De los descampados al metaverso
"Ahora todo es metaverso, pero yo aún me acuerdo de El planeta de los simios. En el metaverso se desarrolla un mundo virtual. En El planeta de los simios todo era descampados. Son dos nadas a elegir"
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De los descampados al metaverso
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Barcelona
Ahora todo es metaverso, pero yo aún me acuerdo de El planeta de los simios. En el metaverso se desarrolla un mundo virtual. En El planeta de los simios todo era descampados. Son dos nadas a elegir. Una irreal y la otra real. Una de ricos y otra de pobres. No es que la riqueza sea irreal, pero no existe nada más cierto que la pobreza. En El planeta de los simios, los humanos iban vestidos con harapos como en la época de la peste. Las epidemias solo traen miseria. Aún sigue vigente el planteamiento de aquella película. ¿Se imaginan que los monos den un golpe de estado? Es el horror a nuestra condición primera. La solidaridad con los oprimidos y el miedo a que se hagan con el poder. No hay triunfo sin escabechina. Uno cree controlar la vida con el teclado, pero basta con que veamos nuestras manos para recordar que somos de carne y hueso. Esos dedos llevan demasiado tiempo entre pantallas táctiles, y esto lo saben los simios. De ahí su orgullo brutal. Lo salvaje siempre parece más verdadero. La política de los simios es hacer ostentación de su autenticidad. Usar el desafío como forma de exhibición. Llamar libertad a lo arbitrario. Atrincherarse en las convicciones particulares para despreciar la libertad de los demás. También es así cómo las minorías se convierten en castas. Y mientras, los perdedores en la lucha de clases se sienten traicionados por sus líderes y se unen a quienes les atacan. A los que se quedan atrapados en medio, los llaman rojipardos. Pero el rojipardismo no existe. En esa mezcla, el pardo siempre es el color dominante. Y tampoco ha habido nunca ningún metaverso. Y los simios no quieren saber nada de nosotros desde hace millones de años. Lo que existe es la injusticia, y la gente que se enfrenta a ella.