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Desaparecidos en las rutas migratorias

El drama migratorio deja familias desesperadas y tumbas sin nombre en Europa por la falta de datos sobre quienes salen y llegan en los cayucos que se dirigen a Europa. Una iniciativa de Cruz Roja ayuda a identificar a las víctimas de los naufragios

Los desaparecidos en el mar

Los desaparecidos en el mar

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Aminata Traoré lleva desde marzo del año pasado buscando a sus dos primos. El 12 de enero se subieron a un cayuco en Mauritania con intención de llegar a Gran Canaria, pero no sabe nada de ellos y nadie, más allá de la sociedad civil, le está ayudando. “Yo no hablo español, solo francés o inglés... Y por la pandemia no he podido ir a España, ni a Marruecos. La frontera estaba cerrada. Así que ha sido muy difícil. Hemos intentado contactar con el gobierno español, con el de marruecos y con el de Mauritania”, asegura.

Europa carece de cauces oficiales e instituciones a las que las familias afectadas puedan dirigirse en casos de desaparición de sus familiares en las rutas migratorias. Su único apoyo son las organizaciones humanitarias, pero la falta de datos sobre quienes salen y llegan en las embarcaciones que se dirigen a Europa dificulta su labor.

Desde Francia, donde reside, Aminata comenzó su búsqueda en internet. “Buscaba literal en Google: ‘cómo migrar a España de forma ilegal...’ Vi que en Facebook había muchos grupos para migrantes que querían emprender el viaje. Así que me metí en esos grupos. Llamé incluso a un traficante para saber cómo funciona. Y un chico me contó un poco cómo era, cómo meten a mucha gente en un mismo barco y cómo se ponen en contacto con sus familias cuando llegan a España”, explica.

Búsqueda a ciegas

Primero se puso en contacto con su tío de Mali, quien le dijo que el traficante que había organizado el viaje de sus primos le había dicho que llegaron sanos y salvos en torno al 20 de enero. Pero sospechó que algo ocurría cuando dejó de cogerle el teléfono.

Aminata cuenta que después de eso una persona llamó a su padre y le dijo que habían encontrado el cuerpo de su primo pequeño, que había muerto. Pero dos semanas después, otra persona diferente llamó diciendo que estaba vivo, aunque no sabían dónde. Entonces recurrió a la ayuda de un amigo de Marruecos para que buscara a sus primos en algún centro de detención, pero tampoco encontró nada.

Gracias a la información de la ONG “Caminando fronteras” supo que lo más probable es que hubieran salido desde Mauritania hacia Gran Canaria. “Llamé a las comisarías de Gran Canaria, de El hierro, de Fuerteventura y de Tenerife, y solo en una me dieron una respuesta. Un agente me dijo, si no tienes noticias, es que han muerto. Eso o están en un centro de detención”, cuenta Aminata.

Logró contactar con un trabajador de la embajada de Mali que le pedía 400 euros para ofrecerle información. Le envió fotografías de cadáveres de personas muertas en naufragios para ver si podía reconocer en sus primos. “Era muy muy complicado, porque los cuerpos estaban en muy mal estado”, recuerda. “Tengo las fotos en mi teléfono móvil. No pude dormir en una semana entera”.

Gracias a los listados que consiguió de los centros de detención de Malí logró ayudar a otras familias a encontrar a sus desaparecidos, pero a día de hoy Aminata todavía sigue su búsqueda. Sus primos Mamadi y Mahamadou Traoré, de 20 y 21 años, llevaban una pulsera con sus nombres y uno de ellos lleva un par de piercings en la oreja. “Se les puede reconocer”, asegura, y critica la inacción de los Gobiernos. “No hacen nada, es como si no fuera su problema. No les importa”.

“Yo solo quiero saber qué les pasó a mis primos. Mi padre tiene casi 80 años, y me dice que, antes de morirse, quiere saber qué les ha pasado a sus dos sobrinos”, dice Aminata. Hace todo lo posible, pero necesita pruebas. “Aunque estén muertos, necesito saber cómo y dónde murieron”.

En todo este tiempo solo ha recibido ayuda de las organizaciones civiles. Una de ellas es la Organización pro Derechos Humanos de Andalucía, que recibe habitualmente peticiones de familiares de desaparecidos. Intentan recabar información de los desaparecidos y buscarlos a través de sus redes de contactos.

