Haití es cosa de todos
Joseph Charles y Marie acaban de reencontrarse con sus dos hijas después de casi un año de angustia. Conscientes de que la recuperación sería larga y dura, se vieron obligados a dejar a las niñas de manera temporal en un centro donde podían garantizar cobijo y comida para las niñas. Sin hogar y sin tierras que labrar, la lucha por la supervivencia se antojaba difícil, por lo que el matrimonio tuvo que tomar una decisión que les "avergonzaba" como padres, según reconocen. "Ha sido la cosa más difícil a la que nos hemos enfrentado" aseguran.
Para asegurar este tipo de servicios a niños y familias de Haití resulta imprescindible el trabajo conjunto y coordinado. ONGs locales como Tierra de Hombres gestionan centros para los niños, entre ellos, el que acogió a las hijas de Joseph Charles y Marie. Con el apoyo de UNICEF, este tipo de instalaciones trabajan para que los niños haitianos puedan disfrutar de sus derechos a la supervivencia, la salud, la educación y la protección.
Hace un año que un terremoto dibujó, en 35 segundos, un desastre de dimensiones sin precedentes. Entre sus trágicas consecuencias, los niños haitianos, que son casi la mitad de la población, quedaron en una situación muy vulnerable, sin garantías para derechos tan básicos como la salud o la protección. Para ellos, los escombros, la pérdida de familiares y las heridas han sido los primeros eslabones de una devastadora cadena.
La lucha contra el cólera constituye un esfuerzo conjunto entre el Ministerio de Salud, agencias de Naciones Unidas como UNICEF y la OMS y ONGs como Médicos sin Fronteras y las Brigadas de Médicos Cubanos, que trabajan juntos para tratar los casos existentes y para prevenir nuevos brotes. Las medidas preventivas son esenciales: campañas de movilización llevan a las comunidades, a través de megáfonos y radio, mensajes sobre cómo prevenir la enfermedad. También se trabaja para asegurar que los enfermos permanecen aislados y reciben un tratamiento adecuado.
Es prioritario adaptar nuestro trabajo a todas las necesidades humanitarias de la población haitiana, pero también lo es invertir en las deficiencias estructurales del país, que hacen más difícil superar estas emergencias y una recuperación sostenible. La situación ya era complicada antes del terremoto, con un 55% de la población que vivía con menos de un dólar al día, el 70% de los niños vivía en pobreza extrema, y existían deficiencias muy arraigadas en cuestiones como la salud materna o la nutrición infantil.
A pesar de la sucesión de desastres y de las carencias estructurales que aún persisten, en este último año se han conseguido resultados que han salvado vidas, como haber hecho posible que el agua potable llegue a 1,2 millones de personas y que haya letrinas para más de un millón. Las Escuelas Amigas de la Infancia acogen a casi 95.000 niños, casi dos millones de niños y jóvenes han sido vacunados, y programas específicos han logrado evitar el aumento de las tasas de malnutrición y atajar el tráfico infantil.
Estas cifras recogen algunos de los hechos que salvan vidas y que alivian el sufrimiento de muchas familias. Ha sido y es posible gracias a las solidarias aportaciones de miles de donantes individuales y corporativos y de gobiernos como el de España. Y no sería posible sin la colaboración de agencias de Naciones Unidas, organismos públicos de Haití y ONGs internacionales y locales. El trabajo conjunto debe avanzar para afrontar las necesidades humanitarias y para abordar entre todos la pobreza extrema enraizada en el país y las desigualdades. Es nuestro compromiso seguir trabajando junto a los haitianos por la reconstrucción y el desarrollo de su país.