Cristina Rivera Garza: "Hay tendencia a glamourizar los actos criminales de los feminicidas"

Madrid

"El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, mi hermana, fue víctima de un feminicidio. Era una muchacha de 20 años, estudiante de arquitectura. Tenía años tratando de terminar su relación con un novio de la preparatoria que insistía en no dejarla ir. Unas cuantas semanas antes de la tragedia, Liliana por fin tomó una decisión definitiva: en lo más profundo del invierno había descubierto que en ella, como bien lo había dicho Albert Camus, había un invencible verano. Lo dejaría atrás. Empezaría una nueva vida. Haría una maestría y después un doctorado; viajaría a Londres. La decisión de él fue que ella no tendría una vida sin él". Así presenta Cristina Rivera Garza esta novela, en la que cuenta el asesinato de su hermana. 

La autora de "Nadie me verá llorar" recuperó decenas de documentos que Liliana había dejado escritos. "Muchas veces, cuando hablamos de mujeres masacradas, nos quedamos en las cifras, nos olvidamos de que son mujeres como nosotras, con sueños, con vidas complejas, con ganas de vivir en el futuro...".

El asesino se llamaba Ángel González Ramos, está huido desde entonces, pero hay muy pocas referencias sobre él en la novela. "Hay demasiadas historias sobre los feminicidas. Hay una cierta tendencia a glamourizar, a hacer el centro de la atención los actos criminales de feminicidas. Con mucha frecuencia no le ponemos suficiente atención a las vidas que son segadas. En ocasiones patologizamos a la víctima en lugar preguntarnos por sus circunstancias. No quería que una persona le había quitado la voz a mi hermana, se la volviera a quitar metafóricamente".  

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