Una de las voluntarias, Natalia García, explica que recomiendan a los familiares acudir a organismos estatales como la Cruz Roja, la Policía y la Guardia Civil, pero lamenta las trabas que supone la burocratización del proceso que les exige mucha documentación. “Nosotros intentamos interactuar con empatía y les decimos la verdad”, explica. “Si no tenemos noticias en mucho tiempo les decimos que no sabemos si habrá desaparecido en el mar y que no podemos garantizar lo que ha pasado, pero que en muchos casos cuando la persona no se ha puesto en contacto con ellos se quedan durante la travesía”.

García lamenta que esto ocurre porque se trata de “vidas no blancas, porque si fueran vidas blancas el Estado se ocuparía de buscarlas y garantizaría que esas muertes no ocurran”. Cree que debería existir una oficina de desaparecidos en España “en respeto a la vida de estas personas y sus familiares”. En este tiempo la organización ha logrado facilitar el encuentro de al menos dos personas y dado respuestas a otras familias que no encontraban a quién asistir.

Tumbas sin nombre

En la ruta canaria, actualmente la más peligrosa del mundo, el 95% de las víctimas desaparece en el mar sin dejar rastro, sin que se recuperen sus cuerpos ni se sepan sus nombres. En los naufragios en los que hay supervivientes éstos ayudan con sus testimonios a averiguar cuántos de sus compañeros de viaje murieron por el camino. Pero ese trabajo rara vez se realiza.

Una de las pocas iniciativas que existen es la del Comité Internacional de la Cruz Roja lleva a cabo un proyecto para poner nombre a las mil víctimas del naufragio de Catania en 2015, el mayor que se conoce en el Mediterráneo, y dar respuesta a las familias que buscan a sus desaparecidos. José Pablo Baraybar, el forense antropólogo de la organización que lidera el proyecto, espera que sirva de “enfoque para aproximarse a otros naufragios complejos como este”.

La cantidad de víctimas y de países implicados en la tragedia de Catania y su carácter retrospectivo han complicado su trabajo. Sin embargo, ya han podido reconstruir el momento del naufragio para descubrir que hubo más fallecidos de los que se pensaba. Conocen más de 450 nombres de la lista de pasajeros y han podido llamar a números de teléfono que llevaban las víctimas para contactar con nuevas redes.

“La lista de pasajeros es crucial”, insiste Baraybar. Y cree que debemos comprender que “los procesos de identificación forense a los cuerpos son complejos” porque los cadáveres pueden estar incompletos y se necesita a los familiares para realizar pruebas de ADN.

Sobre la responsabilidad de los Estados de ofrecer una respuesta a las víctimas, Baraybar explica que los contextos regionales en los lugares de origen de los migrantes y el carácter ilegal de la migración complican la situación. Por eso Cruz Roja puede constituirse en “un intermediario neutro entre los Estados y las familias” por su carácter humanitario alejado de las agendas estatales.

Soluciones coordinadas

La metodología que ha creado el Comité Internacional de la Cruz Roja puede extenderse y aplicarse a otros países. España es uno de los que ha recogido el testigo lanzando este verano un proyecto piloto en las islas Canarias para trasladar esta metodología a los naufragios de esta ruta.

Carlos Chana, uno de sus responsables, cuenta que antes la búsqueda de desaparecidos “siempre partía de una demanda de un familiar que quería saber el paradero del ser querido”. Ahora realizan el proceso inverso, intervienen desde el propio suceso del naufragio. A partir de los supervivientes tratan de descubrir quiénes desaparecieron en la ruta para contactar a sus familiares.

El proyecto se centra en investigar individualmente en cada naufragio porque “se generan relaciones entre las personas que se encuentran en ese evento”, asegura Baraybar. Pero los naufragios en los que no hay supervivientes ni cuerpos presentan otros problemas, porque generalmente se desconoce cuántas personas salieron en ruta.

El forense antropólogo lamenta que todavía no estamos en el punto de poder unir toda la información que procede de diferentes partes, y reclama un consenso para dar respuesta creíble, por ejemplo, a las familias de desaparecidos en casos en los que no han aparecido los cuerpos. Ahora mismo, dice, “las herramientas que estamos utilizando no están adaptadas a esta complejidad”, y se requiere “un espacio colaborativo en el que haya usuarios más que propietarios de información”.

 
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