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Céline Sciamma: "El cine es la intimidad especial entre una imagen y una persona"

La directora francesa, autora de títulos como 'Retrato de una mujer en llamas' y 'Tomboy', compone en 'Petite Maman' un precioso cuento sobre los afectos, la pérdida y la maternidad entre tres generaciones de mujeres

Céline Sciamma, en el Festival de Roma / GETTY IMAGES

Céline Sciamma, en el Festival de Roma

Madrid

Céline Sciamma se ha ganado ser hoy una de las autoras de referencia del cine europeo. Su universo es capaz de transitar caminos poco explorados con una sutileza y una sensibilidad especial, con un impacto emocional que no está reñido con un posicionamiento político. El de romper viejos esquemas y representaciones para configurar nuevos relatos. Si en ‘Retrato de una mujer en llamas’, su película de mayor repercusión internacional, subvertía la mirada paternalista del artista y la musa con un historia de amor lésbico, y en ‘Tomboy’ confiaba a los niños la normalización de los géneros fluidos, en ‘Petite maman’ compone una hermosa historia sobre los lazos familiares que borra las distancias generacionales.

La directora francesa usa el realismo mágico y los viajes en el tiempo para hablar de la pérdida, la maternidad y el amor con un planteamiento que reivindica esa correa de transmisión entre madres, hijas y abuelas que el cine y la literatura siempre han enfocado desde la verticalidad y el conflicto. En la fábula de Sciamma esa relación es horizontal y fraternal. “Las películas te hacen sentir bien, esa es mi principal obsesión. Y esa es también la razón por la que no quería contar la historia de un dúo aunque sean dos niñas, siempre es la relación conflictiva con alguien, madres e hijos, madres e hijas, y quería contar la historia de un trío, para darnos esa transmisión y darle a las abuelas la habitación entera. Eso también forma parte de contar la verdad. Por eso es muy fácil luchar contra ciertas representaciones, solo tienes que darle al personaje de la abuela una habitación en la película y que no sea un accesorio”, explica con su habitual pasión y vehemencia en conversación con la Cadena SER.

La historia es sencilla. Parte de la ausencia de la abuela y la visita a una casa en el bosque para limpiar y recoger todas sus pertenencias tras fallecer en un geriátrico. La madre se enfrenta al dolor, a los recuerdos, a la memoria de ese espacio. La niña no sabe lidiar con la tristeza, con el consuelo y con la despedida de su abuela. Frente a ese inicio dramático, Sciamma opta por ir abriendo haces de luz en forma de cuento. “Me he criado con mis abuelas hasta hace poco. Sé lo que es el amor, su presencia y quizás es la forma de hablar de que lo que echo de menos. Es la forma con la que me relaciono con mis propias historias. Son estos sentimientos, pero luego también se trata de hacer historias para todo el mundo sin dar muchos detalles de la familia. No sabemos sus nombres ni de dónde vienen, se trata de crear un espacio común, y eso es también por lo que la película no está ambientada en una época particular. Y eso que es una película sobre viajes en el tiempo, es un poco contradictorio. Es crear ese sentimiento común sea cual sea la relación que tengas con tus padres, con tu madre, si eres huérfano o no… Esto va sobre ti y es algo que me obsesiona cuando escribo”.

Ese espacio común en el que cada espectador pueda verse representado es el que la realizadora francesa ha echado de menos durante mucho tiempo porque la ficción no ha prestado atención a las emociones y preocupaciones de las mujeres y los niños dentro y fuera de la pantalla. “Siento que esta historia viene de una antigua mitología y estoy segura de que se ha contado en otro tiempo, pero no se nos ha transmitido. No es que tenga que estar luchando siempre con las formas de representar algo, es que tiene que ver con contar la verdad. A los niños y a las mujeres no se les respeta en el cine. No se les respeta como personajes, pero tampoco como público. Y ellos dan audiencia, porque si quieres hacer algo que da dinero, haces algo para niños, y las mujeres van a los cines, a los museos, compran cultura… Así que haz algo para ellos, esas mujeres son las que llevan a los niños al cine. A pesar de esto, siguen sin contar bien las historias de niños y de mujeres, y creo que ‘Petite Maman’ es muy consciente de eso porque como mujer y exniña tengo una conexión muy fuerte con las películas que me respetan”, añade.

