Sociedad

Los dos acusados de asesinar al hostelero de Cuzcurrita se inculpan el uno al otro

La Audiencia de La Rioja ha acogido la primera jornada del juicio con tribunal popular por la muerte, en la madrugada del 2 de mayo de 2023, de Guillermo Castillo, el hostelero de 78 años, quien regentaba un restaurante en Cuzcurrita

LOGROÑO, 04/11/2024.- Exterior del Palacio de Justicia de Logroño donde este lunes ha comenzado el juicio con jurado por el asesinato con alevosía y ensañamiento de un hostelero en la localidad riojana de Cuzcurrita del Río Tirón en 2023, del que están acusados dos hombres, para los que el fiscal pide 23 años de cárcel para cada uno de ellos. EFE/Raquel Manzanares / RAQUEL MANZANARES (EFE)

LOGROÑO, 04/11/2024.- Exterior del Palacio de Justicia de Logroño donde este lunes ha comenzado el juicio con jurado por el asesinato con alevosía y ensañamiento de un hostelero en la localidad riojana de Cuzcurrita del Río Tirón en 2023, del que están acusados dos hombres, para los que el fiscal pide 23 años de cárcel para cada uno de ellos. EFE/Raquel Manzanares

Logroño

Uno de los acusados de ser el presunto asesino del hostelero Guillermo Castillo en Cuzcurrita del Río Tirón ha asegurado este lunes que no se bajó del coche cuando llegaron al pueblo; y el segundo procesado ha declarado que solo se dedicó a buscar algo que robar en la casa mientras que el otro agredía al hombre.

La Audiencia de La Rioja ha acogido la primera jornada del juicio con tribunal popular por la muerte, en la madrugada del 2 de mayo de 2023, del hostelero de 78 años, quien regentaba un restaurante en Cuzcurrita del Río Tirón.

El fiscal pide a ambos acusados sendas penas de 27 años y 9 meses de cárcel como presuntos autores de los delitos de asesinato con alevosía y ensañamiento y de robo con violencia en casa habitada y el pago de una indemnización de 300.000 euros a los dos hijos del fallecido.

La acusación particular, ejercida con dos letrados diferentes por cada hijo del hostelero, solicitan una pena total de 38 años o prisión permanente revisable por los delitos de asesinato consumado con alevosía y ensañamiento, robo con violencia con el agravante de uso de arma y organización criminal, además del pago de 155.596 euros a cada hijo.

Por su parte, la defensas de los dos investigados han negado su participación en los hechos y se culpan mutuamente de los delitos de los que les responsabilizan las acusaciones.

Los procesados, un vecino del barrio logroñés de 54 años y un portugués de 39, han coincidido en su declaración en que se conocían desde 2015 de la cárcel y que solían quedar para consumir heroína y cocaína, sustancias a las que estaban enganchados.

"Ahora me cuadra todo"

El acusado de más edad ha recalcado que él no tenía problemas de dinero porque contaba con 11.000 euros de la herencia de un tío suyo, que le administraba su hermana, con quien vivía.

Ha relatado que unas horas antes de los hechos quedó con su amigo para tomar unas cervezas, tras lo que echaron “una fumadita” de heroína y él también se inyectó heroína.

Después, ha dicho que el otro acusado le propuso que le acompañase en su coche a Cuzcurrita porque un señor le debía dinero de haber trabajado para él, a lo que accedió, aunque ha asegurado que no conocía a Guillermo Castillo.

Cuando llegaron al pueblo, sobre la medianoche, aparcaron en la plaza, él se quedó sin bajar del coche en su puesto de copiloto y volvió a consumir heroína y cocaína.

Unos 45 minutos después, ha detallado, el otro acusado regresó “tranquilo” y cuando le preguntó si Castillo le había pagado, le contestó que no.

A la vuelta a casa, decidieron trasladarse a Lardero, donde el acusado de 38 años subió a casa de un traficante a comprar más droga, y después se la fumaron por la zona.

Cuando le llevó a su casa en Logroño, pasadas las 3:00 horas, el otro acusado le entregó 150 euros, que no dijo de dónde había sacado, y, después de tomar un café con su hermana y su medicación, se acostó.

Al día siguiente se enteró de la muerte del hostelero de Cuzcurrita y le preguntó a su amigo si sabía algo, pero este le respondió que “igual era otro señor del pueblo”.

“Ahora me cuadra a mí todo, con el dinero que le quitó al hombre compró la droga”, ha añadido.

También ha definido a su amigo como “una persona violenta”, que había participado en varias peleas y ha añadido que en su día no quiso ir a la Policía para contar todo porque estaba en tercer grado, pero ahora se arrepiente, ya que cree que se podría haber “evitado todo esto”.

"Fue todo muy difuso"

Por su parte, el otro acusado ha relatado que conocía a la víctima desde los 13 años, cuando llegó a La Rioja, y desde esa edad mantuvieron relaciones sexuales a cambio de dinero.

Ha añadido que cuando necesitaba dinero, se lo pedía a Castillo y este se lo daba, por lo que su amigo le propuso atracar un supermercado, pero él prefirió que le acompañase a Cuzcurrita, donde fueron después de consumir drogas.

Al llegar a casa de la víctima, el procesado de 38 años ha subrayado que se puso delante cuando el hostelero abrió la puerta, tras lo que el otro acusado entró en la casa, se abalanzó sobre el anciano y le propinó varios golpes en el vestíbulo.

“Fue todo muy difuso, me enseñó una navaja y me acobardé. No sabía cómo actuar o reaccionar. Me fui al salón y los dejé allí. No esperaba que lo iba a matar”, ha relatado.

Mientras, él se dedicó a registrar el piso de arriba, donde sólo encontró unos pendientes de perlas y un collar de bisutería; y al bajar, vio sangre en el suelo y se marcharon.

Le preguntó al otro acusado qué le había hecho a Castillo, porque le vio con la ropa manchada de sangre a la altura del pecho, y le contestó que el hombre estaba bien y que no se preocupara.

También le dijo que “hombre muerto no declara”, pero no le hizo caso porque su objetivo era volver a consumir, de modo que fueron a Lardero a comprar más droga con 150 euros que le dio el otro acusado y se la tomaron en el coche.

Días antes del asalto, encontró en su coche unas esposas y una pistola debajo del asiento del copiloto, que ha dicho que había dejado el otro acusado, a quien una vez acompañó a comprar un arma ilegal.

Cuando se enteró al día siguiente de la muerte de Castillo por un compañero de trabajo, le dijo a este que “se nos ha ido de las manos”.

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