¿Lengua de locos?
"Al que tiene ideas fijas lo llamamos paranoico; al ausente, autista; al que sostiene ideas contradictorias, esquizofrénico; al que mantiene actitudes variables, bipolar; si tenemos un mal día confesamos nuestra depresión; si algo nos preocupa, confesamos nuestra ansiedad; si se nos olvida algo, bromeamos con sufrir los primeros síntomas del alzheimer; y a cualquier marco de una algarabía lo llamamos manicomio", la polémica de Isaías Lafuente
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¿Lengua de locos? / Gettyimages
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Madrid
No hace falta pensar mucho para darnos cuenta de que manejamos con frecuencia una lengua de locos. Al que tiene ideas fijas lo llamamos paranoico; al ausente, autista; al que sostiene ideas contradictorias, esquizofrénico; al que mantiene actitudes variables, bipolar; si tenemos un mal día confesamos nuestra depresión; si algo nos preocupa, confesamos nuestra ansiedad; si se nos olvida algo, bromeamos con sufrir los primeros síntomas del alzheimer; y a cualquier marco de una algarabía lo llamamos manicomio.
No me gusta el lenguaje políticamente correcto: acabaría con buena parte de nuestro idioma. Pero de ahí a banalizar algunos de estos trastornos por pereza mental para referirnos a cualquier cosa o triunfar con un mal chiste va un abismo. No hace tanto tiempo la subnormalidad era tan normal que teníamos leyes que se referían a los subnormales. Y llamar subnormal o mongólico a alguien era frecuente hasta que descubrimos en nuestro rico diccionario palabras como tonto, estúpido, imbécil o estulto, por ponernos finos, que nos permitían describir al individuo sin necesidad de ofender a un colectivo. Pues eso...