Guillermo y Catalina sellan su amor con un beso en el palacio de Buckingham
El príncipe Guillermo y Catalina, duquesa de Cambridge, se han dado un baño de multitudes en una boda marcada por el patriotismo y la emoción tras una ceremonia en la abadía de Westminster
Los duques de Cambridge han hecho su aparición cerca de las dos y media de la tarde en el balcón del Palacio de Buckingham. Muy sonrientes, el príncipe Guillermo y su esposa Catalina han saludado al pueblo londinense desde el balcón. Después han hecho su entrada la reina Isabel II y su esposo, seguidos del príncipe Carlos de Inglaterra y la condesa de Cornualles, así como el príncipe Harry. Los padres de Catalina y su hermana han estado también presentes en el balcón de Buckingham. / AGENCIA ATLAS
El imponente vuelo rasante de siete aviones de la Real Fuerza Aérea británica sobre el palacio de Buckingham ha sido el broche de oro del evento más esperado del año, en el que miles de personas, británicos como extranjeros, se echaron a las calles de Londres para arropar a los futuros reyes del Reino Unido. Así te lo contamos minuto a minuto
Los dos besos de la pareja en el balcón del palacio de Buckingham animó a la multitud allí congregada, que gritaba "Guillermo y Catalina" en medio de un mar de banderas británicas. La pareja llegó al palacio desde la abadía en la "State Landau", una carroza al descubierto tirada por cuatro caballos.
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En una jornada nubosa pero sin lluvia, la carroza marchó por las calles de Londres acompañada por la guardia real montada a caballo y seguida por varios carruajes en los que iban Isabel II, el duque de Edimburgo y otros miembros de la familia real.
Antes, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, les había casado en la abadía de Westminster frente a 1.900 invitados, entre ellos miembros de casas reales extranjeras, políticos, diplomáticos y destacadas figuras del mundo del espectáculo, como el cantante británico Elton John y el futbolista David Beckham.
Al pronunciar sus votos, Catalina, a la que se le vio nerviosa pero sin perder la calma, prometió "amar, confortar, honrar y conservar" al príncipe Guillermo.
El vestido de ella
La novia, que llevó el pelo suelto, destacó por su elegancia con un traje diseñado por Sarah Burton, directora creativa de la firma Alexander McQueen, el fallecido diseñador británico. De color marfil, el vestido contaba con unas ceñidas mangas largas con abundante encaje, un ligero escote en forma de "V", una falda en forma de flor abierta y una cola bastante modesta para una boda real, de apenas dos metros y 70 centímetros. Además, llevaba una tiara de diamantes de 1936.
La hermana de la novia, Pippa Middleton, fue la encargada de sostener la cola de la novia a lo largo de la alfombra roja extendida sobre el templo y que la dirigía hacia Guillermo.
El traje de él
El príncipe se casó vistiendo el uniforme escarlata de la Guardia Irlandesa, de la que es coronel honorario, y llevaba también la banda azul de la Orden de la Jarretera. En sus labios se le pudo leer las palabras "estás hermosa" nada más llegar la novia al altar.
Su hermano, el príncipe Enrique, que fue el padrino del novio, llevó el uniforme de capitán del regimiento de caballería Blues and Royals, con las medallas del Jubileo de Oro y la Campaña de Afganistán, donde combatió.
La decoración
La abadía destacó por la belleza y un decorado espectacular, pues se instalaron cuatro toneladas de follaje, incluidos ocho grandes árboles, para crear el efecto de que tanto los invitados como los novios caminaban a través de una frondosa "avenida natural".
El buqué incluía flores conocidas en el Reino Unido como "Sweet William" (Dulce Guillermo), una variedad que en español se conoce como clavel de Japón, ramillete de Constantinopla o minutisa, y también incluía mirto, liliáceas del valle y jacintos.
El coro de niños de la abadía de Westminster y de la capilla real del palacio de St.James y la Orquesta Filarmónica de Londres dieron el toque emotivo de la ceremonia con música de Bach, Elgar, Vaughan William, Maxwell Davies y Whitlock.
Guillermo y Catalina salieron del templo como duques de Cambridge después de que la reina Isabel II le concediera a su nieto este título, el de mayor rango en la nobleza británica, además de los títulos de condes de Strathearn y barones de Carrickfergus.