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Festival Cannes

Marco Bellocchio, el psicoanalista de izquierdas y sus confesiones en Cannes

A sus 81 años y todavía en activo, el director italiano Marco Bellocchio aprovecha su clase magistral en el Festival de Cannes para hacer un repaso de su trayectoria y presentar su nueva película 'Max puó aspettare'

Marco Bellocchio, en una imagen de archivo / GETTY IMAGES

Marco Bellocchio, en una imagen de archivo

Cannes

A sus 81 años y todavía en activo, el director italiano Marco Bellocchio aprovechó este jueves su clase magistral en el Festival de Cannes para hacer un repaso de su trayectoria y dejar claro que el miedo nunca le ha frenado en su carrera. "Volvería a vivir mi misma vida. No tengo que arrepentirme de no haber hecho lo que debería por falta de valentía", dijo el cineasta, figura habitual de un certamen que el sábado le entregará en la clausura la Palma de Oro de Honor y donde este año ha presentado fuera de competición "Marx può aspettare".

En italiano y en francés, en una pausa del rodaje de la serie "Esterno Notte", este "gigante cinematográfico", según lo definió el delegado general del certamen de Cannes, Thierry Frémaux, se prestó a un ejercicio por el que también han pasado el actor estadounidense Matt Damon o el director surcoreano Bong Joon-ho, Palma de Oro en 2019 por "Parásitos".

Hace dos años, fecha de la anterior celebración de Cannes por la pandemia, Bellocchio presentó 'El traidor', una película que consideró que ha sido posible por haber alcanzado la madurez profesional. "No sabía nada de la mafia. Me adentré en algo que me era ajeno. De joven necesitaba limitarme a lo que conocía, pero, conforme creces y te haces más maduro, puedes volcar tu mirada sobre temas que no te pertenecen directamente", indicó.

De su carrera destacan títulos como "Salto al vacío" (1980), con Michel Piccoli y Anouk Aimée, premio en Cannes a la mejor interpretación femenina y masculina, o "En el nombre del padre" (1971), con una dura crítica contra la religión. "La política para mí era algo muy importante, pero no militaba en el interior de ninguna fuerza", añadió el realizador, cercano a finales de los sesenta a los movimientos de izquierda, hasta que se alejó de esos círculos poco después.

A principios de los setenta, según recordó, la fuerza revolucionaria ya se estaba apagando. "Y se tomaban tres vías: el revolucionario que se aburguesa y se convierte en un hombre de poder, el terrorista que elige el terrorismo y la persona que dice quién soy, no estoy satisfecha conmigo misma, debo cambiar. Para muchos intelectuales, el camino más habitual fue el psicoanálisis", añadió.

Él, que dijo haber mantenido una sensibilidad hacia las injusticias sociales, eligió este último. "Me acerqué al psicoanálisis clásico y conocí a Massimo Fagioli. Pensé que podía ser la manera de descubrir quién era y seguir haciendo mi trabajo", señaló. El director apuntó que la primera película en la que puede verse la influencia de su acercamiento a esa corriente fue precisamente "Salto al vacío", y al público entregado que lo escuchó en Cannes le contó también que le gusta de su trabajo su interacción con los otros.

"Despierta tus miserias, pero también tu generosidad. La relación con el equipo es una cosa especialmente bonita. Tal vez me gusta hacerlo porque combina tu imaginación con el afrontar continuamente a los demás". En su cerca de hora y media de consejos y lecciones, no obstante, manifestó que no tiene palabras para quien quiera abrirse camino en el mundo de la actuación.

"Hay actores particularmente capaces y otros menos, pero, para consuelo de los peores, hay algunos que, insistiendo, han mejorado. Hay que trabajar, aunque en mi larga carrera he conocido a actores que en cierto momento entendieron que debían dejarlo porque es frustrante esperar la llamada de teléfono", concluyó.

 
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