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Ocio y cultura

40 años de aquel Mayo del 68

Fue más que "Droga, sexo y rock & roll", fue una época de movimientos culturales que hicieron mella en la sociedad occidental

La hoguera de Mayo del 68 cumple su 40 aniversario desprendiendo brasas, como ha quedado patente después de que el presidente francés, Nicolás Sarkozy, prometiera liquidar su herencia.

Y es que, junto a las voces que intentan apagar la memoria de aquel desafío a las estructuras de poder, otras reavivan el ánimo de cambiar el mundo y la vida.

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El filósofo José Luis Pardo era ese año un escolar madrileño vinculado a Francia por su familia materna. Cuarenta años después, hace su diagnóstico: "Mayo del 68 liberó una serie de "micropoderes", pero entretanto hemos aprendido que esta liberación no es forzosamente progresista y puede crear situaciones regresivas contra las que nadie sabe bien como combatir". "Lo que no hay que hacer es mitificarlo, como Sarkozy, convertir el 68 en fuente de todos los males (ni de los bienes)", precisa y piensa que la crisis de autoridad no viene tanto del 68, "sino que sus responsables son los que desmontaron el Estado del Bienestar y los que lo dejaron desmontar".

El escritor Luis Racionero, urbanista y economista, recuerda que en 1968 era "un hippy de Berkeley" (California), que cuatro días antes del estallido salió de París -donde se encontraba por asuntos de arte- "sin sospechar lo que se anunciaba". Ahora cree que de aquellos acontecimientos sólo ha quedado "Droga, sexo y rock & roll".

La novelista Soledad Puértolas, una de las alumnas expedientadas en 1968, se encontró, al salir de las monjas, en la mayor concentración universitaria del rojerío, la Facultad de Políticas y Económicas en la Universidad Complutense. "Caí en una realidad de potente lucha política, con encierros diarios y manifestaciones para pedir democracia y libertad", cuenta la escritora.

Mayo del 68 no significa nostalgia

Jaime Pastor es profesor de Ideologías Políticas Contemporáneas en la UNED y puntualiza que "Mayo del 68" no significa "nostalgia", ni búsqueda de un "manual revolucionario", sino "una historia imposible de enterrar, cercana a los desafíos de lucha política que nos plantea el capitalismo global". Según sus recuerdos, en esos meses "sí que hubo efervescencia colectiva estudiantil" en su facultad -Políticas y Económicas-, y "una ilusión por seguir lo de Francia". En las costumbres "llevábamos retraso", añade, y si había mujeres en las clases, en feminismo íbamos muy por detrás de EEUU, de Alemania o de Francia.

Pastor evoca la "tímida liberalización" que asomó en España desde 1965 hasta 1968, periodo en el que se creó el sindicato de estudiantes y él, como delegado de clase, acudía a las juntas de facultad a discutir con los profesores.

"Éramos ilegales, pero teníamos nuestras multicopistas y más o menos se nos toleraba", recuerda. Y cómo "todo se cortó a finales de 68, con un estado de excepción".

¿El fin de la política?

"La crisis actual de las instituciones públicas, de la política democrática y del Estado de Derecho no es fruto de ideas irresponsables de Mayo del 68 -sostiene José Luis Pardo-, sino del modo como aprovecharon esas ideas las fuerzas más reaccionarias", como "coartada ideológica revestida de progresismo revolucionario".

Cuando el marxismo ha dejado de ser horizonte de la lucha política progresista, la política se ha redefinido -explica-, y ya no la deciden sólo el Estado y sus poderes.

Asuntos "privados" (de pareja, laborales, profesionales, lingüísticos...) han entrado en lo público; los poderes clásicos se han despolitizado relativamente y otros poderes no clásicos (médico, policial, mediático, de género, de identidad...) se han politizado.

Los movimientos globales, la mejor herencia

En la España de la dictadura, Soledad Puértolas, una joven educada en el Sagrado Corazón, se topó con una realidad de lucha política y compromiso. "Fue un momento decisivo de mi vida, cuando tu ''yo'' choca con ''lo colectivo''", evoca de esos tiempos críticos que acaba de abordar en una novela, "Cielo nocturno", que acaba de salir.

Luis Racionero recuerda que en junio de 1968 se fue a Berkeley a estudiar urbanismo, y se hechizó con las flores. "El 68 ya liquidó su lado político, pero no su lado cultural", dice satisfecho porque "los cambios cualitativos de los estilos de vida vienen de California, de los hippies, y eso nunca se liquidará".

Esos movimientos globales son "la mejor herencia del 68, lo más cercano a aquél gran acontecimiento político que se frustró" asegura desde otro sitio Jaime Pastor.

 
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