Sciamma usa la fantasía y la narrativa de las fábulas para generar un encuentro íntimo entre niña, madre y abuela. Para ese sueño recurrente, conocer a tu propia madre cuando era niña, no necesita efectos digitales, solo la propia visión mágica del cine. “La película está conectada con las pioneras del cine, con esas mujeres que inventaron el realismo mágico, Germaine Dulac, Alice Guy… Quería usar exactamente las mismas herramientas que ellas tuvieron y decidí ir a una especie de infancia del cine e intentarlo. Me gusta creer cada vez más que el cine tiene que ver con la magia, probar en el cine es como con la magia porque se trata de encontrar ese efecto que te conquiste de la forma más sencilla”.

Las dos niñas son las protagonistas del relato, las actrices Gabrielle Sanz y Josephine Sanz, cuyos gestos, risas, juegos y temores son recogidos por la mirada cuidadosa y detallista de la directora en este original y conmovedor viaje temporal. “Los cuentos de hadas a veces no son buenos, pero tienen un impacto. Son ficciones que impactan en la vida de las personas y que hablan también del abandono, o del asalto, como en el caso de Caperucita, y yo quiero hacer ficción que tenga un impacto emocional para hablar de muchas cosas. En este caso no quiero hablar de conflicto y de miedo, sino de presente y de confianza, así que me gusta ese género del cuento de hadas pero con una perspectiva contemporánea y la idea de dirigirme a niños en 2021 tras pasar una pandemia global”.

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Sciamma vuelve a trabajar con niñas como en ‘Tomboy’, su segunda película sobre un joven trans donde el bosque también era lugar de confidencias y miedos para las niñas. La autora encuentra en los niños la pureza, la verdad y la falta de artificio que persigue su cine. “Creía que me encantaba escribir personajes de niños porque formaba parte del privilegio de empezar en el cine muy joven y era una formar de mirar atrás. Ahora, que ya no soy joven y tengo experiencia escribiendo sobre adultos, trabajando con actrices, pienso que son los mejores personajes para el cine que puedo hacer. Mis películas tratan sobre gente que mira de forma muy intensa y trata de entender las cosas. Y los niños tienen la mirada más profunda que hay en el cine. Es el cine que amo”, expone.

La realizadora solo necesita unos cuantos personajes y un escenario austero que juega con la ambigüedad temporal para crear un relato luminoso sobre los vínculos femeninos, sobre el amor y la muerte, sobre los juegos infantiles y los recuerdos. Sciamma logra en 72 minutos que el espectador entre en un acogedor espacio de intimidad. “En mis películas nunca hay una habitación que no hayamos construido, elijo cada azulejo, cada objeto… con ese deseo trato de crear esa intimidad. Cuando hay muchas cosas que amas en cada plano, se crea esa intimidad. Por ejemplo, yo nunca utilizo extras, gente que pasa por la calle o pasea, porque no están involucrados, no son objetos o cosas que pueda amar. Me crea mucha ansiedad que pasen estas cosas, todo tiene que ser elegido para que la gente sienta”, defiende citando incluso blockbuster que le generan esa sensación.

“Gran parte de que la gente pueda amar las películas fantásticas, incluso el universo de Marvel con todas esas imágenes generadas por ordenador, tiene que ver con la pasión por esos objetos que no existen, que son falsos, pero están bien elegidos y diseñados. A veces son feos, ‘Avatar’ está completamente diseñada y es impactante, aunque tú puedas amar o no esa estética. Hay una intimidad en Star Wars que se basa en los objetos y en los vestidos, en cómo han sido elegidos por la mente de alguien. Obviamente en cada una de esas decisiones hay ideas de alguien, y así es como creo que tú te sientes cerca del cine, cómo se genera esa intimidad en el cine. Ese es el sentimiento que provoca en el cerebro de alguien”.

A esa conexión especial con el público, a esa sensibilidad que desprenden todas sus películas, se agarra para seguir narrando historias que emocionen en una industria cada vez más atomizada. “La definición del cine debe expandirse y hacerse más precisa, porque está todo demasiado confuso y parece que todo gira sobre el tamaño de una pantalla. He pensado mucho sobre esto. Yo creo que el cine es la intimidad especial entre una imagen y una persona. Y a lo mejor estás en una sala con cientos de personas y puede ser más loco sentir esa intimidad, pero se trata de eso al final. Lo que intento es poner esa intimidad en pantalla, ser más generosa de una manera modesta”, concluye.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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