'El conde de Montecristo', la venganza perfecta (Segunda parte)
En esta segunda parte os vamos a contar lo que ocurre desde que Edmundo Dantés empieza a fraguar su venganza, una vez que ha salvado a Morrel. Invoca al dios de las venganzas y se lanza
'El conde de Montecristo', la venganza perfecta (Segunda parte)
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Para Dumas, las apariencias esconden la realidad: verdad psicológica, social y novelesca, pero también filosófica. El secreto de Montecristo es doble: por un lado su pasado, es decir, la durísima prueba por la que ha tenido que pasar, y que nunca explica, y por el otro su futuro, es decir, la misión que se ha impuesto, el castigo a sus verdugos, que además también lo son de su anciano padre, quien se dejó morir de hambre.
También los otros personajes tienen sus secretos: el origen delictivo de su fortuna, el asesinato y la traición. El secreto equivale a poseer poder sobre los hombres. Montecristo conoce el secreto de sus enemigos pero nunca revela el suyo. Se muestra enigmático ante ellos, hasta el punto de que no imaginan que el causante de las desgracias que sufren sea él. Dumas oculta sus secretos y construye una intriga llena de sorpresas, a fin de ejercer su poder sobre el lector, hasta que las escenas de revelación y reconocimiento van poniendo fin de modo paulatino a la tensión.
El mal, el instrumento de la venganza
El mal es el instrumento de la venganza. Por ello su filosofía es pesimista. La voluntad de poder no es incompatible con el pesimismo, ni siquiera con una actitud satánica. El poder es ambiguo. Conduce al bien y al mal. En un sueño enloquecido, Montecristo ha pretendido ser tan fuerte como Dios, y como el diablo, lo cual lo sitúa muy por encima de la dimensión de los personajes de novela folletinesca a los que a veces se ha pretendido compararlo. Más allá de sus aventuras, que de hecho son una expresión de su persona, la vida de Montecristo ilustra su peligrosa filosofía del hombre excepcional, que impregna el siglo desde Chateaubriand hasta Hugo, sin olvidar a Baudelaire.
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Durante las escenas en que los enemigos de Montecristo empiezan a sufrir sus desgracias, el conde experimenta tristeza, y en algunos casos se muestra compasivo. Derrama sus primeras lágrimas. El problema que se plantea en esta novela cristiana es el de la salvación espiritual: la venganza aparece en el Antiguo Testamento, no en el Nuevo. Montecristo comprende que ha traspasado los derechos de la venganza y decide salvar al último. El conde descubre que es imposible contemplar el devenir del mundo con una sonrisa irónica en los labios, sin sufrir.
Una novela sobre la paternidad
Eclipsados por la figura central, los otros personajes, que se dividen entre amigos y adversarios, tejen entre ellos, ante todo, relaciones familiares. Estamos ante una novela sobre la paternidad. Edmundo debe oír el relato de la lenta agonía de su padre. Villefort, monárquico oportunista y criminal, tiene un padre íntegro y bonapartista, pero aquejado de una hemiplejía y que solo comunica su férrea voluntad mediante parpadeos. Morrel, el armador que siempre ha defendido a Dantés, a quien este ha tratado como a un hijo, deja a dos hijos que quedarán bajo la protección de Montecristo. El abate Faria representa para Dantés un sustituto del padre. Montecristo no tiene amigos, tendrá hijos adoptivos, como el novelista.
En la sombra merodean personajes extraños, esos malvados a quienes "Dios parece proteger para hacerlos instrumentos de sus venganzas", y que en algunos casos son seres verdaderamente monstruosos. Como suele ser costumbre en él, Dumas mezcla personajes basados en la realidad con otros de procedencia imaginaria. La novela contiene personajes balzacianos: en el arte de denunciar la corrupción de los poderosos, Dumas no tiene nada que envidiar a Balzac, quien ya denuncia que la justicia protege el delito. Planea sobre todos la sombra de Napoleón, de quien se habla al principio de la novela.
La contrapartida de los distinguidos delincuentes que aparecen en la novela son los bandidos de Luigi Vampa, procedentes de Schiller y de las 'Impresiones de viaje' de Dumas. Los salteadores tienen una especie de honor y de virtud, el heroísmo asocial al que tan aficionado era el teatro romántico. En realidad, la sociedad es violenta en su conjunto: en 'Los tres mosqueteros' y en 'Veinte años después' las aventuras, duelos o guerras eran de una violencia física, brutal, clásica; en 'El conde de Montecristo' la violencia, por el contrario, es moral, psicológica y moderna.
El retablo social queda enmarcado por su opuesto: el arte de la novela. Dumas quiso escribir, antes que Proust, 'Las mil y una noches' de otra época, empezando por el orientalismo. Dumas toma de 'Las mil y una noches' lo fantástico dentro de lo cotidiano, los personajes imaginarios y los acontecimientos tan imprevistos que solo por ello ya son mágicos; también el Oriente de los genios malos, los filtros y los venenos. La intención de Dumas es reintroducir en la novela de costumbres contemporáneas el encanto de la aventura exótica y convertir el viaje a París en un viaje a Oriente.
Gramsci vio en el conde de Montecristo la figura de un precursor del superhombre nietzscheano. Su interpretación denunciaba el origen folletinesco de los aires de superioridad de Benito Mussolini. Umberto Eco interpreta la novela dentro de la tradición de la literatura del consuelo que caracteriza a la literatura popular en el doble sentido del término. Popular de pueblo y popular de consumo masivo. Eco advierte sin embargo que en 'El conde de Montecristo' esa doble acepción cohabita, se mantiene y evita su caída en la simple "narratividad degradada" que se produce cuando popular ya solo es sinónimo de éxito comercial.