Maricón
"Hay gente que nunca tiene bastante de estas expresiones, y si alguien se hace el "ofendidito", pues "que se vaya a tomar por culo". La puta, el culo y el maricón siempre unidos como reafirmación de esa virilidad infantiloide"
Maricón
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Madrid
Hace algunos años participé en la adaptación de un guion italiano para un remake en nuestro país. Se llamaba “Perfectos desconocidos” y jugaba con la idea de qué pasaría si el contenido de nuestros teléfonos, nuestra vida secreta, quedara al alcance de todos. Entre las historias estaba la de un profesor de gimnasia que ha ocultado a sus amigos durante años su homosexualidad hasta que su teléfono termina haciéndolo salir del armario esa noche. Al comenzar la adaptación, nos preguntábamos si esa parte de la historia tenía vigencia en nuestro país o resultaría algo antiguo. Nos parecía que, a diferencia de Italia, ese conflicto podría resultar sobrepasado por la realidad en España. Uno siempre piensa que lo que te rodea, lo más cercano, no sólo es parte de la realidad, sino que es en sí la realidad; y no es siempre así. Hace unos días conocimos la noticia de un chico apaleado hasta la muerte en La Coruña. Era homosexual y todavía hoy se investiga si el delito fue de verdad un acto de homofobia o la coincidencia de dos circunstancias sin relación.
Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que los que le pateaban consideraron que lo más acorde con el acto que estaban realizando era acompañarlo del grito de “maricón”. Es algo curioso lo recurrente que es esa expresión en el “discurso macho”. “Maricón” convertido en una coletilla aparentemente inofensiva con la que terminar cualquier frase. “Cállate, maricón”, “ven pacá maricón”, “tómate otra, no seas maricón”. Muchos me dirán que es un término casi cariñoso, inocuo de tan repetido; casi como su complementario, “hijoputa”, que tan socorrido es para ese mismo lenguaje. Como el niño que repite “caca, culo, pedo, pis” con una incontenible hilaridad, hay gente que nunca tiene bastante de estas expresiones, y si alguien se hace el “ofendidito”, pues “que se vaya a tomar por culo”. La puta, el culo y el maricón siempre unidos como reafirmación de esa virilidad infantiloide. Esta vez, lo de “el maricón que se vaya a tomar por culo”, no fue un comentario inocuo en las redes o entre amigos, sino que, como muchas veces ocurre, del lenguaje pasaron a los actos, a los palos. Eran golpes reales aplicados en manada por otros jóvenes hijos de… hijos de sus madres.