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'Drive my car', la adaptación al cine de Murakami que ha enamorado en Cannes

El director japonés, Ryusuke Hamaguchi, el Rohmer japonés, compone una película sobre la pérdida, el teatro y la vida que ha gustado a la crítica más sesuda del festival

Fotograma de 'Drive my car' / FESTIVAL DE CANNES

Fotograma de 'Drive my car'

Cannes

En Elogio de la sombrael escritor japonés, Junichiro Tanizaki, hablaba de que occidente había minado la oscuridad y solo se centraba en la luz. Mientras que la cultura oriental había devenido en una defensa de la sombra como belleza. Si cambiamos la dicotomía luz-oscuridad por silencio-palabra descubrimos la genial construcción de Drive my car, película del cineasta japonés que adapta un relato del escritor Haruki Murakami, eterno candidato al Nobel de Literatura.

Tres horas de película en las que el director, igual que en Happy Hour o en Asako se toma su tiempo para retratar lo cotidiano. Las escenas íntimas de un actor que sobrevive a la muerte de su hija y de su pareja. Los títulos de crédito no aparecen a los 40 minutos. Dato indicativo de la serenidad y la delicadeza que el director elige para contar una historia.

Del relato enrevesado de Murakami, el director elige contarlo de forma lineal. Con una poética primera parte, llena de metáforas marinas, sexo con voz en off y otras delicadas ideas. La segunda parte, después de los créditos, Hamaguchi construye un potente relato sobre el recuerdo, la memoria, el duelo y la vida. Con un juego fantástico con la ficción, pues el protagonista acepta una residencia artística para realizar un montaje sobre Tio Vania, la obra de Chéjov. Y es ahí donde aparecen los celos, las inseguridades, el recuerdo de la amada muerta. Las dinámicas sociales de la más absoluta intimidad. Como en La escena de Happy ending, donde las amigas acuden a una clase de relajación, rodada casi en tiempo real, sin cortes, ni vergüenza visuales, la escena de los ensayos, del casting de actores es de la una delicadeza tremenda.

Luego está lo del coche, lo que explica ese título, tomado por Murakami de nuevo de una canción de los Beatles. En una afirmación de la teoría de apadjrai, de esa hibridacion cultural entre oriente y occidente. La sombra y la luz, el diálogo y el silencio, nunca encontraron mejor equilibrio que en este filme, uno de los más aclamados por la crítica sesuda.

Tres melancólicas horas de conversaciones, pero dice más en sus momentos de silencio. "Pienso mucho en cómo puedo usar los silencios de manera efectiva en mis películas, porque para mí, el silencio no significa necesariamente que dos personas no se estén comunicando o no tengan una relación", decía el director.

Hamaguchi comenzó a desarrollar el proyecto en 2018 después del lanzamiento de Asako I & II, su última película en competición en Cannes. El productor Yamamoto Teruhisa se le acercó con la idea de adaptar una novela de Murakami, pero él se negó en un primer momento. El director comenzó a buscar locaciones en 2019 mientras filmaba su película Wheel of Fortune and Fantasy, que se estrenó hace solo tres meses en Berlín y ganó el Gran Premio del Jurado allí. La pandemia retrasó el rodaje de Drive My Car ocho meses. La producción había comenzado en marzo de 2020, justo cuando COVID-19 más golpeó a Japón.

Una de las cosas más interesantes del filme son los paralelismos. Primero entre la propia película y la obra de Chejov que se trata de interpretar en ella. La misma dinámica aparee en ambas. Las dos reflejan la compresión del otro. El otro juego es entre el propio director Hamaguchi y el protagonista principal, un actor y director de cine.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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