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"Le agarré como si fuera mi hijo"

Entrevista con Félix del Amo, uno de los Bomberos de Castilla y León que logró rescatar a un niño, días después de que se produjera el terremoto de Haití

Fue una imagen que dio la vuelta al mundo: entre los escombros de Puerto Príncipe, en medio del caos y la desolación, “un niño pequeñajo” se aferra a los brazos de Félix del Amo y Óscar Vega, miembros del Parque de Bomberos de Tordesillas en Valladolid.

Un momento en el que las lágrimas eran de emoción, de alegría. “Yo tengo un hijo que tiene la misma edad, se llevan apenas 20 días, le agarré como si agarrara a mi hijo”, recuerda Félix del Amo un año después del seísmo de 7.0 grados que afectó 2 millones de haitianos.

El rescate de Redjeson Hausteen Claude, explica del Amo, “se queda grabado en el corazón y en la mente, no se olvidará nunca”. “Un niño de dos años que llevaba 50 horas casi sepultado y tenía unas ganas de vivir enormes. Había que eliminar cuatro elementos para poderle sacar con seguridad, sin hacerle daño...”, un éxito gracias al trabajo de los efectivos del Grupo de Rescate de la Junta de Castilla y León y del Grupo de Emergencias y Respuesta de la Comunidad de Madrid.

A Félix del Amo le tiembla la voz al recordar, “sacarle fue... vamos... unos nervios...Todos le queríamos abrazar, todos le queríamos coger... parecía que era nuestro, como si lo hubiéramos tenido nosotros”.

"Aquello fue, entre el caos, una fiesta. Todo el mundo tenía gente muerta, todas sus casas y pertenencias estaban perdidas pero fue sacarle, reírse con esos ojazos que tiene y todo el mundo empezar a bailar y a saltar. Parecía mentira que entre tanta pena, tanto caos y tanta desolación, lo que puede aportarnos un niño, la cantidad de alegría nos trasladó a todos...”, por su tono me imagino que Félix sonríe al otro lado del teléfono, “es una de las cosas más bonitas que seguramente haga nunca”.

“Una gotita de agua en el océano”

Era la primera misión internacional del jefe del Parque de Bomberos de Tordesillas, su cometido era recatar a las personas que pudieran estar sepultadas entre los escombros o descartar zonas donde no hubiera vida: “Los siete que fuimos teníamos claro que íbamos a trabajar, que íbamos a ayudar. Estuvimos 10 días y queríamos darlo todo. Nos levantábamos a las 5 de la mañana y  nos acostábamos a las 12 de la noche, y durante todo ese tiempo lo que hacíamos era trabajar”.

Puerto Príncipe era un garabato de una ciudad devastada, “la gente estaba perdida, vagando por las calles sin saber muy bien ni qué había pasado, ni qué hacer, ni qué solución podían tener”; sus reclamaciones eran: comida, agua y “mascarillas para respirar, para que les filtrase un poco el olor que existía tan desagradable”.

Kilómetros de ruinas y, sobre ellas, mucho trabajo por hacer en un país en el que el 78% de la población sobrevive con menos de dos dólares al día. “Lo que hicimos nosotros y todos los equipos de rescate del mundo que fueron allí fue una gotita de agua en el océano”, sentencia Félix del Amo, bombero desde hace quince años.

Al otro lado del espejo

Es higiénico lavarse bien la cara todos los días, frotarse los ojos y adivinarnos al otro lado del espejo. Por eso, Félix del Amo comparte su experiencia en Haití con adolescentes para darles otra perspectiva del mundo: “nos quitan el móvil o nos quitan Internet, ¡y parece que se nos acaba el mundo! ¡Pero cómo voy a estar sin eso! Ellos no tenían ni agua que beber, no tenían casa, no tenían trabajo, no tenían familia, estaban abandonados en la casa con lo puesto y tiraban para delante. Y con muy pocas posibilidades de decir: hoy como, hoy vivo. Mañana, no sé”.

Lejos del país más pobre de América  “nosotros nos seguimos quejando por muchas tonterías porque al final nos acostumbramos a vivir con todo y siempre pensamos que no tenemos nada. Y la verdad es que hay otros que, de verdad, no tienen nada, nosotros tenemos todo”.

 
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