revueltas
Los activistas de derechos humanos, tras más de cuatro meses de entrenamiento, empiezan a profesionalizar a sus contactos sobre el terreno, y aportan nombres y apellidos de cada víctima, información precisa , para evitar la excusa que el régimen sigue enarbolando, que son grupos extremistas islamistas dirigidos desde el exterior, para seguir disparando a los que se atreven a desafiarle.
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Deir az Zour y Abu Kamel en el este, y Hama de nuevo, una ciudad dividida por puestos de control en los que tienen la orden de disparar a todo el que parezca que está organizándose, sufren los mayores ataques del régimen de Bachar Al Asad. El pulso entre el régimen y la población se acentuará en los próximos días porque ninguna de las partes está dando muestras de que vaya a ceder. Los sirios empiezan el mes sagrado de Ramadán enfrentados y amenazados por factores externos a su naturaleza como el posible auge del sectarismo o una mayor radicalización religiosa, cuyas consecuencias pueden llevar a un escenario de revuelta popular aún no vivido por ninguno de los países árabes en transformación. Además, la influencia de lo que ocurra en Siria sobre sus cinco vecinos podría provocar un cambio geoestratégico en toda la región. El problema es que aún no está claro en qué dirección será. Por eso, por ahora, los gobiernos árabes guardan silencio.
Las reacciones de la comunidad internacional sirven para que se sepa lo que está sucediendo en Siria, unas revueltas que empezaron hace cuatro meses y medio pero que en los últimos dos días han tomado un camino muy peligroso. Los sirios no esperan nada de la comunidad internacional, tampoco quieren una intervención como la de Libia porque consideran que pueden acabar con el régimen de forma pacífica; pero la realidad es que la ofensiva lanzada este domingo en Hama, y este lunes en Deir az Zour y Abu Kamel, indican que las autoridades están convencidas de que la unidad del Ejército y los servicios de seguridad puede controlar de nuevo la calle.
La visita a mediados de julio de los embajadores de EEUU y Francia a Hama para solidarizarse con la protesta dio fuerza a los manifestantes, pero el férreo control actual, este lunes en Hama se han multiplicado los puestos de control, los checkpoints, impidiendo moverse de un barrio a otro, hace que la situación haya entrado en un camino sin vuelta. Los países vecinos de Siria mantienen posturas diferentes. Turquía es el único de los cinco países con los que tiene frontera Siria que ha reaccionado condenando la violencia e instando al presidente Al Assad a que ponga fin a la represión.
Líbano tiene las manos atadas porque el partido Hezbollah considera al régimen sirio su padrino y a pesar de que está recibiendo fuertes críticas, no se atreverá a decirle a su protector lo que tiene que hacer. Jordania mantiene un arriesgado silencio desde hace semanas. Logró que su frontera norte permaneciera casi cerrada, y a pesar de que la economía se está resintiendo, prefiere centrarse en sus protestas internas, que siguen desarrollándose cada viernes. Iraq, que para los sirios es el ejemplo de sectarismo inducido que no quieren reproducir en su territorio, está sumido en su propio caos, con graves problemas aún de seguridad. E Israel, que sí que ha condenado lo que está ocurriendo en Siria, no le compensa pasar a la acción, prefiere mantener en calma los Altos del Golán, el territorio sirio que ocupó en 1967.
Lo más sangrante es la inacción de los gobiernos árabes porque la prensa y la población están mostrando su indignación. El secretario general de la Liga de los Países Árabes, Nabil al Arabi, el primer ministro de Asuntos Exteriores egipcio de la época post- Mubarak, visitó a Al Assad el 13 de julio y se limitó a denunciar la "injerencia exterior en los asuntos internos de Siria". El impulso exterior que necesitan los que se están arriesgando la vida a diario tiene que ser contundente y debe incluir a tradicionales aliados del régimen como China y Rusia.
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