Condenados a seis años de cárcel los mossos que pusieron una pistola en la boca a un detenido
Los cinco policías torturaron para obligar a confesar a un hombre al que detuvieron por error
La Audiencia de Barcelona ha condenado a penas de hasta seis años y siete meses de prisión a cinco mossos d'esquadra por torturar y maltratar a un hombre al que detuvieron por error en julio de 2006, y al que llegaron a poner una pistola en la boca para obligarle a confesar.
En su sentencia, la sección novena de la Audiencia condena a seis años y siete meses de prisión a tres de los agentes procesados por los delitos de torturas, lesiones e inviolabilidad del domicilio, a otro mosso a dos años por un delito contra la integridad moral y al último a varias multas.
Más información
Según la sentencia, los agentes golpearon y torturaron al detenido, de origen rumano, al que detuvieron confundiéndole con un atracador, y también maltrataron a su novia, embarazada de tres meses, hasta que la mujer les permitió entrar en su domicilio para registrarlo ilegalmente.
Un trato "cruel y salvaje"
El fallo censura la conducta de los Mossos, que califica de "cruel en exceso, brutal o salvaje" e impropia de una policía formada en un estado de Derecho, y les reprocha que siguieran golpeando al detenido, incluso después de que éste les advirtiera de que es hemofílico.
El caso ocurrió en julio de 2007, cuando la policía autonómica investigaba un caso de atraco cuya víctima identificó "con bastantes dudas" al torturado, Lucian P., en un reconocimiento fotográfico, por lo que el jefe del Grupo de Atracos, imputado en la causa pero absuelto, ordenó su detención. Vestidos de paisano, cuatro de los agentes esperaron a Lucian P.
Le amenazaron con tirarle por un barranco
en la puerta de su casa y, sin identificarse en ningún momento, se abalanzaron encima de él, le hicieron la zancadilla, lo arrojaron al suelo y le golpearon por todo el cuerpo, al tiempo que le pisaban la cabeza y le agarraban por el cuello para impedir que gritara.
Varios ciudadanos se acercaron a los mossos para recriminarles su brutal actuación, por lo que uno de ellos enseñó la pistola que llevaba, sacó la placa y pidió que les dejaran en paz porque estaban haciendo "su trabajo".
Los agentes introdujeron al detenido en un vehículo policial y, durante el traslado a la comisaría, uno de los procesados le metió en la boca la pistola que llevaba, amenazándole con tirarlo "por un barranco" si no reconocía los hechos que se le imputaban.
El policía advirtió también a Lucien P. que si la juez lo soltaba podrían matarlo y que no sería "el primero", según la sentencia, que mantiene que durante el traslado fue golpeado por los cuatro mossos, incluidos el conductor y el que viajaba de copiloto, que aprovechaban los atascos de tráfico para girarse a pegarle.
Los agentes siguieron golpeando al procesado en el aparcamiento de la comisaría de Les Corts, desoyendo su llanto y sus advertencias de que podía morir por ser hemofílico, hasta que otro mosso -no identificado- les dijo que pararan, que había cámaras de grabación.
El detenido, que sólo supo los motivos de su detención ya en el calabozo, explicó en el juicio que pensó que los condenados eran delincuentes y se tranquilizó cuando llegaron a la comisaría, porque comprendió que los que le habían agredido eran policías.