Qué fue de... Lardín
El que fuera la bestia negra del Real Madrid en los 90, juega ahora con los veteranos del Espanyol
Su extraordinaria velocidad así como su habilidad sobre el terreno de juego hicieron a Jordi Lardín valerse del cariñoso apodo de 'Speedy'. Un jugador, que como tantos otros, llegó a amar este deporte pero que por circunstancias del destino, acabó convirtiéndose en su peor pesadilla.
Jordi Lardín Cruz nació un 4 de junio de 1973 en Manresa (Cataluña). Sus primeros pasos como futbolista los dio en el club de su ciudad natal, dejando ya detalles de calidad en cada campo que pisaba.
Interés del Espanyol
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Como era de esperar, pronto vinieron a por él otros clubes de más renombre que querían contar entre sus categorías inferiores con la velocidad que Lardín venía haciendo gala en cada encuentro. Así es como llega al RCD Espanyol.
Tras varios años en la cantera españolista, Lardín debuta el 6 de septiembre de 1992 de la mano de José Manuel Díaz Novoa, por aquel entonces entrenador 'perico'. La alegría del joven extremo no duró mucho ya que ese año el equipo desciende a Segunda División.
La confianza de Camacho
Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. El murciano José Antonio Camacho toma las riendas del Espanyol, dándole a Lardín la oportunidad que merecía. El equipo cumple los objetivos y se planta en Primera, siendo el de Manresa uno de los jugadores más destacados del combinado.
Sus internadas por la banda izquierda pronto se hicieron famosas en Sarriá, acompañadas de una gran velocidad y un extraordinario desmarque. Aptitudes que le facilitaban la puntería de cara a la portería, por lo que era muy habitual verlo celebrar sus propios goles en muchos estadios españoles, aunque en unos más que en otros.
Los aficionados del Real Madrid comenzaban a sentir ese cosquilleo usual en situaciones nerviosas cada vez que Lardín pisaba el Santiago Bernabéu, y es el que Speedy dio muchos quebraderos de cabeza a los jugadores blancos.
Cambio de rumbo
Su calidad y su compromiso con el club le valieron el cariño de toda una afición que aún hoy en día aún retienen en sus retinas sus internadas por la banda izquierda.
La mala gestión económica de un club que siempre se ha visto agobiado por las deudas, y el creciente interés de distintos clubes por hacerse con los servicios del jugador, precipitaron su salida.
Finalmente es el Atlético de Madrid el que gana el pulso y en la temporada 1997-98, Lardín hace las maletas con rumbo a la capital española, tras desembolsar, el equipo rojiblanco, la generosa cantidad de 1.500 millones de pesetas.
Inicio complicado
Sus primeros días en Madrid no fueron ni muchos los esperados por Speedy. El extremo sufre un gravísimo accidente automovilístico. Pese a que no tuvo grandes consecuencias para su salud, no puede evitar un esguince cervical y un traumatismo craneoencefálico que le molestarían durante un largo periodo de tiempo.
Sin embargo, Lardín supo superar las dificultades y éstas no le impidieron debutar con la Selección Española (absoluta) en noviembre de 1997.
Bajo rendimiento
Pero las cosas no acababan de irle bien al jugador. Ese chico bajito pero que volvía a todos locos por la banda izquierda no parecía estar en sintonía con su equipo y consigo mismo.
Su rendimiento fue decreciendo haciendo olvidar su buen disparo y su rapidez, lo cual provocó su relego al banquillo rojiblanco.
Con el descenso del Atlético a la División de Plata del fútbol español, el club decide ceder al de Manresa a su antigua casa: el RCD Espanyol, con la esperanza de recuperar al Lardín de tiempos pasados. Pero la práctica fue muy distinta.
El extremo no dispuso de muchos minutos y al año siguiente continuó cedido, esta vez en el Xerez. Sin embargo, Lardín ya había perdido lo más importante que se puede perder: la ilusión.
Despedida
Speedy rescinde su contrato con el Atlético de Madrid y deja patente su intención de abandonar la práctica del fútbol profesional con tan solo 30 años. Pero sin duda, lo más impactante fueron las declaraciones del propio jugador en una entrevista a un medio nacional español: "Estoy asqueado del fútbol. Me gustaría volver a sentir el amor por este deporte que tenía hace seis años. Ahora mismo lo he perdido y por eso me retiro".
Dos años más tarde decide volver a probar suerte en el deporte que tantas alegrías le rindió, en las filas del CD Leganés de Segunda División B en la temporada 2004-5. Tras un año en el club madrileño decide colgar las botas de forma definitiva.
En la actualidad, continúa vinculado al balompié y al club de sus amores: el Espanyol, con el que juega partidos de veteranos. Y pese a que la edad no pasa en balde, los aficionados y compañeros de equipo, aún pueden disfrutar de su velocidad y entrega dentro del campo.