Yo leía el Madrid
Aquel día cerraron un periódico, quitaron la propiedad a unos accionistas y dejaron a unos trabajadores en la calle. Pero sobre todo dejaron a unos lectores sin su diario
Madrid
Yo leía el diario Madrid. Lo compraba primero mi madre, cuando yo era adolescente, y luego yo misma en cuanto empecé a trabajar, a los 18 años. No era un periódico de oposición, porque en aquel momento la oposición política estaba prohibida y era algo que se llevaba a cabo de manera clandestina, no en el quiosco de periódicos. Pero el Madrid, con un grupo de periodistas jóvenes y unos empresarios que empezaban ya a mirar a Europa y a darse cuenta de que con la dictadura de Franco este país no iba a llegar muy lejos, empezó a hacer algo muy propio de un periódico y muy infrecuente en una dictadura: empezó a contar cosas que pasaban. Discretamente, con mucho cuidado, comenzó a explicar primero cosas que pasaban fuera, en el extranjero, es decir, al otro lado de la frontera con Francia y luego, poco a poco, cosas parecidas que sucedían a este lado, en España. El truco estuvo bien y fue muy de agradecer, pero duró poco. La dictadura había prohibido y cerrado ya algunas revistas en todo el país, pero el Madrid era un diario acreditado, con muchos ejemplares y se editaba en la capital, y pocos creyeron que el régimen (el régimen era la palabra que se usaba para evitar decir dictadura) se atreviera a tanto. Pero se atrevió. Es lo que pasa con las dictaduras. Que se atreven a todo. Aquel día cerraron un periódico, quitaron la propiedad a unos accionistas y dejaron a unos trabajadores en la calle. Pero sobre todo dejaron a unos lectores sin su diario, porque aunque ahora suene casi cursi, la verdad es que el Madrid, como todos los buenos periódicos, pertenecía a sus lectores.
Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...